Capítulo 5

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Abril

Me desperté y escruté la habitación donde había dormido toda la noche, pero la reconocí al instante gracias a un haz de luz que entraba por la ventana. Un alivio inmenso invadió mi cuerpo al averiguar que era la mía. Intenté recordar algo de la noche anterior, pero una respiración fuerte a mis espaldas interrumpió mis pensamientos. Me giré lentamente y asustada. Vi la cara de Álvaro y grité. Puso cara de molestia y se dio la vuelta, dándome la espalda.

- ¡Álvaro!, ¡despierta! - balanceé el cuerpo de Álvaro, pero no obtenía ninguna reacción.

Me levanté y me puse el camisón rápidamente al ver que estaba completamente desnuda. Cogí el jarrón de agua que había encima de una mesa pequeña al lado de mi armario, le quité las flores y antes de hacer nada volví a intentar despertar a Álvaro pegando otro grito desde mi sitio. Nada. Me acerqué a él con el jarrón entre mis manos y volví a intentar despertarle. Nada de nuevo.

- Está bien, no quería llegar a hacer esto pero... - volqué el jarrón lentamente hacia un lado y el líquido de su interior comenzó a fluír rápidamente hasta que mojó la cara de Álvaro por completo. Se incorporó alterado y dejó escapar un grito de queja.

- ¡Abril, está helada! - se quejó.

- Lo siento, intenté despertarte pero no pude.

Sacudió la cabeza con desaprobación y suspiró.

- ¿Tú te acuerdas de lo que pasó anoche? - Pregunté asustada.

- No... - Se rascó la nuca. Sabía que me ocultaba algo, porque ese era su gesto cuando estaba nervioso - ¿Y tú?

- No...

La puerta sonó y reaccioné rápidamente.

- ¿Sí?

- Soy Teresa, señorita. ¿Puedo pasar?

Al oír esa pregunta me tensé.

- ¡Un momento! - Grité hacia la puerta y me giré hacia Álvaro que ya se había levantado de la cama.

- Métete en el armario... - Susurré, y antes de que diera un paso lo observé -. Y tápate, por la Diosa.

Sonrió de lado y me guiñó un ojo al ver que ponía los ojos en blanco. Cuando la puerta del armario se cerró me dirigí a la puerta y la abrí.

- ¿Ha pasado algo? - Sonreí intentando disimular lo que había sucedido hacía tan solo un instante.

- No, señorita. He oído gritos y pensé que había ocurrido algo.

- No, no ha ocurrido nada... Es que he visto... Una rata - mentí -. Pero ya no sé dónde está.

- Ah... Entonces si ya está despierta, le haré la cama. Con su permiso - inclinó un poco la cabeza hacia delante rápidamente a modo de reverencia, entró en la habitación y corrí hasta detenerme delante de ella.

- Hoy no hace falta, gracias.

- No me cuesta nada... - sonrió esquivándome y cogió las sábanas - Las sábanas están empapadas, ¿qué ha ocurrido?

- Nada, se me cayó el agua - al ver que asentía con el ceño fruncido y se volvía de nuevo hacia las sábanas intervení nuevamente: - No hace falta que se moleste, hoy me apetece hacerla yo.

- Como usted quiera - miró el armario -. Entonces ordenaré un poco el armario.

- No hace falta, está ordenado.

- Pero señorita, la ropa sobresale de entre las puertas.

Comenzó a hacercarse peligrosamente hacia el armario y comencé a alarmarme por no encontrar una buena excusa para mi armario desordenado.

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