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Cuando no puedes dormir, lo mejor es levantarte. Eso es lo que se dijo Lu al sentarse a la mesa de la cocina a contemplar la salida del sol con su segunda taza de café.

Tenía muchas cosas en la cabeza, eso era todo. Facturas, el Oldsmobile que debía arreglar aquella mañana, facturas, la inminente cita con el dentista. Más facturas. Fernando St. James figuraba muy atrás en su lista de preocupaciones. En alguna parte entre una caries potencial y un tubo de escape averiado.

Bajo ningún concepto perdía el sueño por él. Y un beso, ese ridículo... accidente era la mejor palabra para describirlo, ni siquiera merecía un pensamiento.

No me comporto como si nunca hubiera recibido un beso, se reprendió. Aunque ninguno había mostrado una destreza tan impresionante. Lo que solo demostraba que Fer había dedicado una gran parte de su vida a tener los labios pegados a los de alguna mujer. Muchas mujeres.

En ese momento pensó que había sido una jugarreta. En especial en medio de lo que había empezado a ser una discusión muy satisfactoria. Los hombres como él no sabían cómo pelear con limpieza, con ingenio y palabras y una furia honesta. Se los enseñaba a dominar, del modo que mejor funcionara.

Bueno, pues ha funcionado, pensó al pasar un dedo por sus labios. Había funcionado como un hechizo, porque durante un momento, un breve y trémulo momento, ella había sentido algo bonito... algo más que la excitante presión de sus labios, más que sus manos posesivas.

Había estado en su interior, debajo del pánico y el placer, más allá del remolino de sensaciones... un fulgor, cálido y dorado, como una lámpara en la ventana en una noche tormentosa.

Luego él había apagado esa lámpara con un movimiento rápido e indiferente, dejándola otra vez en la oscuridad.

Apesadumbrada, pensó que podría haberlo odiado solo por eso, si ya no tuviera suficientes motivos por los que odiarlo.

-Eh, pequeña -Lila entró con los pantalones caqui de su trabajo. Llevaba la mata de pelo recogida en una trenza a la espalda. De cada oreja oscilaba un trío de bolas de ámbar-. Te has levantado pronto.

Lu: ¿Yo? -olvidó su estado de ánimo el tiempo suficiente para mirarla con incredulidad- ¿Eres mi hermana o una impostora inteligente?

Lila: Tú debes juzgarlo.

Lu: Debes ser una impostora. Lila Mabel Puente jamás se levanta antes de las ocho, exactamente veinte minutos antes de que tenga que salir corriendo de la casa para llegar cinco minutos tarde al trabajo.

Lila: Dios, odio ser tan predecible. Mi horóscopo... -adelantó, mientras inspeccionaba la nevera- Ponía que hoy tenía que levantarme pronto para contemplar la salida del sol.

Lu: ¿Y qué te ha parecido? -le preguntó mientras su hermana iba hacia la mesa con una lata de refresco frío y una porción de tarta.

Lila: Bastante espectacular -dio un bocado a la tarta-. ¿Cuál es tu excusa?

Lu: No podía dormir.

Lila: ¿Algo que ver con el desconocido que hay en el otro extremo del pasillo?

Lu frunció la nariz y tomó una cereza del plato de Lila.

Lu: Los tipos como él no me perturban.

Lila: Los tipos como él fueron creados para perturbar a las mujeres, y hay que darle las gracias a Dios. De modo... -estiró las piernas y las apoyó en una silla vacía. El grifo de la cocina volvía a gotear, pero le gustaba el sonido- ¿Cuál es la historia?

Lu: No dije que hubiera una.

Lila: No es necesario, lo llevas grabado en la cara.

Lu: Simplemente no me gusta que esté aquí, eso es todo -se incorporo para llevar su taza al fregadero- Es como si ya nos quisieran echar de nuestra casa. Sé que hemos hablado de vender, pero todo era tan vago y lejano -se volvió hacia su hermana- Lila, ¿qué vamos a hacer?

Lila: No lo sé -sus ojos se nublaron. Era una de las pocas cosas por las que no podía dejar de preocuparse. Sus debilidades eran la casa y la familia- Supongo que podríamos vender algunas de las vajillas. Y luego tenemos la plata.

Lu: Eso partiría el corazón de la tía Coco.

Lila: Lo sé. Pero existe la posibilidad de que tengamos que vender pieza tras pieza... o dar un paso importante -comió un poco de tarta- A pesar de lo mucho que odio decirlo, vamos a tener que pensar mucho, en serio y con pragmatismo.

Lu: Pero, ¿para que se convierta en un hotel?

Lila se encogió de hombros.

Lila: Eso no me causa ningún problema moral profundo. La casa la construyó el loco Fergus para recibir a un ejército de invitados, con toda clase de personal para atenderlos. Me parece que un hotel encaja con el propósito original -suspiró al observar la expresión de Lu- Sabes que adoro este lugar tanto como tú.

Lu: Lo sé.

Cortejando a Lucero #LCDonde viven las historias. Descúbrelo ahora