La meta estaba cada vez más cerca, la adrenalina fluía por cada poro de su piel, él era el mejor de la ciudad, ganaría esta noche y se llevaría a la pelirroja para celebrar su triunfo.
Cada preocupación desaparecía al subir a su ducati diavel negra y correr, pasando a todos esos idiotas que no tenían una jodida idea de lo que hacían sobre el asfalto.
El dinero que recibiría ayudaría a su madre. Desde que se convirtió en el hombre de la casa tenía que conseguir dinero a como dé lugar, pronto iría a la universidad y se alejaría de toda esa mierda. Sería el hombre que su madre siempre había querido que sea.
Los gritos eufóricos de los presentes al llegar a la meta no se hicieron esperar, todos pagando apuestas y felicitando al ganador.
— ¡Joder, hermano! ¡Eso fue alucinante! —gritó su mejor amigo, dándole una fuerte palmada en la espalda con orgullo.
—Lo sé —respondió él con una gran sonrisa de satisfacción y suficiencia. Su amigo se carcajeó un rato de su poca modestia para después ir en busca de la morena que lo traía como un bobo enamorado desde el primer año de instituto.
Unos brazos rodearon su cintura por detrás, dejando ver unas largas uñas deslizándose por su torso, seguido de un susurro seductor.
—Ahora sí, prometo que nos vamos a divertir, guapo.
Él rió, dando media vuelta y sostuvo sus muñecas. La acercó a su pecho y la besó con fiereza. Sabía lo que sucedería después y lo disfrutaría. Oh, claro que lo disfrutaría. Pero eso se acaba pronto y al día siguiente volvería ese vacío a su pecho que no sabía cómo llenar.
Al otro lado de la ciudad, en un barrio escondido entre la maleza de los enormes árboles, un gran gimnasio con el deslumbrante nombre en neón "Smith's", se extendía. Los gritos se hacían presentes, aclamando a la siguiente pareja de combatientes para subir al octágono.
— ¡Damas y caballeros! ¡Recién salida de las calles de California, denle la bienvenida a la sexy y extravagante! ¡Hot Women! —la voz del anunciador retumbó por el lugar al tiempo en que una rubia con actitud prepotente subía por la malla del octágono de lucha. Los abucheos fueron pocos pero, aun así, ella les hacía ver una confianza de la que carecía. Todos sabían que al subir ahí se enfrentaban a una de las peores pesadillas de la ciudad.
— ¡Y ahora sí! ¡Lo que han estado esperando toda la noche, señoras y señores! ¡Nuestra peleadora estrella! ¡La que destroza todo a su paso! ¡Vencedora ocho veces consecutivas! ¡La única que ha logrado noquear de un solo golpe a su contrincante! ¡Nuestra chica ruda! ¡Tough girl! —una bata roja con llamas negras ondeó al traspasar la malla, la pelinegra sonrió de costado y alzó una ceja en un gesto de altanería al escuchar su nombre repetirse con intensidad, una y otra vez.
¡Tough girl! ¡Tough girl!
El chico que la ayudaba a colocarse aquellas vendas en sus manos que aun relucían blancas, le instó a quitarse la bata, ocasionando que el ambiente se volviera caótico y su sonrisa engreída apareciera de nuevo.
La pelea comenzó, Hot Women sabía cómo esquivar golpes pero no lograba propinarle un buen golpe a Tough girl, ella era demasiado rápida. Conocía todos los movimientos, previniéndolos mucho antes del impacto.
Tough girl se dejaba llevar por el dolor físico, sentía sus nudillos arder con cada roce de las vendas contra la carne caliente de su contrincante. Para ella eso no importaba, lo único realmente importante era ganar y salir de ahí con una recompensa bien merecida. Si no ganaba la paga debida, patearía el trasero de Kanavagh por hacerla venir en su día de descanso.
Ya harta de todo ese juego que no estaba llevando más que a un aburrimiento seguro, le asestó un golpe a Hot Women que la dejó tirada sobre la lona para ya no levantarse. La chica la había dejado gastar sus energías para que así fuera más fácil acabar con ella.
Todos volvieron a corear su nombre y le hacían propuestas indecentes que ella simplemente contestaba con un:
— ¡Vete a la mierda, imbécil!
Recibió su paga de Manfred, el grandulón la acompañaba a su auto por si a algún idiota se le ocurría meterse con ella cuando estaba regresando a casa.
Al final del día el dolor físico no absorbía todo el dolor emocional, algo le faltaba pero no sabía qué.
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Take The Risk
Teen FictionCharlie Evans, 18 años, sexy, mujeriego, arrogante y misterioso. Courtney West, 18 años, ruda, egocéntrica y misteriosa. Dos chicos tan iguales y diferentes a la vez. ¿Quién dijo que solo los opuestos se atraen? Ellos se conocerán... Todo cambia...