Capítulo VII

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Ambos suspiraron. La pelirroja notó que ya estaban en el aparcamiento, justo a su lado estaba su auto. No quiso sentirse desilusionada, pero lo estaba, había pasado un rato agradable con Steve y no quería que terminara tan pronto. Él rodeó el auto, mientras Romanoff recogía sus cosas, que estaban en el asiento trasero del auto; la puerta se abrió, Steve tomó la mochila y ella terminó de salir. Cuando ambos estuvieron de pie, quedaron muy juntos, sus ojos hicieron contacto de manera instantánea y ambos desviaron la mirada, pero eran como imanes, se volvían a reunir en una selva misteriosa que terminaba en un océano profundo, que les invitaban a perderse en ellos.

—Pase rato agradable contigo —murmuró Steve.

—Yo también —concordó ella.

—Espero que se repita.

—También... también lo espero.

Se quedaron en silencio, viéndose. Hasta que el rubio se armó de valentía, tomó a la joven estudiante de arquitectura por la cintura, acercó sus rostros y, antes de pensarlo dos veces, unió sus labios. Ambos sintieron la misma sensación de existencia única en la tierra, solo estaban ellos y sus labios que aun sabían a dulces y cupcakes. Él encontró su ritmo, lento, pausado y cariñoso, era como se debía besar a una señorita tan bonita como ella, quien volvió a introducir sus manos por el cabello de Steve, desordenándolo y, a la vez, acariciando suavemente su nuca con las uñas.

—Espero que esto también se repita —dijo Natasha con una sonrisa en su rostro una vez que se separaron.

Rogers, por su parte, se sintió orgulloso de haberla besado, algo en él había cambiado y se sentía bien. Cuando estaba con ella, todo se sentía bien.

—No hemos compartido número —dice Steve después de haber pensado en decirle que le avisara en cuanto llegara a su casa.

— ¿Estás tratando de conseguir mi número así, tan fácil? —coqueteó ella en plan de juego.

—Puedo conseguirlo de otra manera, si la señorita Romanoff lo desea —prosiguió él, acorralándola contra el Mustang.

—Señor Rogers... —. Lo próximo que fue a decir, quedó atrapado entre el beso corto que él le dio—. Me convenciste.

Intercambiaron teléfonos, donde anotaron sus respectivos números. Natasha se subió a su Corvette, Steve a su Mustang y, ambos salieron, uno detrás del otro de la universidad, no sin antes acordar volver a verse y darse un par de besos más.

Entró con una sonrisa de satisfacción que se desvaneció en cuanto vio que todos sus amigos estaban en el salón común, con caras largas.

—Por fin llegas —anunció su entrada Clint, que parecía molesto, estresado y preocupado.

— ¿Qué está pasando? —preguntó con hostilidad.

—Es Brock —dijo Bruce—. Ha estado haciendo movimientos extraños.

— ¿Qué clase de movimientos? Explíquense.

Banner se acobardó a seguir explicando cuando la mirada verde furiosa de la rusa, lo atrapó. Tony tomó su lugar, mientras Thor salía camino a la cocina con la caja de cornflakes en sus manos que seguramente había tomado sin permiso.

—Estuvo haciendo pequeñas reuniones con chicos de bajo rango de la lista, que tienen padres influyentes, incluso me invito a formar parte de su club de perdedores, no entiendo cómo pueden sentarse en esas sillas asquerosas —. Hizo una mueca de asco. Y ya había perdido el hilo, ¿Cómo podía ser un "genio" si perdía el hilo de lo que debía decir?

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