No sabes lo que yo tengo que vivir.

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—Pero, tía, ¿no entiendes qué te hubiera podido matar? —se alarma mi amiga, después de haberle relatado lo sucedido hace aproximadamente una hora, mientras me mira, preocupada.

—Angie, te dije que paró —suspiro, por segunda vez ante la excesa preocupación de ella, para luego alzar mis manos y posarlas por mi cuerpo, mirando a mi amiga— ¿Lo ves? ¡Estoy viva!

Angie, resopla apartando la mirada de mí y haciendo así que su flequillo cortado a media luna se mueva lentamente hacia el lado contrario, para tras unos largos segundos, volver a mirarme, esta vez más calmada.

—Está bien, ya me relajo... —murmura por fin, recolocándose el flequillo con una mano, mientras observo como se muerde el labio, seguramente intentando no soltar otras de sus preguntas sobre si de verdad estoy bien, sino que opta por otra— ¿Y tú padre no te ha llamado aún?

Niego con la cabeza y me recoloco la manta que me cubre, incómoda ante la mención de mi padre, a lo que Angie me mira frunciendo el ceño, confusa.

—Tampoco he traído el móvil —aclaro, haciendo que mi amiga suelte un suspiro de alivio y desvíe su mirada hacia la ventana— ¿Qué?

—Tu padre te quiere, Nata —me dice, aunque de la manera que lo dice se asemeja a una confesión que yo soy incapaz de creerme.

—Me quería —la corrijo, agachando la mirada hasta la taza de tila que sostengo en mis manos— Todo cambió desde la muerte de mi madre.

Dejo escapar un sonoro suspiro, antes de volver a tomar un pequeño sorbo de la tila que la madre de Angie se ha ofrecido a prepararme después de verme en un estado no muy agradable.

Tras el pequeño encontrozonazo con aquella mujer y los fugaces ojos con los que me choqué, la calle se quedó solitaria de nuevo, dejándome sola entre las sombras y sin ya ningún llanto que seguir.

Luego de decidirme por fin a caminar de nuevo, intentando aliviar mi dolor de cabeza y aferrándome a mí misma con el objetivo de conseguir calor, llegué hasta la casa de mi amiga, donde gracias a cualquier suerte que me alcanzó en el camino, ambas su madre y ella estaban despiertas.

Apenas podía hablar cuando me abrieron debido al frío y a pesar del par de horas que había pasado ya desde que me fui de casa, seguía anclada en mis pensamientos en los que mi padre aun permanecía, mientras conversaba sentada en la cama de mi amiga.

—Natalia, es tu padre —me recuerda, volviendo la mirada a mí, de tal manera que llega a asustarme— A pesar de vuestras discusiones él siempre te querrá —trago saliva, suspirando— Porque él te quiere.

Retiro la mirada de ella, negando con un gesto de cabeza y sabiendo que por mucho que las palabras de Angie tuvieran que ser realidad, esa no va dirijida a esta mentira.

Doy otro sorbo a la tila, en un intento de olvidarme del tema. Ya es suficiente los pensamientos que le he dedicado y no pienso seguir haciéndolo.

—¿No vas a decirme nada? —insiste, mediante un bufido, y aunque no la estoy viendo sé que ella me ataca con la mirada— Natalia.

Cierro los ojos escuchándola llamarme, sin embargo, no volteo a mirarla.

—No quiero hablar más del tema —bufo, aferrando mis manos a la taza, tratando de que por lo menos esto, alivie el comienzo de mi enfado.

—¿Qué no quieres hablar más del tema? —se mofa ella, sonando sarcástica— Dime entonces, ¿de qué quieres hablar? ¿De qué tienes una familia que te quiere? ¿De qué tienes el suficiente dinero como para ahogarte en él? ¿De qué eres la más popular del instituto, sin hablar del barriosu—su voz comienza a ser agitada, sin embargo, no es eso lo que me sorprende, sino las tantas palabras que dice, sin apenas saber si son verdad— Venga, Natalia, cuéntame, ¿de cuáles de esos temas quieres hablar?

—Mi madre está muerta, por lo que apenas me queda —comienzo a decir de repente, soltando la taza sobre la mesilla que se encuentra a mi derecha, ahora mirándola— El dinero, para tu información, no supera a la felicidad —siento de nuevo un nudo en la garganta, percatándome de que esas palabras eran parte del discurso de mi madre cada vez que discutía con mi padre— Y no me importa ser popular si una de mis mejores amigas me restriega toda mi penosa vida y no es capaz de por un vez consolarme.

Cuando termino de pronunciar la última palabra, ya siento escocer los ojos, y aunque sé que no debería, acabo llorando, tapando mi rostro con ambas manos, mientras acabo soltando las últimas palabras que soy capaz de pronunciar.

—Tú no sabes lo que yo tengo que vivir.

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¡Buenas! Ya tengo otro capítulo escrito, y no , si subirlo ahora, así qué de los votos y comentarios que me lleguen.

También he pensado en subir otro, quizás a la noche, para dejaros buen sabor de boca. No desvelo nada xdd.

Y último, este capítulo va dedicado a @matil0104. Gracias por tus comentarios, de verdad.

¡Au revoir!

- nne.

Finjamos ser algo. #Wattys2016Donde viven las historias. Descúbrelo ahora