Capitulo 31

488 11 0
                                    

-¿No te va a traer tu Romeo? -dijo Liam por fin.

-iNo es mi Romeo! ¡Y, además ... !

Repentinamente cambiaste de opinión. No querías darle a Liam el placer de oír que no querías ver a Kevin Evans ni en pintura.

-No puedo decirle que se vaya en lo mejor de la fiesta sólo porque estoy cansada. ¿No puedes venir tú?

-¿Y los niños? No querrás que los deje solos.

-Oh -exclamaste, y volviste a sentirte como una estúpida. No habías pensado en ello. Al verte en problemas, lo único que habías pensado era en llamar al hombre que podría solucionarlos.

-Vaya, ahora ella piensa que debería haber seguido mi consejo y contratar a alguien que los cuidara -dijo Liam burlonamente.

-Le diré a Kevin que me lleve -replicaste.

La cuestión de contratar una chica para cuidar a tus hijos era un viejo punto de fricción entre ustedes. Liam quería una casa más grande, una asistenta que limpiara y una niñera. Lo que a ti te habría gustado saber era qué te quedaría a ti si Liam buscaba a otras personas para hacerlo todo.

-Llamaré a mi madre, vendrá mientras voy a buscarte -dijo Liam, cambiando repentinamente de opinión-. Supongo que la despertaré, y no creo que le guste, aunque no la culpo, pero...

-Oh, no -dijiste-. No quiero que te molestes tanto. Kevin me llevará -dijiste y colgaste sin dar tiempo a que Liam respondiera.

-¿No ha habido suerte? -dijo Kevin, que estaba apoyado en la pared. Tu no podías saber si había oído tu conversación con Liam.

-No -replicaste-. Tendré que esperar a que haya algún taxi libre -dijiste y te encogiste de hombros para demostrarle a Kevin que estabas dispuesta a esperar el tiempo necesario.

-Yo te llevo -dijo.


Tu lo miraste detenidamente. No te sentías con fuerzas para pasar media hora más a su lado. Pero tampoco querías esperar una hora entera a que llegara un taxi, que era el tiempo mínimo de espera.

Kevin tomó la decisión por ti al agarrarte por la muñeca.

-Vamos -dijo con tranquilidad- Yo te llevo.

La mirada de Kevin no dejaba lugar a dudas, no tomaba en serio tu negativa. Cansada, harta y un poco deprimida por la discusión constante que tenías con cuantos te rodeaban, incluida tu misma, Tu cediste.

Fueron juntos al guardarropa para recoger tu abrigo, luego salieron al aire helado de diciembre para dirigirse al Porsche rojo de Kevin. Al poco rato, estaban en la carretera, cubierta de sal para impedir que se formara hielo. Tu te subiste las solapas de tu abrigo y observaste el camino en silencio.

-¿Por qué le soportas cuando sólo es un cerdo egoísta? -dijo Kevin de repente.

-¿No son así todos los hombres?

-No tanto como Liam. Todavía me cuesta creer que esté casado con alguien como tú -dijo Kevin, y te miró -. Le van más las mujeres como Selena Gomez.

Fue un comentario tan cruel que tu sentiste una punzada de dolor en el pecho. Lo peor era que no podías contradecirle. Tal vez a Liam le convenía más Selena Gómez que tu, aunque no podías juzgarla porque no la conocías -y no tenías la menor gana de conocerla.

Selena Goméz era el nombre del fantasma sin cara que te visitaba todas las noches. Con eso tenías bastante.

-Y Caitlin Beadles -añadió Kevin-. Menuda discusión tuvisteis aquel día en la pista de baile.

-¿Oíste algo? -preguntaste, dando un respingo.

-La mitad de la sala lo oyó, querida. Y fue asombroso. Liam Payne, el joven tiburón de las finanzas, tenía mujer y tres hijos y nadie lo sabía. Supongo que esa noticia le dio a Selena donde más duele. Quería casarse con él, ¿sabes? Liam era la elección ideal para una abogada con su futuro.

Así pues, Selena era abogada, y no la secretaria de Liam, como tu habías creído. La noticia te sobresaltó. «Compite con eso si puedes», te dijiste con amargura. Una cosa era luchar por el amor de tu marido con una simple secretaria, pero otra muy distinta hacerlo con una mujer que estaba acostumbrada a vivir en el mismo mundo que él.

Como si estuviera pensando algo parecido, Kevin dijo:

-Si llevan casados siete años, eso quiere decir que lo atrapaste antes de que iniciara su carrera meteórica. ¿Cómo te sientes? ¿Como un desliz de su juventud?

Tu te dijiste que, tal vez, merecías alguno de aquellos insultos. Pero el último comentario era lo que más te había dolido, probablemente, porque tu empezabas a pensar algo parecido.

-Creo que será mejor que te calles y pares el coche antes de que digas algo que me ofenda de verdad -dijiste.

Para tu consternación, Kevin hizo exactamente lo que le habías pedido, deteniéndose bruscamente en el arcén.

-Soy yo quien me siento ofendido por el modo en que has estado jugando conmigo durante todo este tiempo. ¡Dios mío! No has pensado en mí en serio ni por un momento, ¿verdad?

-No -respondiste sinceramente.

-Entonces, ¿por qué no me detuviste antes de que llegáramos tan lejos?

-¿Tan lejos? ¿Cómo que tan lejos? -le dijiste con una mirada desafiante- ¡Pero si sólo nos hemos dado un beso!

-No se trataba sólo de eso, _____, y tú lo sabes.

Pero para ti era sólo un juego, ¿verdad? Te diste cuenta de que me gustabas y pensaste que podrías jugar un rato conmigo, ¿no es eso? -te preguntó Kevin amargamente- ¿Qué ocurre? ¿Que tu autoestima estaba en un nivel muy bajo? ¿Tanto te molestaba que prefiriese acostarse con su abogada a acostarse contigo?

Tu le diste una bofetada al tiempo que te ponías roja de vergüenza. Luego agarraste la manecilla de la puerta con una mano y te desabrochaste el cinturón de seguridad con la otra. Pero Kevin te agarró por el brazo.

-Oh no -dijo entre dientes- No pienses que te vas a escapar tan fácilmente.

Tiró de ti y te besó. Fue un beso brusco, desagradable. Cuando te soltó, tu estabas asqueada del sabor de su boca. Saliste del coche dando un portazo. Kevin arrancó haciendo chirriar los neumáticos dejándote a merced del viento helado de la noche. Te llevaste una mano a la boca, y viste asqueada que te había hecho sangre en el labio. Lo maldijiste, deseando estar de vuelta cuanto antes en tu mundo de cuento de hadas, donde nada malo podía ocurrirte. Maldijiste a Caitlin por haberte despertado de aquel mundo de ensueño, añadiste para ti iniciando el camino de regreso a casa. Y maldeciste a Liam por su infidelidad y a Selena por haberlo seducido. Pero, por encima de todos, te maldeciste a ti misma. No tardaste mucho en llegar a casa, pero tenías los pies deshechos. Te quitaste los zapatos, de tacón alto, nada más entrar. En el interior de la casa, hacía calor. El reloj del pasillo marcaba la una de la madrugada. Te sentías deprimida y la escena con Kevin no dejaba de darte vueltas en la cabeza. No te molestaste en ir a ver a Liam. Por ti podía irse al infierno. De todas formas, no estabas de humor para tener otra discusión.


Guía para padres (Liam y tu) Terminada.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora