Capítulo 3

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Álvaro

Al ver a Abril bajar las escaleras del castillo sonriendo, no pude evitar correr hacia ella para abrazarla. Posiblemente se captara mi alegría al verla, pero no podía remediarlo.

- ¡Qué alegría verte de nuevo! - Exclamé soltándola.

- Yo también me alegro de volver a verte - noté su rubor en las mejillas e hizo que en mi se dibujara una sonrisa de oreja a oreja.

- Estás preciosa... - observé su precioso vestido.

- Muchas gracias - dijo mientras sonreía como sólo ella podía hacerlo.

- ¿Nos vamos?

Le ofrecí mi brazo y Abril lo aceptó. Salimos del castillo y comenzamos a caminar lentamente por el camino que llevaba a la ciudadela. Cogí una rosa y se la entregué sonriendo de lado.

- Eres terriblemente adorable.

- Sólo cuando estoy contigo - murmuré.

Repetí mis palabras mentalmente y recé por que Abril no me hubiera oído.

- ¿Qué?

- Eh... Nada - me rasqué la nuca avergonzado.

Se paró en seco y frunció el ceño.

- ¿Qué ocurre? - Pregunté extrañado.

- Nada, es que de pronto tengo un mal presentimiento.

- ¿Cuál?

- No lo sé. Siento pena y preocupación al mismo tiempo. Pero no sé el motivo.

- No te preocupes, seguro que no es nada - la abracé en un intento de tranquilizarla.

Alcé la vista y sonreí.

- Mira, ya hemos llegado.

- Lo dices como si lleváramos un día caminando - se rió.

Reí también y nos adentramos en la ciudadela.

(...)

Observamos detenidamente la enorme fuente de piedra que había en la plaza principal.

- ¿Te apetece dar un paseo por la feria para ver que puestos hay este año?

Me dedicó su dulce sonrisa y asintió.

Le cogí la mano para no perderla entre la muchedumbre. De repente un chico de unos 20 años aproximadamente se acercó. Era moreno de piel, ojos marrón chocolate, de cabellos negros y labios carnosos.
Me tensé en cuanto vi que ese chico extraño miraba a Abril con una sonrisa pícara.

- ¡Abril!

- Dan... - Puso los ojos en blanco.

- Me alegro mucho de verte - hizo una pausa para mirarme. - ¿Quién es este zoquete? - Preguntó entre risas.

Lo miré molesto y di un paso adelante con rabia. No tenía ningún derecho a insultarme. ¡Sin conocerme, aún por encima!
De pronto sentí la delicada mano de Abril acariciándome con suavidad, con gesto de tranquilizarme. Retrocedí.

- Se llama Álvaro, y no es ningún zoquete.

- Ya... Pero tú me sigues amando y lo sabes, nadie puede olvidarse de esto - se señaló a sí mismo de arriba a abajo.

Abril y yo alzamos las cejas a la vez.

Este chico tiene un problema... Grave.

- Déjame en paz. ¡Lárgate! - Le gritó ella. Su cara volvió a ser la de antes, enfadada.

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