Natalia.
—¿Quién eres? —La duda me mantiene ajena a todo lo que sucedió ayer y una pequeña parte de mí espera que el que esté al otro lado de la linea no sea Jesús.
—¿No me recuerdas? —ríe y de un momento a otro, me encuentro arañando mis labios, hecha un manojo de nervios.
—No —niego. Apenas puedo articular palabra.
—Entonces deberé volver a presentarme —oigo como se aclara la garganta y al segundo comienza de nuevo a hablar— Me llamo Jesús, tengo dieciséis años y ayer mantuve una conversación muy peculiar contigo.
—Oh, tú —finjo asombro, aunque, realmente, esto me produce verdadero pavor— ¿Cómo tienes mi número de móvil?
—Bueno —vuelve a reír— Tú misma me lo diste y solo te faltó arrodillarte para suplicarme que te llamara a la mañana siguiente, es decir, ahora.
—¿Cómo? —ahogo un grito en mi garganta y apenas alcanzo a oír lo que dice a continuación. ¿Yo he hecho eso? ¡No, ni bebida de agua!— Eso es mentira.
—Puede que sí. —Su sonrisa se proyecta en mi mente y de inmediato alzo mi mano derecha de un lado a otro como si así pudiera ayudar a que mi último pensamiento se esfumara.— O puede que no —¡Deja de reírte! Quiero decirle— Está bien, te mentí. Pero sí que me diste tu número.
—¿Y se puede saber para qué aceptas el número de una chica que ha ingerido una cantidad excesiva de alcohol? ¿No te das cuenta que podría haber sido peligrosa?
Mi corazón bombea con intensidad y las palabras que suelta mi garganta van prácticamente a su mismo ritmo, mientras mi mente recapacita el porqué de mi ansiado habla. Debería haberle colgado, prohibirme a mí misma escuchar su voz y pasarme el día arrepintiéndome de la noche de ayer. No tiene que ser él el que me la recuerde.
—Soy un caballero, tan sólo te respondí a lo que tú me hablabas. ¿Sabes que eres más agradable cuando llevas dentro de ti alcohol?
—Creo que tú también lo serías, Jesús.
—Ajá —afirma y por un momento la conversación de anoche aparece de manera fugaz en mi mente. Su mirada descentrada, mi voz rota, y la carga de aire que nos rodeaba. Todo era realmente asfixiante y es ahora cuando me doy cuenta de ello. ¿Por qué se me ocurrió en ese mismo momento averiguar el porqué de su visita a mi casa?— ¿Y recuerdas algo o la resaca ocupa demasiado espacio en tu cabeza?
—Recuerdo lo suficiente como para saber que eres un gilipollas.
Mi mano agarra con más fuerza el móvil y con la otra mano intento que la toalla no abandone mi cuerpo. Aún conservo algunas gotas de agua en mis piernas y si permanezco aquí un poco más, el suelo acabrá inundándose.
Oigo su respiración al otro lado de la línea, lenta y pausada, y aunque por un instante pienso en colgarle y deshacerme de una vez de él, acabo por sentarme en el filo de mi cama, soltando un silencioso bufido.
Aún siento los espamos de mi corazón, y a pesar de que mi estómago no parece haber presentado ningún cambio respecto a sensaciones ficticias, esto que ocurre en la realidad sí que logra ocasionar una gran carga de temor dentro de mí.—También me llamaste así ayer, pero no te preocupes, estás perdonada —responde después de unos segundos, esta vez en un tono más acelerado.
—No te pedí en ningún momento perdón —gruño, poniendo los ojos en blanco, para luego añadir con un poco más de firmeza— ¿Para qué me llamaste?
—Ayer te mentí —dice y al momento mis cejas se juntan, sin entenderlo— Te dije que ya lo sabía todo y no lo sé. Aun conservo la curiosidad por ti.
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Finjamos ser algo. #Wattys2016
Romance¿Ángeles? Hay muchos. ¿Yo? Oh, no hay nadie como yo. Orgullosa, egocéntrica, manipuladora. Un chica viviendo entre dolores incurables, recuerdos imborrables y suspicaces ideas que tal vez, sólo tal vez, podrán impedir un nuevo hecho que pueda destru...