Capitulo 36

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-La verdad es que aquí no podemos invitar a nadie -replicó Liam, desafiante- Y creo, _____, que, después de todo lo que he trabajado para que podamos comprar casi lo que queramos, deberías darme el placer de comprar algo especial.

Al cabo de algún tiempo, encontraron algo que les gustaba a los dos. Una vieja casa solariega de ladrillo rojo con grandes ventanales y techos altos. Estaba en una pequeña finca delimitada por un alto muro de ladrillo y árboles, para resguardar la intimidad del lugar. El lugar tenía el prestigio que Liam buscaba y era lo bastante acogedor para convertirse en el hogar que querías construir. A los mellizos les gustaba porque tenía piscina cubierta y establos. Además, tenía una pequeña casa para huéspedes ideal para la madre de Liam, que se enamoró del lugar en cuanto lo vio.

En las habitaciones del piso de abajo, vivía una pareja mayor que llevaba cuidando de la propiedad más de veinte años y que estaban muy preocupados por su futuro después de que la casa se vendiera. Tu buen corazón te impidió despedirlos, y Liam se alegró porque así tendrían una asistenta permanente, que te liberaría de muchos trabajos, y un jardinero y chofer para llevar y traer a los niños de la escuela.


Tu te sumergiste en la deliciosa tarea de redecorar tu nuevo hogar, y descubriste, para tu sorpresa, que tenías un gran gusto para hacerla.


Llevabas el embarazo mejor que el de Jason y, mientras el invierno dejaba paso a la primavera, la casa empezaba a estar lo bastante bien acondicionada como para que consideraran la idea de mudarse.


Liam estaba metido hasta el cuello en otro negocio, la compra de una pequeña empresa de construcción de Manchester que había trabajado para él en el pasado y que atravesaba dificultades financieras, así que pasaba más tiempo en el norte del país que en Londres, mientras tu tratabas de concluir los preparativos de la mudanza antes de que tu embarazo te lo impidiera.

Selena se había disuelto de tus pensamientos a medida que habían ido pasando los meses y no había vuelto a atormentarte mientras hacían el amor, aunque tu seguías necesitando hacer el amor a oscuras. Pero, al menos, habías logrado superar una infidelidad que había estado a punto de echar a perder tu matrimonio.

La crisis de los siete años, te decías íntimamente. Si no ocurría nada semejante sino al cabo de otros siete años, podrías soportarlo. Porque te habías dado cuenta de que nunca dejarías a Liam. Sus vidas estaban demasiado unidas por el amor que sentían por los hijos que ya tenían y por el que pronto nacería. ¿Te amaría a ti?, te preguntaste. Desechaste aquella idea como un sueño que pertenecía a los sueños de la niña que habías sido. Pero te habías convertido en una mujer madura, que había aprendido a dominar sus emociones para salvaguardar su matrimonio.

Una tarde que estabas en tu dormitorio, Liam llegó inesperadamente desde Manchester. Estabas sentada en el suelo separando ropa que querías conservar de otra de la que querías deshacerte.

Liam tenía aspecto de estar muy cansado. Por su mirada, tú te diste cuenta de que le molestaba que estuvieras haciendo aquello.


-¿Por qué no contratas a una asistenta? –dijo Liam con impaciencia, quitándose la chaqueta y la corbata y dirigiéndose al baño con cuidado de no pisar la ropa.

-¡No quiero que ninguna extraña husmee en nuestros objetos personales! -exclamaste-. Y además, ¿cómo iban a saber qué tenían que tirar y qué no? ¡Tengo que hacerla yo!


Liam no se molestó en contestar, pero dio un portazo al cerrar la puesta del baño. Al cabo de un instante, tú te levantaste y tomaste tu bloc de dibujo. Cuando Liam salió del baño, recién duchado y con una toalla alrededor de la cintura, estabas echada en la cama y dibujando afanosamente.

-¿Qué haces? -dijo Liam, tendiéndose a tu lado -¡Serás bruja! -exclamó al ver el dibujo y soltó una carcajada.

Se reconoció a sí mismo en el diablo con cuernos y una horca que estaba tomando una ducha. Pero, en lugar de agua, de la ducha caían llamas.

-¡Pequeña bruja! -dijo quitándote el bloc.

Tú fuiste a agarrarlo, pero Liam se tumbó de espaldas y te agarró por tu hinchada cintura mientras con la otra mano echaba un vistazo a las demás páginas del bloc.


Tú te quedaste muy quieta. Te palpitaba el corazón mientras observabas la reacción de Liam al ver tus dibujos. Aquel no era el bloc donde tenías las caricaturas, la que le acababas de hacer era la única de todo el cuaderno. No, aquel era tu trabajo más serio, y nadie lo había visto hasta aquel momento.


Había un retrato de Jeydon, con el ceño fruncido y una mirada solemne. Era igual que Liam, tanto, que a ti te dio un vuelco el corazón al comparar el retrato con él.

Alisson parecía satisfecha de sí misma. Su pelo negro era como un halo alrededor de su cara. Tenía una mirada traviesa la misma con que había recibido la noticia de que su padre iba a comprarle un pony, y sus rasgos expresaban que era independiente y extrovertida. Se parecía a ti, pero no eras tú. En aquel aspecto, se parecía más a su padre.

Había más retratos de Jason, porque tú pasabas más tiempo con él. En uno estaba durmiendo, boca abajo, abrazando a su osito. Había otro dibujo en el que estaba riendo, y sus pequeños dientes asomaban en un rostro lleno de luz. En otro estaba muy serio, concentrado en dar sus primeros pasos.

-Son buenos -dijo Liam. Tú suspiraste.

-Gracias -dijiste e hiciste ademán de tomar el bloc antes de que Liam volviera la hoja- Disfruto al hacerlos.  


Guía para padres (Liam y tu) Terminada.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora