Traicionada por mi familia

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-No te preocupes, tampoco es para tanto...- dijo Iván restándole importancia.

En aquel momento mi móvil sonó y en la pantalla salía "Papa".

-Hola- dije en un susurro.

-¡Me puedes explicar qué coño hiciste!- gritó exaltado

-Yo...- dije, pero él me corto.

-¡Me llamó hace unos segundos Miguel diciendo que se va, que no piensa trabajar más con vosotros y que si vuelve a trabajar con vosotros dejara el trabajo, ¿me quieres explicar que coño a pasado y porque se ha puesto así?!

-Es que ayer salí porque no teníamos trabajo y...bueno él se enojó porque decía que estábamos allí para trabajar pero... ¡Joder me dormí!- dije exasperada- A todo el mundo le puede pasar, y llegué tarde a casa y él dijo que no nos tomábamos el trabajo en serio y se marchó- dije yo pasándome la mano por el pelo y caminando de un lado para otro, porque sabía que esto era malo y que tendría un castigo seguro.

-¡QUE, QUE!- gritó- Mira María escúchame bien, ¿entendido?- me preguntó, pero yo no respondí- ¡¿entendido?!- volvió a gritar y oí a mi madre de fondo diciéndole que se tranquilizara.

-Si- contesté en un susurro, tenía ganas de llorar porque nunca me había gritado, pero supongo que hoy la he cagado de verdad

-Estoy siempre permitiéndote hacer lo que quieres, por una vez que te mando a hacer algo realmente importante, sales con chicos, que por cierto esto lo hablaremos luego en casa- dijo y yo rodé los ojos- Estoy cansado de que te lo tomes todo a la ligera y por eso como este trabajo es el más importante porque está en juego toda la familia tú estarás fuera- adjudicó.

-¡¿Cómo que fuera?!- grité- ¡No me puedes dejar fuera!- me negué e Iván me miró triste.

-Así es, hoy mismo tomarás un vuelo y volverás a New York, si no vienes vendré yo personalmente y te llevará a rastras por la oreja, ¿me entendiste?-ordenó.

-Si- dije y él me colgó.

Esto no me podía pasar a mí, jamás me había echado de un trabajo, ¡era mi padre!, no me lo puedo creer, aparte me gritó y jamás lo había hecho... grité de rabia e impotencia.

-Maria no te....- comenzó Iván para calmarme.

-¡Cállate!- le grité llorando y me fui corriendo a mi cuarto, sé que luego me arrepentiría por haberlo gritado, pero no necesitaba que nadie me consolara.

-Hermana te quiero conmigo, me haces mucha falta- dije en un susurro desde mi cama llorando lo que no había llorado nunca.

Al cabo de unas horas de no parar de llorar me levanté de la cama e hice todas las maletas, dentro de 1 hora salía mi avión. Bajé las escaleras y allí me encontré con Iván y Miguel ¿Qué hacia el aquí?

-Maria ¿estás bien?- me pregunto Iván mirándome con preocupación, hombre llevaba más de 3 horas encerrada en la habitación llorando, debía tener una cara de mierda.

-Sí, yo siempre estoy bien- dije mirando a Miguel fijamente-Iván siento haberte gritado antes- me disculpé.

-No te preocupes ¿Ya te vas?- me preguntó.

-Sí, ya nos veremos por ahí- dije yo con un intento de sonrisa.

-Yo Maria...- comenzó Miguel.

-Cállate, no te quiero oír, ni a ti ni a nadie- dije marchándome de la casa y viendo la cara de arrepentimiento de Miguel, pero ahora ya era demasiado tarde.

Cogí el vuelo y me llevó otra vez a casa, cuando entré me encontré con mama.

-Hola cariño, tu padre te espera en el despacho- dijo sonriendo un poco, pero yo no le dije nada ni siquiera le di una sonrisa.

Llamé a la puerta del despacho de mi padre.

-Adelante- dijo desde dentro y entré- aquí estas- me miró.

-Si aquí estoy- murmuré intentando no llorar.

-¿Has estado llorando?- me preguntó.

-No mira, mi padre me llama gritándome cuando yo ya estaba aturdida por lo que había pasado y además me quita lo que más me gusta, una misión, pues perdona si te digo que tu magnífica hija ha estado llorando- dije mirándolo fríamente.

-Sabes que te lo merecías- dijo él.

-¡¿Qué me merecía el que, ser quitada de una misión?!- le dije gritando y cayéndome las lágrimas- ¡¿Me puedes decir el puto motivo por el cual me has echado?! ¡¿Por llegar tarde una mañana?! No me hagas reír, como si tú nunca en la vida te hubieses quedado dormido- dije bufando para quitar toda la rabia que tenía y entonces entró mi madre por la puerta.

-Cariño yo creo que tu padre ha tomado la decisión correcta- apoyó a mi padre como siempre.

-¿Tú también? No me lo puedo creer- dije yo pasándome las manos por el pelo mientras me caían las lágrimas. Ellos hacia muchísimo tiempo que no me veían llorar ni siquiera por lo de Ana, solo lloraba en silencio y en mi habitación.

-Lo siento- dijo mi padre- así por lo menos aprenderás la lección.

Yo los miré con el odio más profundo que tenía a los dos, me fui dando un portazo y subiendo a mi habitación. Estuve llorando por horas, hasta que me decidí que no tenía que llorar más, no quería ser débil así que me fui al gimnasio a entrenar. Me cambié de ropa y allí me encontré también a mi madre que hacia ejercicio, yo sin mirarla me dirigí a los sacos de boxeo, me puse música y empecé a golpearlo con todas mis fuerzas hasta que alguien me cogió y me abrazó.

Sin piedadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora