Capitulo 8

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Liam cerró los ojos. No te había mirado desde que entrara en la habitación. Estiró las piernas y tomó el vaso con ambas manos. Tu te fijaste en sus dedos: largos, fuertes y con las uñas perfectamente cortadas.

Era un hombre fuerte y alto, y siempre aseado. Buenos zapatos, trajes elegantes, camisas a medida y corbatas de seda. Estaba más pálido que de costumbre, pero su semblante, que reflejaba tensión, seguía siendo atractivo. Sus rasgos eran bien formados y suaves, tenía la nariz recta y la boca delgada, en un gesto de determinación. Iba a cumplir treinta y dos años y siempre había sido muy masculino, aunque, con el paso de los años, habían ido aflorando otras facetas de su carácter.

Había adquirido una fuerza interior, que tal vez, suele aparecer siempre con la madurez, y una nueva confianza y conciencia de la propia valía. Su rostro reflejaba su personalidad, es decir, la de un hombre acostumbrado a ejercer el poder y con la capacidad de superar eficazmente las dificultades. En su compañía, se tenía la sensación de estar ante un hombre especial.

Otro rasgo eminente de su personalidad, pensabas, era su dominio de sí mismo. Siempre había poseído una gran capacidad para controlar sus emociones, raramente perdía los nervios, raramente se irritaba cuando las cosas no marchaban como él quería. Ante los problemas, tenía la rara habilidad de olvidar los aspectos negativos y extraer lo más positivo de la situación.

Aquél era el rasgo más sobresaliente de Liam Payne, presidente de Payne Holdings, una organización que, en pocos años, había crecido de un modo extraordinario. Compraba pequeñas empresas que no marchaban bien y las reconvertía en filiales de la suya, logrando que obtuvieran grandes beneficios.

Lo había hecho todo con sus propios medios. Manteniendo un delicado equilibrio entre el éxito y el desastre, aunque sin llegar a poner en peligro el bienestar de su familia, había construido un pequeño imperio. Por el contrario, te había rodeado de lujo, tanto como podías desear.

-Y ahora, ¿qué? -preguntó de repente, levantando los párpados y revelando la belleza de sus ojos marrones y profundos.

Así que no iba a tratar de negar nada, te dijiste.

Deseabas encontrar algo que decir, pero no sabías qué. 

-Dímelo tú -dijiste, todavía con aquella tranquilidad asombrosa.

Caitlin debía haberle dicho que temía que cometieras colgarte de una lámpara. Qué melodramático, qué novelesco. Pobre Caitlin, pensabas con simpatía, qué mal tenía que haberlo pasado.

-Es una zorra -gruñó Liam.  


Guía para padres (Liam y tu) Terminada.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora