Capítulo 12

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Abril

Subí las escaleras del castillo de la mano de Álvaro. Él agarró mi cintura para darme la vuelta. Me miró y sonrió.

- ¿Te lo has pasado bien?

Asentí y sonreí.

- ¿Cuándo podemos volver a vernos? - Preguntó acariciándome la cara con suavidad mientras sonreía ladeadamente, lo que hizo que me mordiera el labio inferior.

- Pues... No sé... - Gesticulé nerviosa.

- ¿Mañana te parece bien? - Propuso él.

Asentí.

- Perfecto porque no aguantaría un sólo día sin verte.

Rodeó mi cintura con sus brazos y me pegó a su pecho antes de susurrarme al oído:

- Te quiero Abril, te amo.

Noté que mis mejillas comenzaban a arder. Él se separó de mí un instante y comenzó a reír.

- ¿Qué... Qué pasa? - Pregunté.

- Te has sonrojado. Estás sonrojada.

Bajé la vista y me reí.

- Me gustas cuando te sonrojas - susurró.

Se inclinó y pegó mis labios con los suyos. De pronto, el sonido de un caballo que se acercaba cada vez más hizo que nos separásemos de golpe.

- ¿Qué es ese ruido? - Pregunté frunciendo el ceño.

- Ni idea... Parece un caballo.

Extrañados, nos fuimos acercando hacia el lugar de donde provenía el sonido. Cruzamos el jardín del castillo y traspasamos el enorme portal que separaba la fortelaza del extenso terreno que la rodeaba. A unos treinta pasos aproximadamente, divisamos un caballo blanco que tiraba de un carro medio deshecho, guiado por un chico.

- ¡Shoooooo, Josemari, shooooo! - Boceaba el extraño.

Poco a poco, el caballo fue amenizando su paso hasta detenerse a pocos pasos del castillo y de nosotros. Se detuvieron y me apresuré a detenerlos, si su objetivo era entrar en el castillo.

- ¡Eh! - Llamé su atención - Lo siento, no puede entrar en el castillo sin permiso explícito del rey.

El chico me miró y sonrió. Era moreno, alto, y de ojos verdes. No era muy atlético pero tampoco muy flaco.

- No vamos a entrar, sólo traemos un paquete.

Fruncí el ceño pensativa.

¿Un paquete?

La parte trasera del carro comenzó a moverse, y de ella salió otro jóven, de pelo castaño, ojos azules, alto y atlético. Agarró la mano de alguien que al parecer también iba en el carro, supuestamente para ayudarle a bajar.

- Vamos Aurora, hemos llegado - dijo sonriéndole.

Un momento... ¿Aurora? ¿Como que Aurora?

Al ver a mi mejor amiga me paralicé y noté que me fallaban las rodillas.

- ¡Aurora! - comencé a correr hacia ella con las lágrimas amenazando por salir. La abracé y comencé a llorar cuando ella hizo lo mismo.

Estuvimos llorando sobre dos minutos seguidos, cuando de pronto me separé de ella para secarle las lágrimas y preguntarle:

- ¿Cómo estás? ¿Te han hecho daño?

- No tranquila, estoy bien. Solo necesito darme un baño ahora mismo.
Nos reímos y yo miré a los dos extraños que nos observaban risueños.

- Muchas gracias por traerla de vuelta sana y salva...

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