Sentimientos de por medio

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-Hey- oí quejándose a Miguel de lejos.

Me metí en mi habitación y entré en la ducha, allí tardé como tres cuartos de hora, ya que estaba muy cansada, pero salí porque oí sonar mi teléfono.

-¿Si?- pregunté, ya que no me había dado tiempo de mirar el nombre.

-Maria, soy Noel, ¿Cómo estás?- me preguntó.

-Muy bien, ya sabes siempre trabajando- dije- ¿Y tú, como va por New York, todo en orden?

-Mmm...sobre esto yo también estoy en Italia.

-Oh, ¿Y qué haces aquí?- pregunté haciéndome la interesada.

-Ya sabes, visitar aparte de mi familia-dijo con la voz rara.
-¿Y qué tal están?- pregunté siguiéndole el rollo.
-Oh, muy bien, ya sabes, lo de siempre, felices por verme de nuevo...- dijo - ¿quieres quedar conmigo?- me preguntó.
-Claro, ¿a qué hora?

-A las nueve en el parque Pucci ¿sabes dónde se encuentra?

-Claro, allí estaré, hasta luego- me despedí y colgué para cambiarme, ya que era tarde.

Me puse un vestido verde militar que me gustaba muchísimo y me maquille, me ricé un poco el pelo con el rizador y bajé para avisar a los chicos de que me iba.

-¿Dónde vas?- preguntó Miguel.

-He quedado con un chico- contesté obvia.

-Sabes que estamos trabajando ¿no?- dijo enojado.

-Sí ¿Y qué?- pregunté.

-¡Como que ¿y qué? Esto es muy importante no te lo tomes a la ligera!- gritó Miguel enfadado.

-A mí no me grites- dije con voz tranquila- y además que más te da que salga por allí, ¿acaso hoy tenemos algo que hacer?- pregunté con una ceja levantada.

-No, pero...- intento hablar pero lo corté.

-Nada de peros, adiós, llegaré tarde- me despedí de los dos con un beso y subí al coche.

Conduje como media hora y ya me encontraba en el parque, allí lo vi, estaba muy sexi...

-Hola- dijo dándome un beso en la mejilla.

-Hola Noel- dije contenta por verlo de nuevo.

-¿Qué quieres hacer?- preguntó.
-Me gustaría comer, que no he comido nada en todo el día- dije con las manos en la barriga.

-Pues vamos, ¿a qué esperas?- dijo riendo, este hombre tenía cambios de humor muy raros.

Pasamos una noche fabulosa, hablamos de todo y de nada al mismo tiempo, hacia tiempo que no reía tanto.

-Maria- me llamó y yo lo miré.

-¿Si?- dije en un susurro.

-Me encantas- dijo y me beso.

El beso era increíble, primero junto sus labios con los míos, el beso empezó tímido, pero cuanto más avanzaba más agresivo y necesitado se convertía. Sus manos bajaron a mis nalgas y las apretó y yo gemí.

-Oh, nena no hagas eso- dijo con la voz ronca.

Pero yo pasé de él y lo volví a besar cogiéndolo del pelo agresivamente y tirando su cabeza hacia atrás, él gimió de dolor, y eso aún me encendió más de lo que estaba.

-Tenemos que ir a algún lado- le dije yo con la voz entrecortada y desesperada.

-Vamos- dijo él con voz ronca.

Me subí a su coche y la verdad es que en aquel momento, que mi coche estuviera aún en el parque, era el menor de mis problemas.

-Como no te des prisa te juro que te tomaré en medio de la carretera- le dije.

-Joder nena, cállate que aún me excitas más- gruñó él.

-¿No era que el polvo del otro día solo estuvo bien?- le pregunté con una ceja levantada.

Él me miró de reojo, pero no dijo absolutamente nada, solo sonrió de lado, provocando que olvidará todo lo que antes estaba pensando.

Al cabo de unos pocos minutos donde él iba a 130 en la carretera llegamos.

Me empezó a besar otra vez y yo lo seguí, entramos a lo que supuse su departamento. Me cogió del culo obligándome a enroscar mis piernas en su cintura. Él me besaba el cuello mientras yo gemía, hasta que caí en la cama. Le quité la camiseta y me quedé embobada con su torso, era increíble y se lo toqué mientras él me besaba el cuello. Me quitó el vestido y también se me quedó viendo.
-Eres muy hermosa...- murmuró con voz entrecortada y se lanzó otra vez hacia mí.
Cuando ya estábamos completamente desnudos me empezó a lamer todo el cuerpo y yo creía que ya llegaba al punto máximo y que no podría esperar a que me metiera su gran miembro en mi vagina para que me corriera.

-Si no entras ya, te juro que me correré- dije con un gemido incluido.

-Tranquila nena, todo a su tiempo.

Entonces me puso los dedos en mi punto sensible y empezó a moverlos, yo movía la cadera hacia él para que me lo hiciera más rápido y duro, mientras él mantenía su mirada clavada en cada una de mis expresiones.

Sin piedadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora