Capítulo 1:
"Viajaé a Japón y me convertiré en la mejor nadadora olímpica"
Esas fueron las palabras que dije a mi padre antes de marcharme a Japón. Como lo he mencionado, quiero ser nadadora olímpica. No porque yo lo haya elegido, sino que lo hago por mi padre. Hace tiempo, cuando aún era un joven y yo apenas había nacido, él entrenaba duro día y noche con su club de natación. Cierta vez tuvieron la oportunidad de participar en las nacionales con su equipo de relevos. Mi madre, quien en ese tiempo se estaba recuperando del parto, lo había ido a animar con unos cuantos muchachos más del club. Estaba en el último cambio (exactamente era el turno de mi padre), cuando ocurrió el accidente. Solo hiso falta un mal movimiento de músculos para que perdiera completamente la movilidad de las piernas. Desde entonces ha estado moviéndose por la casa en silla de ruedas. Mi madre trabajaba todo el tiempo, ya que era la única que tenía la capacidad de conseguir dinero.
-Estoy arta de romperme la espalda todo el día, mientras lo único que haces es quedarte sentado mirando competencias de natación por la televisión - escuché gritar a mi madre una vez.
Asome mi ojo por la cerradura de la puerta del cuarto de mis padres. Apenas era una niña de ocho o nueve años. Pequeña inocente, como toda niña en esa edad.
-Danielle, basta, no es necesario que... - mi padre fue interrumpido por un estruendoso ruido, al parecer alguien había abierto bruscamente la puerta del armario - ¿Qué haces?
-Ya te lo he dicho, Tom, no es necesario que vuelva a repetirlo - mi madre abrió la puerta, encontrándose conmigo a gatas al umbral de la puerta - .___...
Se agachó y plantó un beso en mi frente, para luego sonreír y volver a levantarse. Traía una maleta en su mano. Recuerdo que esa fue la última vez que vi a mi madre. Ese recuerdo aparece todo el tiempo en mis pesadillas, es la razón por la cual padezco de insomnio y me cuesta dormir por las noches. Mi padre solía contarme historias sobre él y su equipo cuando era niño. Los torneos ganados, los perdidos. Cada historia creaba una fantasía en mi cabeza. Podía imaginarme a mí y mi equipo, ganando los relevos o perdiéndolos, aun así éramos un equipo y nunca nos separábamos.
...
Luego de haber pronunciado esas palabras, me arrepentí profundamente. Estuve más de seis meses trabajando en una cafetería, para así poder conseguir el dinero que necesitaba para entrar a la escuela de natación femenina. Mi padre me había regalado un pequeño folleto para mi cumpleaños número once, y prometió enviarme allí cuando cumpliera la mayoría de edad. Una vez que reuní el dinero, me despedí de mi padre y me marché rumbo a Japón. Estaba bastante alejada de mi casa, en Australia, pero valía la pena si era por cumplir el sueño de mi padre. Al llegar quedé entre las posibles ingresantes, pero el día de mi entrevista, una chica de familia adinerada ofreció la paga entera de la matriculación allí; a diferencia de mí, que entraría con la mitad del dinero necesario.
Eso significó quedarme sola. Sí, absolutamente sola en un país completamente desconocido para mí. El idioma no era algo que me afectara, como he dicho, había estado años preparándome para ese momento. El problema era el estar en Japón sola, sin tener un conocido allí.
...
Unos días luego conseguí un hotel donde hospedarme, el cual iba bien con el poco presupuesto en dinero que tenía. Yo paseaba por un hermoso parque, el cual estaba lleno de árboles de cerezo, cuando me detuve en un poste de luz. Allí había un folleto con un número telefónico.
"Academia Samezuka. Escuela secundaria para hombres - me salté un par de cosas sobre la educación y esas cosas -. Centro especializado en Natación"
Me dieron ganas de ponerme a brincar, gritar y festejar, pero no lo hice, ya que la gente a mí alrededor me vería extraño. Me conformé con nada más sonreír. Pero como todo en la vida tiene un principio y un final, mi felicidad desapareció. Claro, ¿Cómo no me di cuenta? El folleto decía en letras obscuras y específicamente: Escuela para hombres. Y yo no era hombre... estaba segura de que no lo era.
...
Me encontraba en mi cuarto del hotel. Miraba fijamente al teléfono en mi mesa de noche.
"¿Llamo o no llamo?"
Me preguntaba mientras sostenía en mis manos un pedazo de papel con el número de Samezuka. Estiré mi mano hacia la pequeña bandeja a mi lado y tomé una galleta que compré en el mercado. Comía a causa de los nervios. ¿Y si llamaba y ya no habían bacantes? Eso empeoraría críticamente mi estado. Aunque no moriría por el simple hecho de intentarlo. Además, estaba haciendo esto por mi padre y su sueño.
"¡Por ti, papa!"
Y comencé a marcar el número. Me sentía llena de valor, de fuerzas, segura de mí misma.
-Academia Samezuka - atendió la mujer.
Traté de decir algo, pero no pude. El miedo me paralizó y no era capaz de articular palabra. La mujer se hartó de esperar una respuesta y colgó, lo que me desconcertó e hiso que me enojara conmigo misma. Una vez más intenté marcar y la misma mujer atendió.
-Buenos días - dije poniendo la mejor voz madura que podía -. Llamaba para averiguar si había alguna bacante y... sobre el club de natación.
-Tenemos una única vacante para tercer año - dijo la mujer y luego comenzó a explicarme la temática de la escuela y todo eso -. Puede venir a inscribirse mañana por la tarde, entre las 15:30 y las 16:00...
"¿Inscribirme? ¿Tengo que ir yo?"
Comencé a alarmarme, cuando un par de palabras hicieron que me volviera el alma al cuerpo.
-O, si prefiere, puede inscribirse en línea, como la mayoría de los alumnos nuevos hicieron.
-Sí, claro. Muchas gracias - dije, para luego colgar.
Solté un suspiro y me dejé caer en la cama. Sentía como el sudor descendía desde mi frente y corría por mis mejillas, hasta terminar cayendo de mi barbilla a mi cuello. No podía creer que en con un simple e-mail lograría entrar en la academia. ¡Un momento! Acababa de recordar una cosa sumamente importante: Samezuka era una escuela para hombres (como dije anteriormente) y yo soy una mujer. 17 años, cuerpo desarrollado, no sé si comprenden. Debía conseguir dinero suficiente para las cosas necesarias en la escuela y las cosas necesarias para ocultar a ___ masculina. Era todo un lío, ya que debería inventarme un nombre de hombre.
"Akira Moritani"
Recordé el nombre del luchador del videojuego que papa me había comprado años atrás. Podía usarlo. Después de todo, no era para nada conocido.
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Pequeñas mentiras| Rin Matsuoka y tú ©
FanfictionImagínate haberte estado preparando toda tu vida para cumplir tu mayor sueño, el cual es convertirte en una nadadora olímpica. Viajar a Japón, ya que te ofrecieron una vacante en una escuela femenina especializada en natación. Pero luego resulta que...