Capítulo 13: De sonrisas sinceras a sorpresas cardíacas

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La mañana llego rápido y así como llego rápido, mi dolor de cabeza insoportable también lo hizo y ahora me encuentro en la cama de Ian dando vueltas agarrándome la cabeza y jalando mi cabello de vez en cuando por la desesperación.

Me dan ganas de gritar por todo el apartamento de Ian que me duele la cabeza y que desearía poder tener un hermoso y amable novio que después de que casi me rompe las caderas un día antes se preocupe por su pequeño novio que está viviendo la peor resaca de su vida.

Me arrastro. Sí, me arrastro, hasta la puerta de la habitación de Ian para abrirla y arrastrarme hasta mi habitación, ¿Dónde carajos esta Ian?

Entro a mi cueva y cierro la puerta para ir a buscar que ponerme para el trabajo y después darme una ducha con agua fría, no siento nada de mi cuerpo de las caderas para abajo.

Decido ponerme un pantalón de mezclilla negro, una manga larga con botones de color café y unos zapatos estilo bota de color caqui.

Entro al baño y haciendo milagros logró entrar a la bañera, maldito dolor de cabeza, de caderas y maldito Ian que le importa muy poco mi situación actual. Puede pasarme un tren por arriba y a él le importaría muy poco.

Lavo mi cuerpo y cuando toco mi trasero que duele, siento como algo espeso recorre mis piernas ¿Cuántas veces lo hicimos anoche? No tengo idea.

Me cambio y bajo las escaleras diciendo un "auch" con cada escalón que bajo, al llegar al comedor el desayuno está servido en mi lugar y unas pastillas que tienen una nota que dice: "piénsalo dos veces antes de volver a querer un castigo. Tómame"

-Idiota- susurro y me siento a desayunar para después tomarme la pastilla.

-Buenos días Sebastian- la voz de la Sra. Robinss me hace voltear en su dirección inmediatamente.

-Buenos días- digo sonriendo y tratando de levantarme.

-¿te encuentras bien? ¿No se pasó mucho contigo anoche?- la veo abriendo la boca por la sorpresa, sabía que anoche había gritado demasiado.

Me sonrojo y bajo la vista a mis dedos que juegan nerviosos, maldición. Escucho su risa ¿Qué es tan gracioso? Es vergonzoso que me haya escuchado.

-Yo... lamento que haya tenido que escucharnos.

-No te preocupes- se da la media vuelta para tratar de ocultar su risa- no pasa nada...

-Ya ríase, no importa- suspiro pesadamente- ¿Dónde está Ian?

-Creo que está en su despacho, dijo que necesitaba fumar.

-Muchas gracias- me doy la vuelta y ahora puedo caminar un poco mejor pero aun así duele como el demonio.

Subo las escaleras y creo que fue más fácil bajarlas, camino por el pasillo para ir al despacho de Ian, abro la puerta sin pedir permiso y lo miro fumar frente a la ventana sin su traje solo una camisa blanca sin cuello, un saco azul marino, un pantalón negro y sus inseparables zapatos negros. Afuera se encuentra un cielo gris que amenaza con llover.

Me acerco a Ian sigilosamente y lo abrazo por la espalda, pega un pequeño brinco y después suspira pero no me dice que me quite, el humo del cigarro llega a mí y toso un poco pero puedo soportarlo.

-¿Cómo te encuentras? ¿Puedes caminar?- pregunta dándose la vuelta y me quito de su espalda para mirarlo feo- No me mires así enano, fue tu culpa.

Apaga el cigarro en el cenicero y me mira de pies a cabeza después sonríe. Acaricia mi cabello ligeramente.

-Estoy bien- digo para después darme la vuelta y obviamente camino raro.

Es tan difícil amarte.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora