Sentimientos bipolares.

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Natalia.

Últimamente, la sociedad dedica más tiempo a reflejar los valores, que a molderarlos. Y así, a medida que el tiempo va anvanzando, la esencia que posee cada persona cae en picado, entrando en una nube de infravaloraciones, que adjunta una nueva carga a cada segundo que los recursos de la gente que de verdad se encuentra al límite disminuyen y parecen evaporarse.

Pierden su ética, palabreja extraña que define todos esos pensamientos que nadan en tu mente y te aconsejan lo que debes hacer, y lo que tu mente y cuerpo puede llegar a soportar. Esos límites que marcan tu vida, los gustos que conservas desde pequeña, las reglas que un día se infiltraron en tu vida—sin tu ser consciente— y te hicieron madurar, las pocas o miles de experiencias que permanecerán vivas en tus recuerdos, y sobre todo, las lecciones que la vida te hizo aprender, a veces, por una acción inadecuada.

Han ocurrido demasiadas cosas en mi vida como para ahora relatarlas todas extensamente, sin embargo, aunque el tiempo no sobre y las palabras no consigan librar el dolor, siempre queda esa reflexión que, sin proponértelo, haces las noches que no puedes conciliar el sueño o aun estando de día, tienes la necesidad de calmarte. En ocasiones, acaba dañandote más y provocando que se liberen nuevas lágrimas, las cuales sí pueden llegar a expulsar parte de tu dolor o, al menos, conducirlo al olvido.

He llorado por la muerte de mi madre e incluso me he culpado por ello, no obstante, no he podido olvidarme de lo sucedido y, ahora que ya no existen opciones de recuperarla, solo queda convencerme de que se trata de una excepción y tanto sufrimiento incesante se debe a los lazos familiares.

Paula ha logrado matar esa pequeña parte que dejaba abierta al mundo, mi parte racional, sociable, divertida, ilusionista, cargada de felicidad que derrochaba por cada momento que pasaba y servía para contrarrestar lo que me pudiera haber sucedido en ese tiempo. Ella se fue demasiado temprano y no me permitió poder usar tal faceta para, por ejemplo, sanar lo que me produjo la muerte de mi madre.

Ésto último me rompió por completo, esparciendo y escondiendo más profundamente y con más perspicacia cada pieza de mi ser, las cuales ya se habían desencajado tras lo sucedido con Paula y no habían vuelto a su lugar, donde todo funcionaba bien.

Y es que, debemos depender de qué ocurre o de cómo sucedió, porque existen millones de reacciones que podemos experimentar y diversos acontecimientos que puede que no lleguen a afectarnos, y ni tan siquiera cerrar los ojos durante una noche, puede hacerte olvidar lo que, realmente, no quieres olvidar.

—¡Nata! —oigo, según descuelgo el teléfono, y no puedo evitar alejarlo unos centímetros de mi oído, alertada ante tal grito— No te lo vas a creer.

Kathy.

—¿Qué no me voy a creer, Kath?

Pongo los ojos en blanco, y me acomodo en el sillón, prestando atención a lo próximo que va a decir.

—¡Hoy nos vamos de fiesta!

Esta vez, el chillido que suelta después de hablar es lo que me ensordece y provoca que vuelva a alejar el móvil de mí, soltando un suspiro.

Supongo que no me ha pillado en mi mejor momento.

—Marco y David quieren celebrar por todo lo alto que cumplen diecisiete, y por eso, han organizado una mega fiesta en un local que según me dijo Marco es de su tío —se toma unos segundos para respirar y luego continúa, sin perder el énfasis en cada palabra— El caso es que me han llamado, ya que me dijeron que tu no contestabas a las llamadas, entonces me dijeron que estábamos invitadas y esperaban que fuéramos y… Tía, ¡por fin una fiesta en el barrio! ¿No te alegras?

Finjamos ser algo. #Wattys2016Donde viven las historias. Descúbrelo ahora