Capítulo XXXIII

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Tocaron la puerta, y la pelirroja proveniente de Rusia salió corriendo de su lugar en el salón, donde estaba Pepper hablando de la importancia de cuidarse entre sí, de confiar el uno en el otro y otras cosas que tenían que ver con lo sucedido con sus compañeros. Abrió la entrada a su casa, agarró a Steve del cuello y le plantó un gran beso que lo tomó desprevenido; y éste no tuvo más opción que rodear la cintura de su novia y seguirle la acción. No es que se quejara, sino que sabía que vendrían comentarios incomodos sobre ellos, sobretodo de parte de Tony, que no se callaba nada.

Los pensamientos del rubio dejaron de seguir cuando la estudiante de arquitectura lo atrajo hacía sí misma, intensificando su ósculo y mordiéndole el labio inferior con delicadeza.

— ¡Busquen cuarto! —gritó Tony, lanzándole una almohada a la mujer, quien le hizo un gesto obsceno con la mano, sin apartarse ni un centímetro de su novio.

»—Steve, ¿qué no tienes condones? Yo te regaló una caja, pero dejen de compartir saliva en mi presencia —siguió.

—Rogers. Romanoff —carraspeó Clint, incomodo.

Natasha se alejó de los labios del mencionado por su hermano y sonrió al verlo más rojo que un tomate y con la respiración agitada.

—Por fin llegaste —susurró.

—Creo que tendré que tardarme en venir más a menudo.

Una sonrisa se expandió por el rostro de la cumpleañera, quien tenía un pequeño moretón en la mejilla y unas horribles marcas en el cuello, que se veían a medias por su sudadera con capucha. Ambos entrelazaron sus manos y entraron a la casa, que tenía comida por todas partes y había varias botellas sobre la mesa. Todos pasaron al patio trasero de ésta, donde se encontraban varias sillas y comenzaron a hablar.

Natasha estuvo a poco a matar a Tony, cuando éste comenzó con sus comentarios incómodos, que cambiaron de rumbo cuando ella contraatacó recordándole la veces que él se quería comer a Pepper mientras tenía unos cuantos tragos encima.

Y así estuvieron, hasta que Clint notó algo que no estaba allí antes, mientras la mano de su hermana descansaba sobre el muslo de Steve, entrelazada con la de él.

—Natasha Romanoff —dijo llamando la atención de todos, porque lo dijo demasiado serio.

Repentinamente, se quedaron en silencio y todos vieron a la mencionada.

— ¿Qué?

— ¿Qué mierdas es eso que llevas en la mano? —preguntó con tal drama que cualquiera pensaría que era su padre.

Clint señaló hacia la pequeña piedra que pasaba un poco desapercibida porque los dedos del rubio no dejaban de rozarla. Ella vio hacia su mano y no entendía a qué se refería, hasta que recordó su regalo de cumpleaños.

—Un anillo, ¿Por qué? —respondió sin vacilación.

— ¿Un anillo? ¿Simplemente eso?

—Sí, un anillo. ¿Cuál es el problema? —. Ya estaba a la defensiva.

Él estaba un poco desencajado, y su actitud era la de un papá enojado o un hermano muy celoso, y esto molestaba un poco a la rusa, quien le dio un vistazo a Steve y luego a su hermano.

— ¿Podemos hablar a solas? —pidió él.

Natasha puso los ojos en blanco y asintió. Barton se puso de pie y caminó hasta el interior de la casa, mientras que ella le daba un beso en la mejilla al artista y éste le respondía con un apretón de manos. Siguió a Clint hasta la cocina, donde él se preparaba un trago. Tenía el entrecejo y los labios fruncidos, parecía muy concentrado en lo que hacía, pero no lo estaba, porque sintió los sigilosos pasos de su hermana. Elevó la mirada hacia ella, quien tenía los brazos cruzados y una ceja arqueada.

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