Haz lo que quieras.

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—¡Tías, tías! —chilla Kathy nada más vernos, mientras avanza rápidamente hacia nuestra posición.

Algunos estudiantes se voltean, alertados, por el alto tono de voz que ha empleado mi amiga, sin embargo, para Angie y para mí, ya es algo normal en ella.

Los alumnos no tardan en volver a sus asuntos, al percatarse de que se trata de ella y que si alguno se atreve a reírse de alguna de mis amigas, lo tendrá complicado eso de acabar el curso sin complicaciones.

—¿Qué pasa? —le pregunta Angie, cuando Kathy llega hasta nuestra posición, intrigada.

—Oh, no os lo vais a imaginar... —dice, aunque de la forma en que habla, parece más un grito de entusiasmo.

—Pero dilo —le digo, esperando que suelte de una vez lo que tenga que decir.

—Que sí, que ya lo digo, pero dios... —suspira, mirando al techo, para luego volver a mirarnos sonriente— ¡He conocido a un chico!

Comienza a dar saltitos en el sitio, alzando las manos cual niña pequeña, y sonriendo como nunca la había visto hacer.

Sin embargo, tanto Angie como yo, nos quedamos quietas, indiferentes ante su noticia.

Ambas hemos tenido varios novios, pero Kathy, ella es demasiado inocente y impulsiva con sus sentimientos, y cuando conoce a un chico se piensa qué éste será el hombre de su vida. Luego, después de que se de cuenta de que se ha equivocado, promete no volver a cometer el mismo error, pero vaya, no se puede cambiar a alguien que es como es.

—¿No os alegráis? —pregunta, intensificando su sonrisa hacia nosotras, a lo que nosotras sonreímos de vuelta, sin saber que decir— ¿Por qué no os alegráis?

Su sonrisa acaba desapareciendo tras analizar nuestros rostros unos segundos, y parece ofuscarse, cruzando ambos brazos sobre su pecho.

Y aunque quiero apoyarla, ya no sé como decirle que deje de ser así. Es mi amiga, por lo que quiero lo mejor para ella, sin embargo, nunca encuentro las palabras exactas que puedan ayudarla, pero a la vez no la hagan sentirse mal.

—Claro que nos alegramos —Angie es la primera en hablar, sonriendo en exceso, lo que hace que su respuesta no quede demasiado convincente. Y Kathy se da cuenta de ello.

—Sí —apoyo a mi amiga, recolocando los libros que llevo entre mis brazos, pensando en algo que corte la tensión que parece comenzar a nacer— Ahora cuéntanos como es.

Al principio parece dudar, mirándonos a ambas, sin embargo, su entusiasmo supera al leve enfado qué le hemos producido, por lo que inmediatamente adopta de nuevo una sonrisa, y deja escapar un suspiro antes de comenzar a hablar.

—Lo he conocido en mi clase de química —nos cuenta, descruzando sus brazos— Y es un chico nuevo que viene de Sevilla, y bueno, no había sitios libres cuando llegué por lo que me tuve que sentar con él —me río cuando alza las manos en forma de victoria y vuelve a sonreír, para continuar— El caso es que, le hablé —suspira— Me presenté y bueno, comenzamos a hablar, aunque recibimos varias quejas del profesor, pero eso es lo de menos —le quita importancia, dando una palmada al aire— Y una cosa llevó a la otra y... ¡hoy hemos quedado!

—Vaya, ¿ya tan rápido? —le pregunto, aunque me obligo a sonreír, porque no quiero que se sienta mal.

—Sí, bueno —dice y suelta una risa— El amor nunca espera.

Ambas reímos ante su expresión de felicidad infinita, y yo, pensando que ojalá ella esté en palabras ciertas.

—¿Y cómo se llama? —le pregunta esta vez Angie, que ha dejado reírse para mirar a mi amiga, por lo que aflojo mi sonrisa, y presto atención a su respuesta.

Finjamos ser algo. #Wattys2016Donde viven las historias. Descúbrelo ahora