Capitulo 9

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La idea que tenía de Caitlin, obviamente, no se parecía a la tuya. Se inclinó hacia delante apretando el vaso de whisky entre las manos. Tenía el ceño fruncido y le temblaba un músculo de la mandíbula. Apoyaba los codos en las rodillas y no apartaba la vista de la alfombra.

-Si no hubiera metido las narices, podrías haberte ahorrado todo esto. ¡Ya había terminado! -espetó-. ¡Si supiera cerrar la boca, se habría dado cuenta de que todo había terminado! Esa zorra me la tenía jurada. Ha estado esperando a que cayera para hincarme el diente. Pero nunca pensé que caería tan bajo como para hacerlo a través de ti.

Era cierto, pensabas. Maldita Caitlin, ¿por qué se había metido donde no la llamaban?

-¡Di algo, por Dios! -gruñó Liam.

Tú parpadeaste, porque él nunca te había levantado la voz, y te diste cuenta de que, desde que había entrado, tenías los ojos fijos en él, pero sin verlo. Sólo te fijaste verdaderamente en él en aquellos instantes, como si necesitaras que sucediera algo para darse plena cuenta de lo que estaba ocurriendo. Aunque, en realidad, no desearas que sucediera por temor a echarte a llorar y derrumbarte.

«Así debe sentirse uno», te decías, «cuando muere un ser querido».

-Quiero el divorcio -dijiste.

Fue lo primero que te vino a la cabeza y te sorprendiste tanto de oírlo como el propio Liam.

-Tú puedes marcharte, yo me quedaré con la casa y los niños. No creo que tengas dificultades para mantenerlos -añadiste y te encogiste de hombros. No cabías en sí de asombro ante tu propia tranquilidad, cuando lo normal era gritarle como una esposa ofendida.

-¡No seas estúpida! -gruñó Liam-. Eso no es posible y tú lo sabes.

-No grites, vas a despertar a los niños.

Aquello fue la gota que colmó el vaso. Liam se puso en pie y dejó el vaso sobre la repisa de la chimenea con un sonoro golpe y derramando el líquido sobre el mármol de la repisa.

Liam te miró con furia, pero no pudo sostener por mucho tiempo su mirada. Agachó la cabeza, apesadumbrado y se metió las manos en los bolsillos.

-Mira ... -dijo al cabo de unos instantes, tratando de recobrar la calma- No era lo que tú crees, lo que esa zorra te ha hecho creer. Sucedió sólo ... por casualidad ... y se acabó casi antes de empezar -dijo haciendo un seco ademán.

«Pobre Selena», pensaste, «guillotinada de un plumazo».

-Tenía mucha presión en el trabajo. La compra de Harvey's ha sido muy arriesgada y amenazaba todo lo que he conseguido -prosiguió, y tomó el vaso de whisky y dio un largo trago- He tenido que trabajar día y noche. Tú has tenido que ocuparte de Jason y he pasado más tiempo con ella que contigo. Luego, los mellizos tuvieron sarampión y no quisiste que contratáramos a una enfermera. Estabas agotada, casi enferma, y yo estaba preocupado por ti, por los mellizos, por Jason, que no dormía más de media hora seguida, y con más dificultades que nunca en la empresa. Creí que lo mejor para ti era que no te preocupara contándote mis problemas en la oficina...

Liam hablaba de los meses anteriores. Un periodo en que tu pensaste que todo lo que podía ir mal había ido mal. Pero no se te había ocurrido añadir a tu lista de problemas que tu marido te engañaba con otra mujer.

-_____... -dijo Liam con voz grave- no era mi intención. Ni siquiera quería hacerlo. Pero ella estaba allí cuando yo necesitaba a alguien, y tú no estabas, y yo...

-¡Cállate! -exclamaste.

Te dieron náuseas y tuviste que llevarte la mano a la boca para no vomitar sobre tu preciosa y carísima alfombra. Te levantaste, Liam hizo intención de ayudarte y tu le dirigiste una mirada hostil. Fuiste dando tumbos hasta el mueble bar y, con manos temblorosas, te sirviste whisky. Era una bebida que detestabas, pero, en aquellos momentos, sentías la angustiosa necesidad de beber algo fuerte.

Liam seguía de pie. Te miró con desconsuelo al verte beber el whisky de un trago y cerrar los ojos echando la cabeza hacia atrás.

Tú tratabas de mantener la calma, pero la tormenta se había desencadenado. Tu cuerpo fue sacudido por un mar de emociones violentas. Te palpitaba el corazón y trataste de respirar profundamente, pero tenías la sensación de tener los pulmones encharcados. Tenías paralizados los músculos del estómago, tu cerebro, al contrario, estaba sumido en un torbellino de angustia y dolor.

-¡Se ha acabado, _____! -dijo con una voz grave que tú nunca le habías oído-. ¡Por Dios, _____, se ha acabado!  


Guía para padres (Liam y tu) Terminada.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora