Capítulo II

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Una de las obligaciones de Natasha Romanoff, al ser la número uno en la Red List, era asegurarse que no quedase ninguna evidencia de haber hecho fiestas o carreras y que no haya ningún tipo de incidentes como: robo de autos, muertes y que alguien vaya a la cárcel, dentro del lugar. Debía velar por la seguridad de todos y cada uno de los presentes "importantes" en las carreras. Era un trabajo muy pesado, pero tenía a su hermano que le ayudaba en todo por medio de su página web, donde toda la universidad estaba suscrita; además, de que todos le temían cuando se enojaba, ni el hombre con los pantalones en su sitio y bien puestos se atrevía a enfrentarla cuando se encontraba en ese estado de ánimo.

Al verificar que no había ningún aparato eléctrico ni personas dentro del edificio, solo evidencias que podrían servirle a las autoridades, Natasha encendió un folleto que anunciaba la carrera y lo puso dentro de la botella de vodka, de la cual había tomado mucho antes, el fuego ardió y diez segundos después que hubo lanzado la botella, estalló. Había toda clase de alcohol en el piso de cemento, así que las llamas se propagaron rápidamente, subiendo por las paredes y llegando al techo del segundo piso, donde se encontraban vigas de madera. El edificio no tardó en estar envuelto en llamas.

Ahora la pelirroja se encontraba entrando a la ciudad, con un aspecto terrible, pues tenía la mejilla hinchada, el labio roto, un pequeño corte en la ceja –del que no tenía idea–, la nariz roja y sangre seca en la mitad del rostro y prendas, de la cual solo una fracción era suya. El aire zumbaba en sus oídos, y movía sus rizados mechones, apartándolos de su rostro. Iba a una velocidad razonable, pues las afueras de Nueva York eran muy solitarias a esa hora.

Pensaba en la nada, otra vez, hasta que su teléfono comenzó a vibrar en el asiento del copiloto, así que lo tomó y contestó:

— ¿Sí?

—Dime que no eres tú la que está entrando a NY *—dijo Clint alterado.

—Lo estoy haciendo, ¿Qué pasa? —respondió confusa, con el ceño fruncido.

—Maldición, no —murmuró, más para sí mismo que para Natasha—. Cruza a la derecha en la siguiente calle, y no bajes la velocidad hasta que llegues a la quinta avenida, es una calle ciega. Una vez que llegues, cruzas a la izquierda y estaciónate en la última casa. No te bajes del auto hasta que yo te diga, ¿entendido? —ordenó.

—Si... Pero ¿Qué pasa? ¿Alguien me está siguiendo? —. Natasha estaba desconcertada, no veía a nadie detrás de ella, los únicos autos que vio fueron los de la policía y los bomberos cuando pasaron, y unos cuantos que estaban delante.

—No, bueno, sí. Solo que no lo ves porque está muy por detrás, como a 600 metros.

— ¿Qué haces en casa de Stark? —preguntó, de repente, Natasha.

La única manera de que su hermano viese su auto de manera tan exacta era por medio del satélite que Howard Stark había puesto en órbita hacía más de un año y Tony lo usaba para "proteger" a sus amigos y para acosar personas. Además, JARVIS siempre le decía donde se encontraba cada quien en caso de estar "perdido" o, simplemente, no contestar el teléfono.

—No quería que Tony vomitara mi auto —. Hizo un gesto de asco, y aunque su hermana no lo viese, sabía que lo había hecho—. También porque desde acá podía cuidarte las espaldas.

—Ah, claro. Olvidaba que eres un sobreprotector —. Puso los ojos en blanco—. ¿Algún indicio de quién puede estar siguiéndome?

—Tu mejor amigo —respondió Clint con sarcasmo.

— ¡Maldito Rumlow! ¿Qué sus padres no le enseñaron que acosar a las personas está mal? —. Nat estaba molesta, pero la falta de sueño hacía que hiciera ese tipo de comentarios graciosos y sarcásticos, en lugar de estallar como la pólvora cuando entraba en contacto con el fuego.

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