Take my hand♔

Capítulo XVIII

¡Antes de empezar el capítulo!

Viernes por la noche, viernes de lluvia, viernes de amor♥

Capítulo XVIII

—Vine... —. Apartó la vista de la castaña y la enfocó en el rostro de Steve—. Vine a hablar contigo.

— ¿Acaso tenemos algo de qué hablar? —preguntó Steve, enarcando una ceja.

Estas palabras se sintieron como una estaca en el corazón de Natasha, ¿Qué clase de pregunta era esa? ¡Claro que tenían algo de qué hablar! Natasha se mordió el labio y respiró profundo. Sus ojos se conectaron y lo que ella vio en los azules orbes de su ¿novio? La asustó y le molestó.

—Creo que debería irme —dijo Peggy, incomoda por la situación.

—No, Peggy, la que se tiene que ir es la señorita Romanoff —dijo el único hombre en el lugar con petulancia.

Otro golpe que le dejó sin aire, la pelirroja reprimió una jadeo. Steve tenía una expresión inescrutable en el rostro, nunca se la había visto y, lo peor de todo, le dolió que no la dejase hablar. Quiso gritarle mil cosas en la cara, y a la mojigata de Peggy, pero se olvidó de respirar y todo se tornó borroso.

Y no te olvides de respirar profundo, no quiero que Steve me llame porque te desmayaste, las palabras de su hermano pasaron por su cabeza. Y soltó el aire que estaba reteniendo, Steve no llamaría a nadie y ella no haría que su hermano se preocupara más por ella.

Se sostuvo del mesón, temiendo que se mareara por la llegada violenta del oxígeno a su cerebro, cuestión que sucedió. Steve dio un paso hacia ella, pero seguía estando demasiado lejos.

—Parece que tú no tienes de qué hablar, Rogers —dijo con determinación—. Pero, yo sí y me vas a escuchar.

No apartó su mirada intensa de la de él, lo vio acercarse y tomarla del brazo sin delicadeza alguna, llevándola al pequeño estudio.

—Ya regreso Peggy —dijo cuando pasó por el lado de la aludida.

Esto no le gustó para nada a la rusa, puesto que se zafó de un tirón.

—Que sea la última vez que me agarras así —amenazó.

Lo vio sentarse al borde del escritorio de caoba y cruzar los brazos sobre su pecho. Enarcó una ceja y dijo tosco:

—Habla. Escucho.

Todo lo que tenía que decir se le había ido, se había perdido en él y en sus malditos ojos azules, intentando descifrar la clave que le dijera todo lo que sentía. Steve vio que ella no decía nada, y se dijo que hablaría él.

—Parece que no vas a hablar, yo sí —anunció—. Y solo haré una pregunta.

—Hazla —musitó ella.

— ¿Por qué?

Todo el cuerpo de ella se tensó, otra vez esa pregunta. Lo vio a los ojos y frunció el ceño. ¿Por qué, qué?

— ¿Por qué me mentiste? ¿Por qué no me dijiste todo desde un principio?

—Porque no suelo decirle a todo el mundo lo que hago, tú sabes, es ilegal. Suelen usarlo en tu contra —. Se encogió de hombros.

— ¿Por qué perdiste la carrera de ayer? —preguntó sin esperar una respuesta.

—Porque se suponía que te iba a decir —respondió un poco sorprendida de que supiera ese pequeño detalle.