24. Bromeando con él

50 3 6
                                    


No pude evitar mirar los suyos. Estaba tan cerca, dentro del coche hacía tanto calor, estaba tan a gusto que...

- Dime.- susurré, alternando la mirada entre sus ojos y sus labios. Quería que me besara y faltaba tan poco...Al final yo terminé acortando la distancia.

Al principio fue un simple roce. La sensación de sus labios contra los míos. Luego, ambos comenzamos a moverlos. Su mano viajó hasta mi nuca, e intentó profundizar el beso, pero algo hizo Click en mi cabeza. Solo lo conocía desde anoche. ¡Ni siquiera sabía nada sobre él! Lo que estaba haciendo era prohibido. Y si comenzaba a contar cuántos chicos me habían besado en el último mes...Uf.

Me separé de Dylan sin que se notase que me sentía incómoda en el momento. Le sonreí.

- Nos vemos, Dyl.- dije abriendo la puerta y saliendo de una vez por todas de ese coche.

Y nos vemos era algo relativo, ya que no tendríamos por qué cruzarnos más en nuestras vidas. Lo de hoy fue casualidad, ¿verdad?

***

Lo que realmente había pasado horas antes era que se me habían caído las llaves del bolsillo. Sin coche y sin llaves para entrar a mi habitación estaba bien jodida. En especial porque tenía hambre, ganas de drogarme por un rato, frío y no había nadie dentro. Resulté sentada en el pasillo de las residencias femeninas, esperando que algo así como el espíritu santo llegase a ayudarme.

Para mi mala suerte, habían pasado casi tres horas hasta que eso ocurrió. Mi celular tenía escasamente el diez por ciento de batería de tanto usarlo. Pero decidí arriesgarme, prefería quedarme sin móvil antes que morir del aburrimiento. Además, me estaba durmiendo. Recordé entonces que hace mucho que no hablaba con la tía Cindy. Si es que había hablado alguna vez con ella desde que estoy en la Universidad. Me comencé a desplazar por mis contactos buscando por C el nombre de mi tía hasta que me paré en seco al encontrar un nombre que no había visto nunca antes en mi teléfono. Chad. Chad Sky. ¿Quién era Chad Sky? ¿Y porqué lo tengo en mi lista de contactos? Intenté recordar por si era de algún chico de la Universidad, o de la secundaria, incluso un amigo familiar o un conocido de alguna fiesta. Pero nada, nada vino a mí. 

Justo entonces por el final del pasillo aparecieron dos figuras conocidas. Una alta y otra bajita, una delgada y otra más menuda. Y no eran Don Quijote y Sancho Panza, era la parejita feliz de Michael y Jessica. Me puse de pie, sin embargo, me veía tan miserable como antes. En especial, porque la presencia de Michael no me causaba gracia precisamente. Al contrario, que mi estatus de felicidad bajó unos grados, es decir, imposible.

- Oh, Shara. ¿Qué te pasó?- preguntó Jess llegando a mi lado y dándome un gran abrazo. Tirité en sus brazos.

- Se me perdieron las llaves.- tuve que esforzarme por no tartamudear.- Estoy mojada, hambrienta, con un frío del demonio y no puedo entrar.

- Mira.- dijo Mike ofreciéndome un café que tenía en su mano derecha. Evitaba mirarme a los ojos. Y yo evitaba lanzarme a él para sacarle los suyos que no me miraban. Lo peor era que no sabía por qué estaba tan molesta con él.

- Gracias.- bufé llevándome el café caliente a mis labios mientras Jess abría la puerta. Pasamos todos, y me sentí infinitamente mejor al entrar a la habitación que estaba un poco más caliente que el helado pasillo. 

- ¿Estás bien?- preguntó Jess sentada como indio en su cama.- Estás un poco callada y...borde.

No contesté. Como había dicho Jess, estaba callada y borde. Entonces mi amiga alternó la mirada entre su novio y yo. Finalmente se quedó quieta en mi rostro.

Las Hermanas Lee©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora