Capítulo 14

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Una semana más tarde...

Aurora

Estaba en mi habitación, observando el cielo despejado por la ventana.
Solté un suspiro. Echaba de menos a Gonzalo, y mucho. Mis padres aún no me habían dejado salir del castillo depués del "secuestro" y no había podido verlo.
Abril entró en mi habitación canturreando, con una cesta en la mano, e interrumpiendo mis pensamientos.

- ¡Buenos días! - Dijo alegremente mientras apoya la cesta en una silla.

- ¿Y esa cesta? - Pregunto con un tono desanimado.

- Pues se me ocurrió ayudar a las criadas con la ropa sucia. He venido a por la tuya - se giró hacia mí y frunció el ceño - ¿te ocurre algo?

- Nada... Solo que... Nada, no es nada.

- Se te da fatal disimular - dijo cruzándose de brazos y arqueando una ceja. - Venga, cuéntamelo.

- Echo mucho de menos a Gonzalo.

- Entiendo...

Antes de que Abril terminase la frase, llamaron a la puerta.

- ¿Sí? - Contesté.

- Aurora, ¿puedes bajar un momento? Tu padre quiere hablar contigo - reconocí la voz de mi madre tras la puerta.

- ¡Voooy!

Me levanté de golpe y le pedí, más bien le rogué a Abril que bajara conmigo.

- ¡A mí no me han reclamado! - Protestó.

- Por favor Abril, por favooor... - puse morritos y los ojos de corderito.

- Vaaaale, pero luego me ayudas con la ropa sucia.

- ¡Gracias amiga del alma! - le hago la pelota.

Sé que era una tontería pedirle que bajara conmigo cuando sólo eran mis padres que querían hablar conmigo, pero después de lo ocurrido no me sentía cómoda.
Bajé las escaleras y mi mirada perpleja se fijó en mi padre y en Gonzalo vestido de guardia a su lado. Me quedé petrificada y dejé de andar, a pesar de la vocecita de Abril que protestaba por mi detenimiento, hasta que ella también reconoció a Gonzalo. Entonces se calló.

- Aurora ven aquí un momento por favor - dijo mi padre.

En respuesta, obligué a mis piernas a que se movieran.
Abril y yo nos detuvimos frente a ellos. Mi padre sonrió y agarró el brazo de Gonzalo.

- Aurora, te presento a tu nuevo escolta. A partir de ahora no saldrás del castillo sin él.

Sentía alegría y confusión al mismo tiempo. ¿Que narices hacía de escolta? Lo recorrí con la mirada de arriba a abajo y él me guiñó un ojo y sonrió.

- ¡Estupendo! Porque ahora mismo a Aurora le vendría bien tomar el aire, ¿verdad? - dijo Abril a la vez que me dio un golpecito con el codo en las costillas. - Ahora la dejas, ¿no?

- ¡Por supuesto! Es una buena idea, así se van conociendo.

Todo acababa de ocurrir muy deprisa y aún no me había dado tiempo de reaccionar y analizar la situación. Y aún así, estaba caminando hacia la entrada del castillo con Gonzalo siguiéndome. Al salir, y de camino a la ciudadela, con los nervios, continué caminando. Gonzalo me adelantó y se detuvo delante de mí.

- ¿No me dedicas ni siquiera un "hola"?

Parezco gilipollas.

Solo acababa de oír su voz y me había sonrojado.

- ¡Ah¡ Sí... Eh... Hola - intenté sonar lo más normal posible.

- Vale, es pasable. ¿Y un abrazo? ¿O es demasiado para tu cerebro?

Vale, ha notado mi nerviosismo, cosa que iba a ocurrir en cualquier momento.
Ignoré su pregunta y me limité a resolver mi duda de antes:

- ¿Que coño haces de escolta? - Solté un risita.

- Hice el examen práctico ayer.

- ¿Por qué lo hiciste? ¿Te gusta el trabajo?

- La verdad es que no. Pero se me da bien la esgrima y quería estar contigo - dijo con una sonrisa ladeada.

Y lo dice como lo más normal del mundo.

- Si te soy sincera no sé qué decir ahora mismo...

- No tienes que decir nada - dijo avanzando lentamente hacia mí hasta que apenas cinco centímetros separaban su cara de la mía.
Notaba que me ardían las mejillas y un extraño hormigueo comenzó a formarse en mi vientre. Gonzalo me miró con una sonrisa pícara de niño pequeño.
Parecía todo una mentira. ¿Cómo me podía gustar alguien que me había secuestrado? Aunque me hubiera salvado...

- ¡Aurora! ¡Aurora! ¡Oh, por la Diosa! ¡Eres tú! -Una voz que reconocí al instante sonaba cada vez más cerca.
Fran.
Se acercó a mi corriendo y me abrazó, interponiéndose entre yo y Gonzalo.

- Es una alegría volver a casa y verte... - Dije irónicamente mientras me zafaba de su agarre.

- ¡Oh vamos Aurora! ¡No seas así! - sonrió ladeadamente y luego su mirada se fijó en Gonzalo. Automáticamente su cara pasó de alegría a enfado en un segundo - ¿Qué haces tú aquí? - Soltó.

- Ahora soy escolta, ¿o es que su ilustrísima no me ve la ropa? - Repondió Gonzalo.

- Por poco tiempo...

- Todo el tiempo que la princesa Aurora desee - dijo giñándome un ojo, a lo que en respuesta me ruboricé.

- Pues aprovéchalo ahora, cuando Aurora sea mi esposa ya no va a necesitar tus servicios.

- Vaya, ¿buscará otro escolta teniendo al mejor delante de sus narices?

- No le hará falta ningún escolta, me tendrá a mí - respondió el príncipe con cierto aire altivo.

- ¿Acaso va a arriesgar la vida de su futura esposa de esa manera?

- ¿Podéis parar ya? ¡No sé a que viene esto! - Grité frustada.

- ¡Ha empezado él! - se gritaron los dos a la vez.

- ¡Me da igual quien empezara! Os estáis comportando como dos críos... - Les reprendí.

- Aurora, ¿me acompañas a dar un paseo? - Me preguntó el abrazafarolas.

¡Como si le hablara a una pared!

Miré a Gonzalo de reojo. Estaba tenso.

- Es lo que íbamos a hacer ahora - dijo.

- Bueno, pues ahora ella se viene conmigo, ya no hace falta que vengas.

- El rey me ha ordenado no separarme de la princesa en ningún momento, y eso haré - le lanzó una última mirada asesina a Fran y se cruzó de brazos esperando a que comenzáramos a caminar.

- Como quieras... - el príncipe lo miró con una sonrisa pícara y cogiéndome de la mano, comenzamos a caminar.

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