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Fer se hallaba sentado junto al fuego donde Fred roncaba sobre el cojín rojo en su nueva casita. Se dio cuenta de que iba a echar de menos al diablillo. Aunque tuviera tiempo o ganas para tener una mascota en Boston, no tenía corazón para llevarse a Fred lejos de los niños... o de las mujeres.

Aquella tarde había visto a Lu llegar del trabajo y tirarle la pelota al cachorro en el patio. Había sido muy agradable oírla reír, verla luchar con el perro y los hijos de Sara.

Extrañamente, le recordaba la imagen que había tenido... sueño, se corrigió. El sueño que había tenido cuando su mente se puso a vagar la noche en que celebraron la sesión espiritista. Estaban Lu y él sentados en un porche soleado, observando a unos niños jugar en el patio.

Era una tontería, desde luego, pero aquella tarde en que permaneció en la puerta viéndola tirarle la pelota a Fred, algo le había atenazado el corazón. Recordó que había sido una sensación positiva, hasta que ella se dio la vuelta y lo vio. La risa murió en sus labios y sus ojos adoptaron una expresión fría.

Se irguió y estudió las llamas en el fuego. Era una locura, pero todo en él deseaba que Lu volviera a encenderse, una última vez, que le lanzara un puñetazo, que lo insultara. La peor clase de castigo era su corrección constante y sin pasión.

La llamada a la puerta hizo que Fred emitiera un ladrido apagado en su sueño. Cuando Fer encontró a Lu del otro lado del umbral, sintió un aguijonazo de placer y angustia. En esa ocasión no iba a ser capaz de rechazarla. No podría decirle, ni convencerse a sí mismo, de que no era posible. Tenía que... Entonces la miró a los ojos.

Fer: ¿Qué ha pasado? -alargó la mano para consolarla, pero ella se apartó con rigidez.

Lu: Nos gustaría que bajaras, si no te importa.

Fer: Lu... -pero ella había empezado a alejarse con paso vivo para establecer cada vez más distancia. Las encontró a todas reunidas alrededor de la mesa del comedor, con los rostros serenos. Era lo bastante inteligente como para comprender que se enfrentaba a una única voluntad combinada. Las Puente habían cerrado filas- ¿Señoras?

Coco: Fernando, siéntese, por favor -indicó la silla que tenía a su lado- Espero que no lo hayamos importunado.

Fer: En absoluto -miró a Lu, pero ella tenía la vista clavada en la pared por encima de su cabeza. ¿Vamos a celebrar otra sesión espiritista?

Lila: Esta vez no -asintió en dirección a Sandra- ¿Sandy?

Sandy: De acuerdo -respiró hondo y sintió alivio cuando la mano de Sara apretó la suya por debajo de la mesa- Fernando, hemos tratado la oferta que nos has hecho por Las Torres, y hemos decidido aceptarla.

Fer: ¿Aceptarla? -la miró sin comprender.

Sandy: Sí -se llevó la mano libre al estómago- Siempre y cuando, por supuesto, dicha oferta siga en pie.

Fer: Sí, desde luego -miró la habitación y posó la vista en Lu- ¿Están seguras de que quieren vender?

Lu: ¿No era eso lo que querías? -su voz sonó seca- ¿No viniste por eso?

Fer: Sí -pero había recibido mucho más que lo que habla esperado-. Mi empresa estará encantada de comprar la propiedad. Pero... Quiero estar seguro de que todas están de acuerdo. Que es lo que desean. Todas.

Lu: Todas lo hemos aceptado -volvió a clavar la vista en la pared.

Sandy: Los abogados arreglarán los detalles -comenzó otra vez- Pero antes de que les remitamos la negociación, me gustaría repasar los términos.

Cortejando a Lucero #LCDonde viven las historias. Descúbrelo ahora