Existen pequeñas ayudas.

464 34 4
                                    

Ariadna.

—¿Tengo que ser sincera? —increpo, alzando una ceja, y de manera insconciente, lanzo un corto suspiro al aire, reponiendo segundos después mis pulmones. Tarde o temprano todo vuelve. Cata asiente y yo desciendo la mirada.— No estoy bien.

—Eso ya lo veo —rueda los ojos— Lo que quiero saber, es lo que sucede para que estés así.

—Todo, Catalina —suspiro de nuevo y dejo caer mi espalda sobre el respaldo del sofá de mi salón. Su tejido es moldeable y esponjoso, lo que logra disipar una pequeña parte de tensiones en mí. —Hoy he discutido con Dani, vivir con Natalia me está resultando complicado y a cada día que pasa es uno menos para la boda de mi madre y su padre.

—Pero hasta ahora habías estado bien, ¿por qué de repente piensas así?

—Lo he estado pensando desde el primer minuto —admito, y humedezco mis labios, tratando de aprovechar los líquidos de mi cuerpo en algo que no conlleve derramar lágrimas— Ahora es cuando me doy cuenta de que esto es la realidad y no puedo cambiarla.

—¿Creías que era una pesadilla y qué acabaría algún día? —ennarca una ceja y se acomoda a mi lado, mirando al frente. Una ingenua risa ensordece mi mente, recordándome la cantidad de veces que escuché decir esa frase a Paula.— Yo también solía pensar eso. Cuando mi hermano se fue... —regula su voz y continúa— A Francia, me dejó sola con mis padres. Prometió que volvería, pero, a día de hoy, él no ha vuelto aún.

—¿No has vuelto a hablar con él? —formulo, tragando saliva. Un nudo grueso se carga en mi garganta y me impide omitir cualquier nueva palabra, a menos que quiera caer de nuevo en el llanto. Las numerosas hipótesis acerca de su hermano vuelan de nuevo a mi memoria.

—Sí —afirma y mueve su cabeza, en vaivén, alejando cualquier pesadumbre que pueda recaer en ella. Realmente admiro la fuerza que logra reunir cada día.— Un par de veces, pero en ambas terminamos discutiendo. Vivir con mis padres es complicado..., pero a él no parecía importarle lo que yo pensaba.

—¿Y aún así, te sigue doliendo, Catalina? —le reprendo, frunciendo el ceño y retirando varios mechones de su rostro— Él se fue porque quiso, tú no eres la culpable. Ni tampoco debes seguir pensando en él, porque él tampoco te cede su tiempo.

—Lucas no se fue porque quiso —sentencia, ascendiendo su mirada a mí y derramando lo que parece estar sintiendo en estos instantes. ¿Ira, furia? Por un momento tiento la idea de alejarme y guardar silencio, hasta que de nuevo su voz hace presencia en mis oídos— Pero ahora, después de estos meses, ya me he acostumbrado a su ausencia, tú deberías hacer lo mismo.

—¿Y cómo? Comienza a aburrirme mi vida —admito y desciendo de nuevo la mirada. Agarrotada en mí misma y dependiente de lo que me rodea. Todo ha alcanzado ese irreal límite del que creí que nunca podría hablar.

—Existen pequeñas ayudas —murmura y en un rápido y silencioso movimiento extrae de su chaqueta una pequeña bolsa plástica. La danza frente a mí, provocando mi confusión, por lo que ajusto mi vista en su interior y entonces reparo en su contenido.

—Yo no... A mí esos rollos no me van —replico enseguida, efectuando, de manera inesperada, un pequeño salto en el asiento. Quizá esté envuelta en una maraña de inseguridades y tal vez, también deba dejarme ayudar por alguien. Pero sé que consumir ese tipo de pastillas disminuiría mis progresos.

—Tomar de vez en cuando, cada vez que te sientes mal, no causará ningún daño en ti, Ariadna —me asegura, posando una vez más sus ojos en mí. Sin embargo, consigo intuir un extraño cambio en sus intenciones.— A mí me ayudaron y a ti también podrán ayudarte, creeme.

Desvío la vista de nuevo a la bolsita llena de pastillas blancas, pretenciosas e insinuadoras. Rompería mis principios y también a mí misma, decepcionaría a tantas personas y atragantaría tanta felicidad en mi interior. Pero... Por una, de vez en cuando, cada vez que me siento mal, no me hará daño, ¿no?

Yo ya me he acostumbrado a su ausencia, tú deberías hacerlo también, las palabras de Catalina reaparecen de manera fugaz en mi mente, mientras mis sentidos perciben la fuerza con la que comienza a atraparme el sabor de mi perdición.

***

Natalia.

—Hola —trago saliva y efectúo un paso atrás, dejándolo pasar, sujetando con fuerza el lateral de la puerta.

—Gracias —murmura y siento su brazo rozar con el mío. Mantiene la cabeza agachada, evadiendo mi mirada, y comenzando a caminar hacia las escaleras.

—Ariadna me ha dicho que la esperaras abajo, aún está cambiándose. —Asiente en un leve movimiento de cabeza, mirándome por unos segundos y enseguida vuelvo a intervenir— Puedes sentarte en el sofá mientras.

Comienza a caminar de nuevo, esta vez hacia el salón y desde la entrada observo como toma asiento en el sofá. Parece incómodo.

Decido acercarme a él, ha pasado ya bastante tiempo desde lo que sucedió entre ambos y quizá él ya lo haya superado.

—Alex —pronuncio, sentándome a su lado. Alza la mirada por un momento, pero enseguida vuelve a desviarla, lo que me hace fruncir el ceño. Parece que estaba equivocada.— ¿Podemos hablar?

—¿De qué? —Lo observo ennarcar una ceja, sarcástico, y de manera inesperada, mi ego cae en picado. Tal vez hace unas semanas rompí mi relación con él y quizá también no me importó demasiado su reacción, pero ahora, sentada frente a él, siento la obligación de compensar nuestro estado.

—A ver —comienzo, humedeciendo mis labios— Fui yo la que te dejé, pero en ningún momento creí que afectaría de este modo -alzo ambas cejas, tratando de encontrar las palabras adecuadas que aparecen y desaparecen en mi mente continuamente— Aunque, tampoco me importó, pero creo que ya ha transcurrido el suficiente tiempo para que ambos podamos comportarnos... Intentar ser amigos.

—Me parece bien —asiente. Sin embargo, su respuesta no me conforma.

Reacomodo mi cuerpo en el sofá, aproximándome a él, y vuelvo a intentar agarrar algún pensamiento que vuelva por mi mente.

—De verdad, Alex, quizá parezca que sea la mala de la película por lo que ocurrió con Ari y...

—¿Ari? —me interrumpe y entonces sus ojos acuden a los míos. —¿Desde cuándo tú la llamas así?

—En realidad... Fue sin querer, no sé, no me he dado cuenta —me excuso, recapacitando sus palabras. ¿Por qué mierdas la he llamado Ari?

Mantiene su mirada en mí, no obstante, teniendo en cuenta su expresión, parece estar reparando en otra cosa o pensamiento.

—Mira, Natalia —dice después de un rato, y yo no puedo evitar morderme el labio— Por mi parte estás perdonada. Cuando me dejaste, me dolió, no te mentiré. Pero, te conozco desde pequeña y sé como eres en realidad. —me sañala con un dedo y luego alza la mirada hacia el techo— Tu madre también lo sabía. Pero desde que Paula se fue tú solo te has preocupado de culparte y alejarte de los tuyos. Está bien que me pidas perdón a mí, pero creo que deberías molestarte más por Ariadna, ella aún vive y puede ayudarte.

______________________________________________

Después de haber leído todos vuestros comentarios no tenía otra opción que la de ponerme a escribir para recompensaros. Al fin y al cabo, vosotras no tenéis la culpa de mi estado.

No cuando podré volver a actualizar, pero hasta entonces, prometo intentar escribir.

Os quiero, capituleras.

- nne.

Finjamos ser algo. #Wattys2016Donde viven las historias. Descúbrelo ahora