10. Nieve purificadora

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Al llegar a la habitación de Jess y Beth llamé un par de veces a la puerta con los nudillos. Beth me abrió con los ojos bien abiertos y las mejillas un poco sonrosadas. Me miró de arriba abajo y sonrió.

- Sigo intentando sacar a Jess de la cama. No te muevas, no nos demoramos.- dicho esto me cerró la puerta en la cara.

Fruncí el ceño y los labios y me dejé caer por la pared hasta tocar el piso con mi lindo culito. Se oyeron algunos golpes y gritos para que luego salieran mis dos amigas de la habitación cual reinas de belleza. Me sonrieron al verme sentada en el piso y ayudaron a mi perezoso cuerpo a levantarse. Cada una se agarró de gancho a un lado mío y comenzamos a caminar al estacionamiento. Nos subimos al Ford azul de Jess y emprendimos el camino hasta el centro comercial en medio de bromas y risas. Al llegar bajamos del coche y caminamos a un restaurante. Yo acababa de desayunar pero estas dos monstruos estaban muriendo de hambre. Terminamos entrando a una cafetería muy grande para ser una cafetería. Parecía un salón comunal de los grandes. Ella se sentaron y me miraron con ojos de perrito.

- Sha.- dijo Beth con una sonrisa.- ¿Sabes que te queremos mucho? Y estamos tan cansadas...

Que me dijera "Sha" no era algo tan normal. Ya conocía todos sus juegos. Rodé los ojos y me enderecé en el asiento.

- ¿Qué les traigo de comer?- ellas chillaron emocionadas y me gritaron sus alimentos.

Hice mi camino hacia la caja repitiendo una y otra vez los pedidos. Nada raro que cuando llegara ya estuvieran muertas de hambre.

De pronto sentí una mano dentro del bolsillo de mi chaqueta. Intenté detener al ladrón, pero era muy tarde. Ya se había llevado mi móvil. Antes de saber qué hacer corrí detrás de él a toda pastilla. El hombre dio un par de vueltas por el centro comercial para luego salir y cruzar una calle. Lo seguí sintiendo la adrenalina corriendo por mis venas. El hombre entró a un bar que ya estaba en funcionamiento y yo lo seguí. Fue sorprendente la cantidad de gente que a esta hora ya hacía uso del bar. Perdí al ladrón entre la multitud. Pero yo sabía que estaba ahí. Sentía su maldita presencia en cada uno de mis poros. Comencé a dar vueltas por el bar para buscarlo. Antes de darme cuenta un brazo apretó mi garganta impidiéndome respirar. Llevé mis manos a la zona para intentar liberar la presión pero no sirvió de nada. El sujeto comenzó a caminar de espaldas y me levantó en el proceso. Mis pies no tocaban el piso y me comencé a revolver luchando por soltarme. Pero nada hizo efecto. Luego, un pañuelo se posó sobre mi nariz y boca. Todo se volvió negro.

***

Desperté sobre una cama mullida. Las cortinas estaban corridas por lo que todo se veía negro. Un leve olor a podrido llegó a mi nariz. No había nada más en la habitación salvo una silla de madera con alguien sentado en ella. Me incorporé en la cama tosiendo un poco, sintiendo una molestia horrible en la garganta. La persona de la silla se movió un poco y se acercó a mí.

- Shara.- dijo con voz gruesa.

¿Cómo saben mi nombre? ¿Me habían secuestrado? ¿Iban a matarme? ¿Qué querían de mí? Miré a mi alrededor en busca de una salida. Vi una puerta en madera vieja. Para llegar a ella tenía que pasar por encima del hombre. Conclusión: vía de escape imposible.

El chico se acercó mucho más a mi permitiéndome reconocerlo.

- ¿Michael?- pregunté sorprendida.

¿Él me había secuestrado? ¿Quién era realmente Mike? La última vez que lo vi se estaba muriendo por una sobredosis de mierda ¿y ahora está aquí jugando al sicario-viola-mujeres? No me lo creo.

Si estaba secuestrada, ¿esto significa que no volveré a ver a Susan? ¿Ni a Beth? ¿Ni a Jess? ¿Jamás volveré a la Universidad? ¿Qué pasará con mi vida? No quiero morir. No quiero parar aquí. Hay tanto por hacer aún...

Antes de que pudiera decir otra palabra la puerta se abrió dejando pasar a un chico tres veces más alto que yo. También tres veces más ancho. Me inspiraba demasiado miedo. Me encogí en la cama. Miró a Mike.

- Si no quieres que le hagamos daño, explícaselo ya.- me miró de nuevo. Luego fijó la vista en la puerta y la cerró dejándonos a los tres dentro.

Mike se encogió en su asiento. No soy una experta y menos una persona observadora pero pude sentir como Mike le tenía algo de respeto al chico. Le intimidaba, eso era obvio. El chico se cruzó de brazos y se giró hacia Mike.

- Ya.- gruñó. Mike se aclaró la garganta y apoyó los codos en las rodillas. Comenzó a hablar.

- Jamás conocí a mis padres. Me crié en la calle, comiendo de la basura y muriendo de frío y hambre. Un día, una pareja joven pasó por el callejón donde estaba esa noche. Me vieron y supongo que descubrieron algo más allá de la pobreza. Me adoptaron y criaron durante largos años. Era realmente feliz...

- Intenta que no se alargue, maldito infeliz. No tenemos tiempo.- rugió el chico grandote apoyado en la pared. Mike se encogió y siguió hablando, saltándose unos años de la historia y con más rapidez.

- Las cosas empeoraron con los años y mi salida a eso fue la droga. Me escapé de casa años después y ahora me ves. La cosa es que los chicos no quieren que haya testigos de alguien por fuera del círculo. Tienes que desaparecer del mapa para no dejar rehenes sueltos.

¿Los chicos? Sentí mis ojos llenarse de lágrimas. Me matarán, lo sabía. No podré salir viva de esto.

- La otra solución es que comiences a consumir también y te unas al círculo.- habló Mike como si fuera algo muy simple. ¿Volverme drogadicta o morir? Sin duda prefiero lo primero. Igualmente los amigos de Michael jamás se enterarán que no lo consumo. Primero necesito salir de aquí.

Miré al amigo grandote de Michael y asentí con la cabeza. Él salió de la habitación sin ninguna emoción en la cara y nosotros nos quedamos en un silencio ensordecedor. Sentía que el aire me faltaba, no podía creer que me estuviera sucediendo todo esto. Tomé mi cabeza entre mis manos. Los martilleos no cesaban.

- Esto es una mierda.- susurré más para mí misma que para Mike.

- Lo es.- dijo con una risa sin gracia y metido en sus pensamientos.- Pero es lo único que tengo y ahora tú también estas involucrada en esto.

Negué con la cabeza.- Tenemos que salir de esto, Mike. Estás metido hasta el fondo en una cosa que no deberías. Estás tratando con la gente equivocada. Mike, yo puedo ayudarte. Soy tu amiga y quiero que dejes todo este mundo de lado.

- Estamos metidos hasta el fondo, amiga.- dijo lo último con un poco de sarcasmo.- Lo único que puedes hacer ahora es aceptar la droga y salir de aquí.

Justo cuando dijo eso la puerta se abrió y por ella entró el grandulón de antes. Llevaba en su mano izquierda una bolsa transparente llena de pastillas, y varios estuches. Mi estomago se revolvió al ver eso. Me dio la bolsa dejando la puerta abierta. Me levanté de la cama sin mirar atrás y me acerqué a ella aceptando la bolsa. Antes de salir su voz me interrumpió.

- Dentro está mi número. Si necesitas más droga llámame y quedaremos para entregarte más.

Asentí sin decir nada y salí casi corriendo se ese lugar. Bajé unas escaleras de madera que crujieron bajo mi peso. Caminé ignorando las miradas interesadas que me daban algunos chicos que estaban sentados en algunos sofás viejos. Empujé la puerta y salí al frío de la calle. Aún sin saber muy bien dónde estaba caminé por el frío de la calle sintiéndome más tranquila. Por suerte (o no) estaba nevando y eso, en algún sentido, me purificaba.

*EN EL PRÓXIMO CAPÍTULO*

- ¿Cómo es que somos los únicos normales de esta mesa?- le pregunté y él negó con la cabeza.

- No tengo ni idea. Creo que tendremos que hacer el proyecto nosotros solos.- dijo con una sonrisa y mirándome a los ojos.

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Las Hermanas Lee©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora