Todos los días escribían mi escritorio con palabras que ni siquiera conocía y no quería preguntar por ellas. Mi pelo era bombardeado con bolitas mojadas con saliva de papel y las personas a menudo me empujaban porque sí. Mis lápices eran robados y mis libros eran rayados. Hasta las maestras parecían pasar de mi por alguna razón, jamás me hacían resolver algún problema o leer en voz alta.
Pero en realidad, la situación no me afectaba del todo. Era llevadero de alguna manera. Así es como mi cuarto grado terminó. Todo parecía bastante rutinario en uno de mis días. Hasta que ese conflicto en particular, lo empeoró todo.
En la mañana, me despedí normalmente de mis padres. Ellos me daban mucho amor y me hacían olvidar de cualquier mal día. Por eso jamás exigí que me cambiaran de escuela o algo parecido, además sabía que era importante el trabajo aquí y todo ello.
-Así que todavía sigues aquí-Comentó sarcásticamente Adam. Yo me di vuelta, pasando de su estúpido comentario. Lo único que había aprendido con el tiempo es que odiaba que lo ignorase. Aunque todo el mundo lo odia, supongo.
-Te estoy hablando retrasada.-De vuelta omití sus palabras que se volvían un monologo. Continuo intentando hacerme enojar, hablando de mi ropa, de lo fea que yo era y cosas en las que jamas me había detenido a pensar en gran detalle.
-Ya no me dejaré molestar por ti.-Le advertí ya al final del día, aburrida de que me hablase.
-¿Ohh...?-Fingió sorpresa para cambiarla por una de sus típicas sonrisas que daban miedo.
-Buena suerte entonces.-Completó para irse finalmente.
No entendí que quiso decir con eso, pero le resté importancia y supuse que se trataba de alguna travesura que ya conocía.
Al día siguiente, estaba en clase y sentada en el mismo lugar de siempre. No quedaba demasiado tiempo para la hora de salida y todo el día me había estado molestando el ruido de la goma de mascar de Adam. Haciendo ese tipo "blop" al reventarse la burbuja y comiendo con la boca abierta. Esperaba que ya pensase en otra cosa para molestarme, porque realmente prefería todas las anteriores cosas a que ese intermitente ruido.
La maestra de Lengua se encontraba copiando oraciones en la pizarra.
No sé lo que pasó, pero todo ocurrió en cámara lenta. Sentí una pequeña opresión en mi cabello y luego de sentir con mis manos el lugar de donde venia esa presión pude comprobarlo. Goma de mascar.
Había goma de mascar en mi cabello. Justo debajo de mi nuca, se encontraba pegado aquel alimento. Desconcertada, grité.
-Melanie, tranquila, tranquila.-Me zarandeó la profesora una y otra vez de atrás hacia delante. Acto siguiente, le señalé la zona del cabello en donde se encontraba el chicle y empecé a lloriquear.
Cuando mi mamá vino a buscarme, me lance a sus brazos llorando aún más. También habían venido a buscar a Adam, quién era el responsable del acto. Aunque quiso negarlo muchas veces, era el único que estaba detrás mio así que no había ningún otro sospechoso. Además, era el único con chicle en su bolsillo.
Mis padres hablaron con la maestra y rápidamente nos fuimos a casa. En cambio, recuerdo que los padres de Adam se veían muy enojados y disgustados, también recuerdo la manera en que lo reprimieron.
La semana siguiente, mi cabello fue oficialmente cortado hasta el cuello y decorado con un accesorio de flores artificiales. Mis padres dicen que yo "Sigo siendo hermosa sin importar qué" Así qué, por eso me han comprado algunas ligas y broches.
Al regresar a la escuela, todos permanecieron boquiabiertos y murmuraban cosas que no alcanzaba a escuchar. No se veía como normalmente ellos eran, era distinto, eso es lo que único que podía alcanzar a darme cuenta.
Cuando tuvimos nuestra primera clase que casualmente era Lengua, Adam se levantó y se dirigió hacia la maestra.
-Ma-maestra...-Le llamó la atención esté.
-¿Qué pasa Adam?-Preguntó está, intrigada.
-Yo...lo lamento. ¡Realmente siento haberle hecho eso a Melanie!.-Confesó, entregando con dificultad una manzana roja hacia su escritorio. Esta sonrió abiertamente y respondió.
-No es nada, pero no es a mi a quién tienes que disculparte-Dijo señalándome con la mirada. Yo fingí que no escuchaba nada.
-Pero le ocasione problemas a todos. Por eso lo siento.-Continuó este. La profesora se sonrojó y su cara lo decía todo "Que adorable niño", momentos después lo acaricio en la cabeza y le dijo que se sentase.
Pero no lo hizo, se detuvo en mi lugar. Yo evité su contacto visual.
-Dis...disculpas Melanie, fue una broma de mal gusto.-Se disculpó con esa tonta cara de ángel que siempre le hacia a los adultos. No respondí nada y pude sentir la mirada de la profesora como juzgándome de "Rencorosa" o algo así.
Me da exactamente igual, no le creo nada.
El receso llego al fin y Adam devuelta se dirigió hacia mi lugar. Entonces, saco de su bolsillo algunos dulces y los dejó en mi escritorio. Yo lo miré confundida.
-Ya sé que no me perdonarás...pero aquí tienes algunos dulces. A todo el mundo le gustan.-Dijo sin mirarme a los ojos, avergonzado. Por alguna razón produjo el mismo efecto en mi y tarde en contestar.
-Ya está bien...-Dije entre tartamudeos llevando hacia mi los dulces que me había entregado. Una sonrisa que no había visto en toda mi vida, se hizo presente. Una real. Ni macabra, ni irónica, real.
Cuando estaba en mi casa, me comí los dulces que esté me había entregado. Tenía miedo de que fuesen asquerosos o algo por el estilo, pero de hecho eran de mi gusto. Yo amaba las cosas que eran dulces. Todo parecía un sueño y mantenía la esperanza de que las cosas mejoraran, de qué tal vez podríamos llevarnos mejor.Un montón de pensamientos positivos inundaron mi mente.
"Este podría ser un nuevo comienzo" Pensé. Y en realidad lo era, pero no de la manera que yo lo imaginaba.
Estaba dejando y acomodando mi mochila. Era el momento en el que la profesora no llegaba y sacabas tus cosas. Algunas personas no habían llegado inclusive. Yo solía llegar muy temprano a la escuela.
De repente, sentí los brazos de dos chicas sujetarme desde ambos lados. Sorprendida y asustada las miré e intenté librarme, pero ellas eran mucho más fuertes que yo y sujetada por ellas me llevaron al baño. Empezaron a tirarme del cabello a quitarme las cintas del cabello y a rasgar mis ropas mientras se reían. Luego de que una de ellas me golpeó, el grupo se retiró.
Ahí estaba yo, destrozada, dolida y llorando desconsoladamente. Temblando de una manera que jamas había hecho.
Eso solo fue el principio. En realidad, no pensaba que algo de lo que me pasaba era "su culpa" eran las chicas las que únicamente me molestaban y supuse que tal vez era porqué "el príncipe del patio de juegos" había sido amable solo conmigo.
Desde el principio hasta el fin, siempre fui una completa ingenua.
ESTÁS LEYENDO
Alphabet boy
Novela Juvenil"El príncipe del patio de juegos" se llamaba a él mismo. Actuando cómo un buen chico y fingiendo que tú lo sabes todo, así es como eres. Cuando nadie está mirando, me molestas con aviones de papel o con gomas de mascar. Me tratas como una estúpid...