19. No puedo hacerlo

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- Claro que no Shara.- dijo con una sonrisa.

Casi media hora después llegamos a un pueblo que parecía abandonado. Miré a Dean con el ceño fruncido.

- Tranquila.- dijo adivinando mis pensamientos.- Tengo una casa cerca de aquí. Solo estamos de paso.

- ¿Para qué?- pregunté justo en el momento en que Dean se estacionaba frente a un ¿bar? ¿Tanto recorrido solo para ir a un bar?

- Para olvidar.- contestó con una sonrisa al tiempo que se bajaba del coche.

Salí también y me tomé de su brazo para entrar al bar. De alguna manera, me recordaba a esos bares que se ven en las películas de los ochentas. Con su típica nube de humo sobre las cabezas de todos lo bailarines y las chicas con su cabello esponjado y pantalones hasta la cintura. Además, la música no ayudaba. Edge of Seventeen de Stevie Nicks sonaba por los parlantes que rodeaban la amplia pista de baile.

- ¿Baila señorita?- preguntó extendiendo una mano en mi dirección. Accedí con una media sonrisa.

Era obvio que esto no se podía bailar el pareja, como un vals o tango. Así que improvisé bailando como se hace en la actualidad. Levantando los brazos y moviendo mis caderas al ritmo de la música Dean puso sus manos en mis caderas y me haló mucho más cerca de su cuerpo. Seguimos moviéndonos al unísono. Y de pronto, me vi deseando con todas mis fuerzas que Dean me besara.

Después de pasar unas tres horas en esa cápsula del tiempo salimos con Dean del sitio. No bebí ni una gota de alcohol, había sido mucho por hoy. Dean abrió la puerta del copiloto por mi y al subirme al coche se quedó mirándome con la puerta aún abierta.

- Espérame aquí.

Luego cerró la puerta y desapareció por una calle alterna, dejándome congelada y un poco asustada dentro del carro. La calle era oscura y lo único que se oía eran los aullidos de un perro que parecía que lo estuviesen matando. Dean volvió minutos después con una bolsa en la mano y una sonrisa en la cara.

- Hay algo para ti aquí.-dijo levantando la bolsa frente a mi cara.

- ¿Y qué es?- pregunté emocionada.

- Ya lo verás.- dijo guiñándome un ojo y arrancando el coche.

Tomamos un carretera alterna y, tras media hora de recorrido, llegamos a una casa amplia de dos pisos, con grandes balcones y una vista hermosa a la montaña. Era blanca con toques amarillos y, por dentro, era mucho más acogedora que por dentro. Con habitaciones acogedoras y una chimenea hermosa.

- Quiero ver como te queda.- dijo Dean poniendo la bolsa a mi lado mientras intentaba prender la chimenea para calentarnos un poco. Miré a Dean emocionada y luego registré el interior de la bolsa.

Una vestido precioso me saludaba desde el fondo. Era rojo, ajustado, hasta la rodilla y con algunos adornos en la parte del pecho. Tenía una sola manga y...era perfecto.

- Dean...-dije maravillada.- No tenías que comprarme nada.

- Anda, póntelo.- dijo moviendo sus manos de forma divertida. Le sonreí emocionada y corrí hasta detrás de una pared para poder ponérmelo con privacidad. Mi piel se puso de gallina al sentir el frío sobre ella.

Salí luciéndolo con un sonrisa. Me quedaba perfecto.

- Hermosa.- coincidió Dean con una sonrisa.

En ese instante, mi teléfono sonó desde el comedor. Algún día lo meteré en un cuenco con agua y ese maldito aparato morirá. Suspiré al leer el nombre.

Las Hermanas Lee©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora