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Se preguntó qué diablos estaba haciendo. ¿Bajar por un risco en pos de un fantasma? Alzó las manos y vio que a pesar del viento las palmas le sudaban. Lo único que podía oír en ese momento era el latido frenético de su propio corazón. Después de obligarse a quedarse quieto y respirar hondo para calmarse, miró alrededor.

Acababa de reemprender el regreso cuando oyó otra vez el sonido. Llanto. No, se dijo. Un gemido. Sonaba claro y casi bajo sus pies. Se puso en cuclillas y buscó detrás de un saliente rocoso. Se encontró con una visión desoladora. El pequeño cachorro negro apenas era algo más que una bola de huesos cubierta de pelo. Lo invadió el alivio y rió en voz alta. Después de todo, no se había vuelto loco. Mientras él lo estudiaba, el cachorrito aterrado trató de retroceder, pero no tenía adonde ir. Tembloroso, sus pequeños y asustados ojos se clavaron en Fer.

Fer: Has vivido tiempos duros, ¿eh? -con cautela, alargó la mano, listo para retirarla si el cachorro le lanzaba un mordisco. Pero el animalito se encogió y gimió- No pasa nada, amigo. Relájate. No te haré daño -lo acarició con suavidad entre las orejas. Sin dejar de temblar, el cachorro le lamió la mano- Supongo que te sientes bastante solo -suspiró mientras lo calmaba- Yo también. ¿Por qué no volvemos a la casa? -lo alzó y lo metió bajo la cazadora para la ascensión.

Cuando había recorrido la mitad del trayecto, se detuvo. Había como mínimo unos cincuenta metros entre el sitio desde el que había contemplado el mar y el punto donde había encontrado al cachorro. Se le humedecieron otra vez las palmas de las manos al comprender que habría sido imposible oír los gemidos del cachorro desde el risco de arriba. La distancia y el viento habrían absorbido los gimoteos. Sin embargo, había oído... algo. Y ello lo había impulsado a bajar para encontrar al animal perdido.

Fer: ¿Qué diablos ha sido? -murmuró, pegando al perro a su pecho mientras ponía rumbo a la casa.

Al cruzar el césped empezó a sentirse tonto. ¿Qué se suponía que iba a contarle a sus anfitrionas? Miren lo que me ha seguido? ¿Qué les parece...? ¿Saben una cosa? Decidí arriesgar mi vida al bajar por el risco... miren lo que he encontrado. Ninguno de los dos comienzos parecía adecuado. Lo sensato sería meterse en el coche y llevar al perro a la ciudad. Sin duda allí encontraría a un veterinario o un refugio para animales. Pero descubrió que no podía entregar esa bola temblorosa de piel a unos desconocidos. El pequeñajo confiaba en él e incluso ya se había acurrucado bajo su corazón. Mientras reflexionaba sobre el mejor curso de acción, Lu. salió de la casa.

Fer cambió de postura e intentó parecer natural.

Fer: Hola.

Lu: Hola -se detuvo para abrocharse la cazadora vaquera- Nos hemos quedado sin leche. ¿Necesitas algo de la ciudad?

Una lata de comida para perros, pensó, y carraspeó.

Fer: No, gracias. Yo, eh... -el cachorro se retorció contra su camisa-. ¿Han encontrado algo?

Lu: Un montón de cosas, pero nada que nos indicara dónde buscar el collar -su infelicidad se transformó en curiosidad al observar las ondas que se formaban debajo de la cazadora de él- ¿Va todo bien?

Fer: Sí. Desde luego -carraspeó y cruzó los brazos- He ido a dar un paseo.

Lu: Perfecto -qué incómodo, pensó ella. Él era incapaz de mirarla a los ojos- Si tienes hambre, la tía Coco está preparando un almuerzo ligero.

Fer: Oh... gracias.

Iba a pasar al lado de él cuando un ladrido agudo la hizo frenar en seco.

Lu: ¿Qué?

Fer: Nada -ahogó una risita involuntaria cuando el cachorro se movió contra sus costillas.

Lu: ¿Estás bien?

Fer: Sí, sí, lo estoy -le sonrió con timidez cuando el perro asomó el hocico por encima de la cremallera de la cazadora.

Lu: ¿Qué tienes ahí? -olvidó el juramento de mantener la distancia y se acercó para bajar la cremallera-. ¡Oh! es un cachorro.

Fer: Lo encontré entre las rocas -comenzó con celeridad- No estaba muy seguro de lo que tenía...

Lu: Oh, pobrecito -se llevó al cachorro a su pecho- ¿Estás perdido? -frotó la mejilla contra el pelaje del animal- Vamos, vamos, ya ha pasado todo -el perrito meneó el rabo con tanta velocidad que a punto estuvo de escurrirse.

Fer: Es precioso, ¿verdad? -sonriendo, se acercó para acariciarlo- Parece que lleva solo un tiempo.

Lu: Es un cachorrito -lo acunó- ¿Dónde has dicho que lo encontraste?

Fer: Entre las rocas. Daba un paseo -y pensaba en ti. Antes de poder detenerse, alargó la mano para tocarle el pelo- No fui capaz de dejarlo allí.

Lu: Claro que no -alzó la vista y vio que prácticamente estaba en los brazos de él. La miraba fijamente y le acariciaba el pelo.

Fer: Lu...

El cachorro volvió a ladrar y la despertó.

Lu: Lo llevaré dentro. Debe tener frío y hambre.

Fer: De acuerdo -el único sitio que quedaba libre para meter las manos era los bolsillos- ¿Por qué no voy yo a la ciudad a comprar la leche?

Lu: Vale -sonrió con expresión tensa al retroceder hacia los escalones. Dio la vuelta y, murmurándole al cachorrito, entró en la casa.

Cortejando a Lucero #LCDonde viven las historias. Descúbrelo ahora