Capitulo 35

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La habitación estaba bañada, como de costumbre por una tenue luz anaranjada.

-Esta noche, por supuesto, podemos dormir en nuestra cama -comentaste distraídamente, y recibiste una palmadita en las nalgas.


Eran las dos en punto de la tarde de un miércoles. Liam estaba en su despacho, recogiendo los documentos en los que había estado trabajando para preparar su próxima reunión cuando sonó el teléfono.

-Una señora le llama por teléfono, señor Payne, dice que es la señora Payne.

A Liam le dieron escalofríos. Tú nunca lo llamabas al despacho. ¿Habría ocurrido algún accidente?, se preguntó con alarma. ¿Le habría ocurrido algo a los niños?

-Pásemela -le pidió a su secretaria.


Cuando recibió la llamada, había considerado tantas posibilidades que se desconcertó cuando no oyó tu voz sino la de su madre.


-Empieza otra vez, mamá. Me temo que no he entendido una sola palabra.

Al cabo de unos minutos, estaba en su coche, pisando el acelerador en dirección a vuestra casa. Su madre le abrió la puerta.

-Está ahí dentro -le dijo Pattie con gesto de preocupación y con signos de haber llorado-. Está muy enfadada, Liam-añadió susurrando.


Liam hizo un gesto de dolor al abrir la puerta del salón y verte sentada en una esquina del sofá. Tenías el rostro enterrado en un cojín y no parabas de sollozar. Se acercó a ti con cuidado. Se quitó la corbata antes de intentar tocarte, le temblaron las manos.


-_____-susurró agachándose y apoyando la mano en tu hombro.


-Vete -dijiste sin dejar de sollozar. Liam frunció el ceño, desconcertado y temeroso.


Nunca te había visto así, tan destrozada que ni siquiera podías decirle lo que te ocurría. Permaneció allí, acariciándote los hombros con ternura mientras se preguntaba qué podía haberte llevado a aquel estado. Pensó en Kevin Evans y se le hizo un nudo en el estómago. Si aquel canalla te había hecho daño cuando te estabas recuperando del daño que él mismo te había ocasionado...

-_____... -dijo aproximándose y acariciándote el pelo. Se sorprendió al comprobar que estaba húmedo. ¿Cuánto tiempo llevaba así?-. Por Dios Santo. Háblame, dime qué ocurre.


Tú sacudiste la cabeza. Liam tragó saliva sin saber qué hacer. Luego, con resolución, se levantó para estrecharte entre sus brazos y volvió a sentarse contigo hecha un ovillo sobre su regazo, con cojín y todo.

Al menos, no tratabas de separarte de él, advirtió Liam que permanecía impotente escuchando tus sollozos.

-Tú tienes la culpa -dijiste por fin.

Liam suspiró, recordando los últimos días, tratando de averiguar si había hecho algo que pudiera causarte tanto dolor. En realidad, había sido muy cuidadoso. Ni siquiera había dicho una palabra sobre tu maldita clase de dibujo. Tampoco habían hecho el amor.


-Se suponía que eras tú el que iba a tener cuidado -añadiste con aquella voz rota que le partía el corazón.

Acarició tu pelo con la mejilla.

-¿Tener cuidado de qué? -te preguntó.

Tu sollozaste todavía más, amenazando con ahogarte si no te calmabas. Te agarró por los hombros y te sentó, tirando el cojín lejos de allí.

-Cálmate -te dijo con firmeza, muy preocupado por tu estado.

Pero, gracias a aquella firmeza, tú trataste de tranquilizarte y quisiste contener las lágrimas. Liam tomó un pañuelo, apartó tus manos de tu rostro y te secó las mejillas. Estabas tan caliente que te quitó el jersey de lana que llevabas. Tú te estremeciste al quedarte sólo con la blusa y sentir algo de frío.

-Ahora -dijo Liam-, cuéntame qué ocurre. -Has dicho que era algo que yo he hecho.


Tú lo miraste. Tenías los ojos bañados en lágrimas e hiciste un puchero con la boca. A Liam casi le dieron ganas de sonreír, porque tú eras la viva imagen de Alisson. Pero eras tú, no su pequeña hija, y tú eras fuerte, a pesar del aire de fragilidad que te rodeaba.

-No llores -murmuró, al ver que tu volvías a llorar- ____, por el amor de Dios, tienes que decirme qué te pasa para que pueda ayudarte.

-¡No puedes ayudarme! ¡Nadie puede ayudarme! ¡Estoy embarazada, Liam! ¡Embarazada! -dijiste sin dejar de sollozar y luego tragaste saliva- ¡Dijiste que ibas a tener cuidado!


Fue él el que debió tener cuidado cuando te quedaste embarazada de los mellizos, a partir de ese momento fue tu quien se ocupó de todo. Hasta que la píldora te produjo una reacción, así que Liam volvió a ocuparse de todo, y entonces, nació Jason.


-¡Eres un inútil! ¡Puede que sepas dirigir un millón de empresas, pero en todo lo demás eres un inútil! ¡Sólo tengo veinticinco años, por el amor de Dios! -dijiste balbuciendo-. A este paso me vas a enterrar antes de llegar a los treinta.

Liam no pudo evitar una sonrisa, pero apretó tu cabeza contra su pecho para que no pudieras verla.

-Shhhh-dijo- Todavía estoy intentando asumirlo.

Pero tú estabas enfadada y te erguiste, para decirle todo lo que llevaba atormentándote durante tanto tiempo.

-¡Me he convertido en una fábrica de niños! -gruñiste-. Ahora me explico por qué me tienes aquí encerrada. Tus amigos, esos grandes hombres, se quedarían boquiabiertos cuando descubrieran que también has montado una fábrica en casa. Apuesto a que... si consultamos a un sindicato, te denunciaría por abuso de contrato.

-¡Cállate, _____! -dijo Liam, que ya no pudo contener la risa por más tiempo-. ¡No puedo pensar si me lanzas todas esas acusaciones!

-¡Piensa sólo en que estoy embarazada y no quiero estarlo!

« ¡Piensa en eso todo lo que quieras!», te dijiste con amargura.

-¿De cuánto? -te preguntó Liam, después de una larga pausa. Tenía un nudo en la garganta y estaba pálido.

-De tres meses -le respondiste tú, sintiéndote estúpida.

-Tres meses -repitió Liam, relajándose- ¡Dios Santo! -exclamó tan sorprendido como tu aquella mañana cuando había visto al médico-. Eso significa...

-Sí.

Significaba que debió ser la primera vez que dejaste que se acercara a ti, después de enterarte de lo de Selena.

-Dios mío, ahora me acuerdo de que no se me ocurrió pensar en...

Se hizo el silencio, mientras los dos reflexionabais.

Tú seguías sentada sobre las rodillas de Liam que te acariciaba el pelo distraídamente. De repente, te acordaste de aquella vez en que él te acarició el pelo de aquella manera, mientras trataba, también, de asumir una noticia semejante.

No estaba furioso en aquella ocasión y no lo estaba entonces.

-Bueno, pues que así sea -dijo el por fin, y te dio un beso en la boca- Ahora sí que tendremos que comprar una casa más grande.

Con tu primer embarazo había ocurrido lo mismo. Liam había hecho un comentario semejante para aceptar la situación... «Tendremos que casarnos», había dicho.


Tú no volviste a tus clases de dibujo. Fue una decisión enteramente tuya. Habías recuperado el amor por el dibujo, pero el sentido común te decía que no debías volver a las clases si Kevin estaba allí. Pero no dejaste de dibujar, y tus caricaturas de los niños se podían encontrar por toda la casa.
Sin que mediara ningún acuerdo entre ustedes, Liam empezó a invitarte a salir todos los miércoles, como si quisiera compensarte por todo lo que había perdido...


También salían a buscar casa. Les llevó mucho tiempo encontrar una que les convenciera a todos.


-¡Así nunca vamos a encontrar casa! -le dijiste secamente a Liam después de pasar un fin de semana examinando todas las propiedades en venta de los alrededores y comprobar que nunca coincidían en la elección.


-¿Para qué quieres una casa tan grande? -te quejaste una vez después de ver una mansión demasiado grande como para que se pudiera vivir cómodamente en ella- Puede que necesitemos una casa más grande que ésta, pero no tanto. No será para que tengamos habitaciones libres para tus amigos, ¿no?  


Guía para padres (Liam y tu) Terminada.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora