Capítulo 3: "Confundido"

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CHARLIE:

Uno de los momentos más incómodos en mi vida es justo ahora, cuando mi mejor amigo se olvida del término privacidad en plena hora de comida en la cafetería. El sonido que hace al besarse con su novia retumba en mis oídos, haciendo que mis ganas de comer disminuyan.

El chirrido de la silla a mi lado me hace levantar la cabeza de golpe.

— ¡Chicos! —los llama la pelinegra, azotando su bandeja y por primera vez que me senté frente a ellos, se separan. Bendita West—. Les agradecería que no intercambien saliva en mi grandiosa presencia y de mi hamburguesa, si no quieren correr el riesgo que termine vomitándoles encima.

—Qué exagerada, Court —Zaira rueda los ojos. Ella sólo le sonríe con ironía y muerde su hamburguesa.

—Hay una fiesta esta noche, ¿qué dicen? —pregunta Bryan.

—Claro —asiento, distraído. Esa rebanada de pizza con extra queso se había robado toda mi atención. Mi hambre volvió a la vida, así que doy un gran mordisco, deleitándome.

—Yo no sé, luego les aviso —dice West, comiendo sus papas fritas. Zaira suspira, frustrada con nuestras vagas respuestas pero la ignoramos.

Con el tiempo que hemos pasado los cuatro juntos desde aquella noche, hace tres meses, estoy seguro que nos convencerán para ir de cualquier manera.

Seguimos comiendo tranquilos en silencio hasta que alguien se acerca al lado de West. Un chico de anteojos, a simple vista de primer año, sostiene una guitarra rosa y mira con miedo de la pelinegra a mí y así sucesivamente. West se pone rígida y el chico parpadea asustado, dando un paso hacia atrás.

— ¿E-esto es t-tuyo? —le muestra la guitarra. West deja caer la hamburguesa en su bandeja y se levanta furiosa, tirando la silla en el proceso. Toma del cuello de la camisa al chico y lo estampa contra la mesa encima de las bandejas.

Suerte que alcancé a terminar mi comida.

— ¡¿De dónde mierda la sacaste?! —masculla, cabreada. Él la mira, sus ojos agrandándose con el susto reflejado en ellos, y se queda en silencio al igual que toda la cafetería—. ¡Contesta!

—U-una rub-bia me dijo q-que te la entregara —tartamudea. Hago un repaso mental de las pocas rubias que conozco pero no se me ocurre ni una puta idea de quién fue.

Al parecer, West no tiene qué pensarlo mucho porque, cuando menos me lo espero, ya ha cruzado media cafetería a la mesa de las porristas, sosteniendo la guitarra rosa en sus manos.

—Hay que detenerla —susurra/grita Zaira—. ¡La va a matar!

— ¿Y quién la va a detener? ¿Tú? Porque yo ni loco me meto con una Courtney West enojada —ironiza el marica de mi amigo. Ruedo los ojos y me cruzo de brazos mientras observo a la pelinegra.

West llega a la mesa y azota la guitarra en medio de ésta, las porristas sueltan chillidos molestamente agudos y se alejan de ella, dejándola con la rubia acosadora.

— ¡¿Por qué jodidos pintaste mi guitarra, Ramsey?! —no es una novedad ver a Courtney enojada, pero parece que esa rubia en específico la hace perder la paciencia con mayor facilidad.

—Tienes que verlo por el lado amable, querida, te dará un toque más femenino —muchos ríen por el comentario de la rubia pero tratan de disimularlo si no quieren ser degollados por la pelinegra. West la mira aún más furiosa y le estampa la bandeja con ensalada en la cabeza. Meghan chilla, indignada y se levanta a abofetear a West.

Mal movimiento.

— ¡Jodida mierda! —sisea Bryan. La cafetería queda en silencio de nuevo, esperando el próximo movimiento de West.

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