Capitulo 10

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-¿Cuándo se acabó? -le preguntaste mirándolo a los ojos- ¿Cuando te permitiste el lujo de volver a hacer el amor conmigo? Pobre Selena.

El whisky comenzaba a hacer el efecto deseado.

-¿Me pregunto a quién de las dos tomas por imbécil? Liam sacudió la cabeza negándose a aceptar la lucha.

-Simplemente, ocurrió -dijo tristemente, pasándose la mano por el pelo-. Ojala no lo hubiera hecho, pero no puedo echar marcha atrás, aunque sea lo que más deseo. Por si te sirve de algo, te diré que me avergüenzo de mi mismo. Pero, y te lo juro por Dios, te doy mi palabra de que no volverá a suceder de nuevo.

-Hasta la próxima vez -dijiste y fuiste a salir de la habitación antes de que los sentimientos sombríos que se agolpaban en tu interior estallaran con amargura. 

-¡No!-exclamó Liam, agarrándote del brazo y atrayéndote hacia sí-.¡Tenemos que arreglarlo! Por favor, sé que te he hecho daño pero necesitamos...

-¿Cuántas veces? -le espetaste, perdiendo el control- ¿Cuántas veces has venido oliendo a su perfume? ¿Cuántas veces me has hecho el amor por obligación después de haberte acostado con ella?

-¡No, no, no! -dijo agarrándote por ambos brazos mientras tratabas de liberarte- ¡No, _____! ¡Nunca! ¡No he dejado que llegara tan lejos!

Se puso pálido ante tu mueca de incredulidad.

-¡Te quiero, _____! -dijo con voz grave- ¡Te quiero!

Por alguna razón, aquella declaración desesperada te enervó y, llevada por la violencia, le diste una bofetada.

Liam se quedó de piedra. Tú te apartaste de él.

Nadie que te conociera te habría creído capaz de sentir tanto odio como revelaban tus ojos. Liam estaba atónito, tratando de digerir el horror que contenía tu mirada.

Sin decir nada más, diste media vuelta y saliste de la habitación. Te detuviste en la puerta de la habitación que compartías con Liam y luego, te dirigiste a la habitación de Jason.

El niño ni se movió cuando entraste. Tu te acercaste te inclinaste sobre la cuna y te quedaste mirando a tu hijo preguntándote si el intolerable dolor que sentías en tu interior te haría enfermar.

Luego, el dique que contenía tus emociones se rompió y con un sollozo caíste sobre la cama que sería de Jason cuando creciera. Te arropaste con la manta y ahogaste tu llanto en la almohada, para que nadie te oyera.

La mañana comenzó con el gorjeo de Jason, que, completamente despierto, pataleaba alegremente en su cuna. Tú tardaste unos instantes en darte cuenta de por qué estabas durmiendo en aquella habitación.

Sentiste que algo se rompía en tu interior al recordar la noche anterior, pero, a los pocos instantes, experimentaste una gran calma, te sentías vacía, hueca.


Guía para padres (Liam y tu) Terminada.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora