Capitulo 16

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Tu te diste cuenta, en aquellos momentos en que tu vida estaba al borde del precipicio, de que Liam nunca había compartido contigo aquella otra vida excitante y apresurada. Sólo había construido vuestro matrimonio para ti, para que jugaras a ser esposa y madre de vuestros hijos, porque era lo que tú querías ser.

Pero, ¿acaso se trataba sólo de un juego, de una fantasía? 

No lo sabías, no podías saberlo.


Caminaste durante horas. Horas y horas, sin darte cuenta del tiempo que pasaba. Tristes horas de reflexión, contemplando la intensidad de tu propio dolor. Hasta que el más completo agotamiento te obligó a regresar a casa. Estabas agotada y hacía frío, así que tomaste un taxi.

De repente, tu casa se convirtió en el único lugar del mundo en el que querías estar.

Pero, al darte cuenta, experimentaste una sensación de derrota, porque aquello significaba que tus horas de libertad no te habían hecho ningún bien.

Cuando entraste en el salón, Liam estaba sentado en el sofá con un libro entre las manos. Tenía el aspecto de alguien que no se hubiera movido del sitio durante horas. No se molestó en saludarte, que, tras una corta pausa, esperando su repentina explosión de furia, no llegó. Cerraste la puerta y te dirigiste a la cocina. 

Esbozabas una sonrisa. Liam no te engañó ni por un momento con su aire de indiferencia, le habías visto mirando por la ventana justo antes de entrar por la puerta del jardín.


Dejaste el abrigo sobre una de las sillas de la cocina, te quitaste las botas y preparaste café. Liam entró como un gato en busca de su comida diaria. Llevaba vaqueros y camisa de algodón.

-Será mejor que llames a Caitlin -murmuró, apartando una silla con el pie para sentarse en ella.

-¿Por qué? -dijiste con curiosidad, y mirándolo por un instante.

-Porque no he parado de llamarla creyendo que estarías en su casa, y ella no me lo quería decir.

-¿Y por qué estás tan seguro de que no ha sido así?

Antes de contestar, Liam guardó silencio por unos instantes.

-Porque llamé a mi madre para que cuidase de los niños y me fui a su apartamento para ver si era verdad.

-Así que no sólo Caitlin, sino también tu madre sabe que he estado fuera todo el día -dijiste con acritud sirviéndote el café, que ya estaba listo.

-No puedes echarme la culpa de que estuviera tan preocupado después de cómo te fuiste -se quejó.

«Eso está mejor», pensaste. «Eso le enseñará a no tratarme como a una niña. Puede que lo sea, pero eso no significa que me guste que me traten como tal. Además, así se dará cuenta de que su predecible esposa no es tan predecible después de todo.»

Te sentaste frente a él, tomando con gusto la taza de café caliente entre las manos, todavía frías. Liam se pasó las manos por el pelo y luego las apoyó sobre la mesa y comenzó a tamborilear con los dedos, como si algún pensamiento le rondara en su interior. Inclinó la cabeza hacia delante. Tenía el pelo revuelto, como si se hubiera pasado las manos por él muchas veces.

Tú nunca lo habías visto así, con un aspecto tan frágil.

-Tus padres también lo saben -dijo inesperadamente- Los llamé cuando no se me ocurrió ningún otro sitio donde pudieras haber ido. Han estado esperando que aparecieras por Altrincham toda la tarde. Será mejor que los llames para decirles que estás bien.

Así que sólo se le había ocurrido llamar a tres sitios para localizarte. ¿Qué te decía eso de ti misma? Te preguntaste, pero decidiste que ya habías hecho suficiente auto análisis aquel día y decidiste posponer la respuesta.

-Te voy a decir una cosa, Liam -le sugeriste- ¿Por qué no los llamas tú ya que fuiste tú quien los has preocupado? Llama a tu madre y a Caitlin no tengo ninguna gana de hablar con ella.

-¿Con quién? ¿Con mi madre?

-No, con Caitlin -dijiste - Has sido tú el que la has vuelto a meter en este lío después de decirle que se ocupara de sus asuntos, así que, si crees que está preocupada, llámala tú.

-¡Todos estábamos muy preocupados! -exclamó dirigiéndote una mirada furiosa.

-No pienso suicidarme -dijiste con calma, sorbiendo tu café. Cuanto más nervioso estaba él, más tranquila estabas tu- Puede que me hayas tomado por una imbécil, pero no me voy a perder el resto de mi vida por eso.

-¡Yo no te he tomado por una imbécil!

-Claro que lo has hecho. Por ejemplo, cuando has perdido el tiempo pensando que había hecho una tontería -dijiste con mordacidad.

Liam tragó saliva. Quería contenerse, evitar cualquier disputa.

-¿Dónde has ido? -preguntó.

-A Londres -respondiste, irguiendo la cabeza con orgullo.

-¿A qué parte de Londres? ¿Y para qué? Has estado fuera desde las diez de la mañana, ¡casi doce horas! ¿Qué has estado haciendo durante doce horas si las tiendas están cerradas?

-¡Puede que haya salido con un hombre! -exclamaste, y viste con satisfacción que a Liam le mudaba el semblante- No es tan difícil encontrar uno, ¿sabes? Puede que haya decidido echar una canita al aire e irme a buscar... comprensión, ya que, últimamente no encuentro mucha en esta casa -dijiste con ironía.

Liam se puso de pie, dando un golpe con la silla contra el suelo.

-¡Ya basta! -dijo pasándose la mano por el pelo- ¡Deja ya de tomarte la revancha! No solías disfrutar haciendo daño a los demás.  


Guía para padres (Liam y tu) Terminada.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora