Capitulo 33

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-El caso es que -dijo Liam con prudencia:- tengo que marcharme. Ha surgido un problema legal con el negocio de Liverpool y tengo que volver a la oficina para solucionarlo personalmente.

La compra de Harvey's y el negocio de Liverpool, ¿dónde estaba la diferencia?

-Claro que sí. Tú tienes que irte -dijiste con tal acidez que fue como una bofetada en la cara-, Y yo tengo que meter a los niños en la cama.

Lo empujaste con la intención de abandonar el estudio. Pero Liam te detuvo.

-No -exclamó-. Voy a mi oficina, no a la de Selena. No voy a verla. No quiero verla. Estaré en la otra punta de Londres, ¿lo entiendes?

¿Entender? Sí, por supuesto, tú lo entendías todo.

Te estaba pidiendo que confiaras en él. Pero no podías. Tal vez nunca volvieras a confiar en él.

-Tengo que acostar a Jason-murmuraste y lo empujaste para salir de la habitación.

Aquello ocurrió un viernes. Al lunes siguiente, Liam se marchó a Liverpool para atar los cabos sueltos del contrato antes de las vacaciones de Navidad. Y después de un horrible fin de semana, durante el cual los dos se comportaron con exquisita cortesía, tú sentiste alivio al verlo partir.

Pero hicieron el amor el domingo por la noche. Y, en medio de sus desesperados intentos por conseguir algún nivel de mutua satisfacción, Liam rompió una de las estrictas reglas que os habíais instituido entre vosotros y te habló. Te pidió que le perdonaras. Tú le dijiste que se callara, para no estropear más las cosas. Liam se mordió la lengua, pero, cuando te penetró, lo hizo con una ansiedad tal que rayaba en el tormento. Al terminar se separó de ti y hundió el rostro en la almohada. Tú sentiste entonces la desesperada necesidad de consolarlo, pero no pudiste, porque habría sido concederle algo demasiado importante.

El problema era que ya no sabías qué era aquello tan importante, porque habías empezado a perder la noción de las causas que los separaban.

«Selena», recordaste, «Selena».

Pero incluso aquel nombre empezaba a perder el poder de hacerte tanto daño como antes.

Los días siguientes, tú te sumergiste en los apresurados preparativos de las fiestas de Navidad. Ignoraste las frecuentes molestias de tu estómago y te dispusiste a limpiar y reordenar las habitaciones. La noche que volvía Liam, consideraste seriamente si no sería mejor meterte en la cama y descansar.

Estaban todos en el salón, tratando de poner en pie el enorme árbol de Navidad que acababan de traer, cuando se abrió la puerta y entró Liam. Una sonrisa suavizó sus duros rasgos al ver los esfuerzos de su mujer y sus hijos para sostener el árbol.

-Veo que para algunas pequeñas tareas todavía hago falta -dijo en broma, atrayendo la atención de sus hijos.

Los niños te abandonaron y corrieron hacia Liam. Él, fingiendo terror, cayó en la alfombra mientras Alisson y Jeydon se abalanzaban sobre él gritando y riendo. El tercer miembro del trío gateó como pudo hasta alcanzar los pies de su padre.

Tú observaste la escena embobada, mientras las agujas del pino se te clavaban en la palma de las manos.

Fue en aquel preciso instante, al sentir una sensación de dulzura y afecto que jamás habías experimentado, cuando te diste cuenta del valor que tenía tu vida.

Amabas a tu familia. Amabas el amor de tu familia.

Un amor sencillo que extendía sus lazos de unos a otros y que los unía hasta tal punto que, cuando un eslabón se rompía amenazando con romper la cadena, los demás volvían a unirse para formarla otra vez.

El Liam de aquella escena era el viejo Liam. No el que estaba tan cansado que no tenía tiempo de echarse en el suelo para jugar con sus hijos, para disfrutar de ellos.

Jason estaba sentado sobre él, golpeándole el pecho con los puños.

-Me rindo, me rindo -decía Liam, mientras Jeydon le sujetaba por los brazos para que Alisson pudiera hacerle cosquillas sin piedad. Los dos niños sabían que Liam no podía hacer ningún movimiento para salvarse mientras tenía a Jason sentado sobre él- ¡Ayúdame, _____! ¡Necesito ayuda!

Tu soltaste el árbol, asegurándote de que no caería sobre ellos antes de ir a agarrar a Jason con un brazo y atacar a Alisson con tus propias armas, dejando que Liam se las entendiera con Jeydon. Al cabo de unos segundos, el padre había doblado el brazo de su hijo mayor sobre su espalda y no dejaba de darle besos.

-¡Puaj! -protestaba Jeydon, pero, en realidad, disfrutando y riéndose como un loco.

No hay muchas formas de darle a un niño de seis años los besos que necesita, pero que no se deja dar. Liam estaba empleando el mejor truco, porque se los daba jugando. Cuando dejó al niño en el suelo, estaba loco de felicidad, aunque sin dejar de hacer gestos de asco. Luego se moría de risa cuando su padre persiguió a Alisson, que no paraba de chillar, pero que, en realidad, estaba deseando que Liam la abrazara y la cubriera de besos.

Jason observaba con una sonrisa de felicidad y tú te abrazaste a él. El cálido cuerpo de tu hijo te reconfortó, aunque en realidad, lo que más deseabas era esperar a que te llegara el turno de que Liam te persiguiera también a ti, como había hecho en el pasado.

Que Liam estaba pensando lo mismo quedó claro cuando dejó a Alisson en el suelo y te miró con incertidumbre. Tu sentiste una repentina timidez y le ofreciste a Jason, agachando la mirada mientras Liam se tumbaba en el suelo jugando con su hijo pequeño.

Precisamente en aquel instante, el árbol de Navidad comenzó a inclinarse. Tú lo atrapaste a tiempo, pero se te echó encima. Otra mano, más grande y fuerte que la tuya apareció de repente para sostener el árbol, volviendo a ponerlo recto con gran facilidad.

-Te ha arañado en la cara -dijo Liam, tomándote entre sus brazos y besándote en la comisura de los labios y acariciándote con la lengua- Hola -murmuró suavemente.

Tú te sonrojaste.

-Hola -respondiste con voz grave.

Liam te besó de nuevo, con intensidad, ternura e intimidad. Fue un beso cálido y lleno de vida. Tú cerraste los ojos y te abandonaste al abrazo de aquel cuerpo que conocías tan bien.

El sonido del timbre de la puerta los separó. Sus hijos se apresuraron a abrir, porque a aquella hora esperaban a Pattie.

-Tu madre va a llevarlos a oír villancicos -dijiste.

-¿Sí? -replicó Liam distraídamente, sin dejar de mirarte intensamente- Mejor -añadió con un murmullo y te besó de nuevo, suavemente. No se separó de ti ni cuando su madre entró en la habitación.

Tú ni siquiera la oíste. El amor que creías perdido para siempre palpitaba en el fondo de tu ser, alimentando una deliciosa calidez en cada rincón de tu cuerpo. Con un suspiro, que fue como el suave murmullo de una brisa, le acariciaste los brazos y enterraste los dedos en sus cabellos.  


Guía para padres (Liam y tu) Terminada.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora