COURTNEY:
Mi mandíbula cae abierta unos segundos en los que todos observábamos a Charlie, anonadados.
¿Había dicho...? ¿Había dicho que él y yo...?
Él parecía no darse cuenta del escepticismo que habían causado sus palabras, ya que miraba a Dylan como toro desbocado, respirando por las fauces con furia.
Antes de que al imbécil de Dylan le diera tiempo a decir o hacer algo, me acerco, empujando a Charlie a un lado y, tomándolo desprevenido, le meto un fuerte puñetazo. Ganando así las miradas de asombro de la cafetería entera.
¡Ya era el colmo! ¡¿Acaso no tienen una puta vida?!
— ¿Pero qué demonios? —Lindsay suelta un grito ahogado y me mira enfurecida.
—Par de imbéciles —espeto, lanzando una mirada fulminante a ambos. Dejando a todo mundo desconcertado, empujo con mi hombro a la peliverde e ignoro las maldiciones de Dylan. Charlie dice mi nombre, pero alzo una mano, negando con mi cabeza en clara señal de que no me siga y salgo de ahí hecha una furia.
Camino por los casi solitarios pasillos dispuesta a ir a casa, pero mi suerte es tan pésima hoy que justo cuando llego a la puerta de salida una voz a mis espaldas me detiene. ¡Mierda!
—Señorita West —me giro tan lentamente como puedo y le sonrío con una inocencia obviamente fingida, porque de inocente no tengo un pelo.
—Director Franklin —saludo con aparente asombro.
— ¿A dónde va? —pregunta, señalando el camino que seguía y me sonríe de una forma que puedo deducir que conoce la respuesta a su pregunta.
—A... a casa —llevo una mano a mi frente y finjo voz de malestar—. Me siento pésimo. Algo debió haberme caído mal de la cafetería y mi cabeza duele demasiado
—Qué extraño —golpea su barbilla con el dedo índice, pensando—. Usted se siente pésimo como... déjeme recordar. ¡Ah, sí! Como tres veces por semana.
Aprieto los labios en una fina línea y me cruzo de brazos. Maldita la hora en la que se le ocurrió andar por los pasillos. Aunque casi inmediatamente una gran idea pasa por mi mente.
— ¿Sabe, director Franklin? —le sonrío y él me mira con justificada sospecha—. Debería ir a revisar por la cafetería.
— ¿Qué sucede en la cafetería? —frunce el ceño, cayendo en mi evasiva.
—Su nuevo estudiante ha causado un alboroto —niego, haciendo un gesto de desilusión de forma teatral—. Yo sé que usted querrá tomar cartas en el asunto.
—Por supuesto, ahora mismo voy —empieza a caminar del lado contrario a donde yo me dirigía, sin embargo, antes de que pueda hacer un baile de victoria, se gira y entrecierra los ojos hacia mí—. Señorita West, vaya a su clase. No quisiéramos que su beca a la universidad se viera afectada por sus constantes retardos y faltas a clase, ¿o sí?
—Claro que no, señor director —mascullo entre dientes. Sonríe satisfecho y se va, dejándome sola en medio del pasillo con, ahora, un verdadero dolor de cabeza.
(...)
El tic tac del reloj me desespera, pero no pienso salir de aquí y que todos empiecen con sus jodidas preguntas.
Sé que a ninguno de mis amigos se le ocurrirá buscarme en esta ratonera. No tengo nada en contra de los pequeños nerds comelibros –hasta podría considerarme parte de ellos–, solo que tengo gustos... diferentes.
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Take The Risk
Teen FictionCharlie Evans, 18 años, sexy, mujeriego, arrogante y misterioso. Courtney West, 18 años, ruda, egocéntrica y misteriosa. Dos chicos tan iguales y diferentes a la vez. ¿Quién dijo que solo los opuestos se atraen? Ellos se conocerán... Todo cambia...