Capítulo VIII

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Entró al aula 5–B, tenía clase de Historia de la Pintura. Aún estaba aturdido, acababa de ver a Peggy, y no sabía qué hacer, ni siquiera recordaba haberse despedido de Natasha o haberle dicho si se encontrarían después, solo pensaba una y otra vez en ella, la castaña que pasó frente a su auto. Tomó asiento en uno de los últimos puestos, mordía el borde de su lapicera nerviosamente y veía la nada, hasta que vio a la misma rubia que estaba con Peggy entrar a su clase, iba sola, pero era ella. Esperó a que tomase asiento para sentarse a su lado, de la manera más discreta. Necesitaba preguntarle si esa era Peggy, quería que le asegurara que era ella. Necesitaba conseguir, aunque sea, su número.

La clase transcurrió lenta y fastidiosa, el rubio no hallaba que hacer con todas las dudas que le azoraban la cabeza. No entendió nada de lo que explicaron, ni copió nada de lo que habían dicho, de todas maneras no se preocuparía, en casa tenía un libro sobre el tema o ¡Bingo! Le pediría el cuaderno a su compañera para luego poder hablarle.

El profesor Talbot terminó la clase, el impaciente alumno salió a esperar a la chica rubia de ojos azules, que no tenía nada parecido a Peggy, en el pasillo. La escuchó hablar con algunos alumnos, luego con el profesor, los nervios lo estaban matando hasta que ¡Por fin, salió!, y sus nervios estaban peor.

—Hola —le dijo caminando a su lado—. ¿Eres nueva? No te había visto por acá —. ¡Qué patético, Rogers! ¿No se te pudo haber ocurrido otra cosa?, se reprendió.

—Hola —respondió poco segura—. Sí, me transfirieron este año.

—Con razón. Steve Rogers —. Extendió su mano y la estrecharon.

—Sharon Carter.

Detuvieron su paso en la entrada del edificio.

—Carter —murmuró para sí mismo—. Oye Sharon, ¿podrías hacerme un favor?

—Depende —. Arqueó una ceja y sonrió de manera coqueta.

Sharon, una rubia de metro setenta con cuerpo de modelo y grandes ojos azules, que no era nada tonta. Sabía a quién tenía al frente, sabía exactamente que quería él y se lo daría, si al menos tenía la oportunidad de salir con ese guapísimo hombre que parecía más un modelo de Calvin Klein y no un nerd en Artes, le daría todo lo que le pidiera.

— ¿Me prestarías tu cuaderno de apuntes? Es que el mío lo olvidé en el auto y no me dio tiempo de buscarlo —mintió con una mano en la nuca y otra en el bolsillo delantero de su jean.

La desilusión embargó a la rubia. ¿En serio le estaba pidiendo su cuaderno? Bueno, tampoco debía esperar mucho de un nerd en el cuerpo de un modelo.

—Vale. ¿Por qué no? —. Sacó el cuaderno, y se lo dio—. El lunes lo espero.

—Si. El lunes te lo traigo.

Se sonrieron y Steve desapareció entre el campus. Recordó que iba a verse con Sam para explicarle algunas cosas de dibujo técnico que él no lograba entender. Caminó hasta la biblioteca, allí lo encontró, se saludaron y entraron, tenían poco tiempo porque ese día los recesos entre clases eran más cortos y salían más temprano que de costumbre.

Natasha caminó hasta la cancha de fútbol campo después de soportar toda la mañana entre clase y clase, sin faltar a ninguna y sin dormirse –cuestión que para ella era un récord–. Se acercó a Jane, que estaba esperando a Thor para ir a la cafetería, supuso que Betty y Bruce irían con ellos, porque allí estaban también. Los saludó a todos con una sonrisa, ya que estaba fumando y tomó asiento.

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