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*ÚLTIMO CAPÍTULO*

Recuerdo poco el como me trajeron a este lugar, estaba mareado pero pude sentir dos pares de brazos sujetando de los míos y arrastrándome a un largo pasillo hasta llegar a tirarme en este lugar colocando la nueva cadena -que tío John había traído- para mi tobillo. Esa misma noche, sus puños no habían dejado de caer en diferentes lugares de mi cuerpo y sus patadas eran más fuertes que las anteriores; ese maldito día, el hombre malo había sujetado de mis cabellos hasta terminar con mi paliza y obligarme a ver lo que tenía en sus manos.

- ¿Sabes lo que es? -habia dicho con burla y una sonrisa de maldad, me tiro una bofetada cuando no respondí-. Es una fusta, un instrumento para domesticar a los caballos. -grite de dolor cuando se había propuesto a dar el primer golpe, ardía y quemaba al mismo tiempo-. Pero también es para educar a niños malos como tu.

Mi cuerpo no respondía a mis órdenes de moverlas, los golpes habían caído más en parte de mis piernas y espalda, llegando a quedarme boca abajo al dolor que sentía en mitad del cuerpo. A penas y podía mover mis ojos que se fijaban en la puerta, la única salida y entrada que hacia el hombre malo al paso de los días.

- Te ex...extraño, Harry. -aprete mis labios cuando más lágrimas caían de mis ojos-. Extraño mucho a Ni...Niall. -hice un puchero y cerré los ojos.

Me estremecí cuando la puerta fue abierta, pero no sentí miedo a la persona que había entrado, sabía que no eran las botas pesadas que tío John siempre traía puestas. Respire agitado cuando unas manos tocaron mi espalda y segundos después sentir un líquido en las heridas, abri lo ojos pesadamente cuando la persona toco mis labios. Sus dedos olían a desinfectantes y a vainilla, una sonrisa cálida dibujo su rostro al ver que había abierto los ojos por completo.

- Todo está bien.

Me dio agua, curó de mis heridas infectadas y después me ayudo a apoyarme en la pared para comer con facilidad los bocadillos que había traído. Nos quedamos en silencio y después de unos minutos un hombre corpulento y más grande que el chico trajo un balde de agua fría. Me hice más pequeño cuando se acercó con una toalla y respire hondo cuando se lo había dado al oji-azul, mojo la tela en una de las esquina comenzando a pasarla después por la piel sucia, se sentía bien estar limpio y con el estomago lleno.

Los días pasaban y tío John seguía golpeandome con aquella fusta; y Dylan, el chico pelinegro y ojos azules, venía en las noches a curar mis heridas en silencio. No hasta que llegó el momento en el que el chico decidió abrir la boca, me encontraba mareado como para verlo con claridad y adolorido por los últimos latigazos.

- ¿Cuántos años tienes Liam? -baje la mirada y apenas susurré mi edad, no me importaba si no lo había escuchado-. Eres un niño...

Intente sonreír cuando coloco una gasa limpia a mi muñeca y la sujetó con vendas blancas, pero Dylan fue rápido en darme una sonrisa ladeada.

- Tengo mie...miedo. -observe como sus brazos se tensaron.

- El amor ahuyenta el miedo, pequeño.

- El amor ahuyenta el miedo...-repeti en un susurro, y entonces recordé-: Y, recíprocamente el miedo ahuyenta al amor.

El pelinegro detuvo sus manos antes de terminar de cubrir la quemadura en la piel de mi brazo, su sonrisa cambio a una forzosa y acaricio con ternura, como si quisiera darme fuerzas, mis dedos de la mano derecha. Soltó un suspiro para luego seguir con la curación de aquella ampoya menos hinchada, sus dedos se movían hábilmente en desinfectar cada lesión que provocaba tío John.

Fue solo una vez después de tanto tiempo que llegue a sonreír cuando Dylan había llegado a aquella habitación a gritos comunicando que John se había ido de viaje por 2 semanas.

- ¿De verdad? -mi voz salió ronca, la garganta la sentía rasposa-. ¿N...no ju...juegas?

- Lo juro, Liam. -mi corazón latió de alegría-. No juego, Jake acaba de decirme. -se acercó un poco más a mí cuerpo recostado y toco mi mejilla, cerré los ojos con fuerza-. Tranquilo pequeño, te sacaré de este lugar.

- ¿Q...Qué...? -abri la boca ante sus palabras.

Las manos de Dylan rodearon mi cuello-. Te sacaré de aquí, lo haré.

Una lágrima cayó por mi mejilla cuando sus brazos rodearon mi cuerpo y sus manos frotaban mi espalda ya curada. Quería gritar de la emoción al escuchar aquellas palabras, y me había prometido que una vez afuera, una vez que todo acabará, iría a los brazos de Zayn y jamás lo soltaria, ningún papel o carta me lo impediría.

- Solo tienes que esperar unos minutos, iré a buscar algo para quitarte esa cadena, ¿Bien, pequeño?

- Espera. -sujete de su muñeca antes que se levantará-. ¿Pr...prometes v...vo...volver?

- Lo prometo.

Fueron las últimas palabras que soltó Dylan el día que sonreí por última vez, Jake lo había traicionado dejándome encerrado y prohibiendo que el de ojos azules no volviera a tocarme o incluso a hablarme.

Mi estómago gruñía a cada segundo, algunas heridas sanaban por las milagrosas manos del chico que alguna vez había curado. La ropa que llevaba encima solo se encontraba sucia en algunos lados, Dylan me la había traído aun cuando el hombre malo seguía aquí y jaloneaba de la tela que me cubría a penas del frío. Una lámpara colgante suspendía del techo, la luz era muy fuerte y cegadora.

- ¡Tú! -me levante con ayuda de mis codos y mire a Jake con un plato de comida en sus manos-. Dice el jefe que te lo comas, sin vomitar, y lo esperes un par de días. -me estremecí a lo último, tan solo había pasado 5 días-. La compañía Payne cerro el trato de exportación de medios de comunicación en Brasil, fue rápido después todo.

Asentí con la cabeza y me levante de aquella incómoda litera, gemí cuando una punzada llego al lado de mi estómago. Una de mis manos se enredo en mis costillas, mis pies desnudos se movieron hasta intentar llegar al hombre alto y musculoso que aun se encontraba en la entrada de la habitación sin tener la intención de moverse. Detuve mis pasos cuando la cadena jalo de mi tobillo dejándome aun muy lejos de Jake, levante la cabeza y lo mire con suplica, tenía hambre.

- To-do. -tiro el plato de plástico a mis pies y la mayoría de la avena cayó en el suelo.

- Gra...Graci...as. -pero solo escuche la puerta cerrarse.

Mi visión se hacia borrosa, por las lagrimas contenidas, cuando doble mi rodillas y caía al suelo tratando se salvar la avena, pero fue imposible al tratar de meterlo a mi boca, estaba sucio.

Solo esperaba que algún día entrara por aquella puerta el amor de mi vida, me salvara y huyéramos juntos, pero solo era un sueño que jamás se cumpliría. Jamás volveré a ver a Zayn.

A mi chico de ojos bonitos.

EDICIÓN// MIEDO || Liam Payne || Libro #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora