Capítulo 6: Es tarde

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Estaba sentada en una incómoda silla de la sala de embarque mientras esperábamos a que nos avisasen de que podíamos subir al avión.

Mis padres estaban sentados en los asientos de enfrente. Rob estaba leyendo su edición de bolsillo de Madame Bovary y mi madre andaba en su tablet.

Por mi parte estaba intentando leer uno de los libros que me había dejado Raúl para que lo leyese durante las vacaciones. Me había dejado algunos de los ejemplares de su colección "Pesadillas" su colección más preciada. Pasó varios años buscando todos los libros en librerías, tiendas de segunda mano, ebay... y al final consiguió una impresionante colección de libros.

Estaba intentando concentrarme en la lectura pero me era imposible hacerlo ya que no dejaba de oír el rugir de las tripas de mi novio.

-Tenías que haber cenado algo -le dije al escuchar como volvían a rugir.

-Ya, pero es que estoy muy nervioso, no soy capaz de comer nada.

-Oh, que tierno, se me había olvidado que te da miedo volar en avión. Pero tranquilo, yo te daré la mano si tienes mucho miedo, igual que lo haces tú cuando veo películas de terror -le cogí la mano y le acaricié el dorso con el dedo pulgar.

-Gracias, pero no es solo eso -dijo mirando el movimiento de mi dedo pulgar-. Estoy nervioso por ir el viaje.

-¿Por qué? Ya fuiste a Houston el año pasado.

-Sí, pero fuimos para dos semanas, ahora vamos a pasar todo el verano. Ni siquiera tuve ocasión de conocer a tu prima.

-Conociste a su caballo, mucha gente no ha tenido esa suerte -le sonreí-. Tranquilo, todo irá bien, lo importante es que le caigas bien a mi abuelo -abrí mi bolso y busqué dentro el paquete de smints de limón-. Y te adora, así que no te preocupes. Y ahora, come.

-Un smint no me llenará demasiado -dijo mirando el pequeño triangulo amarillo que tenía en la palma de la mano.

-Al menos así me aseguro de que no te de un bajón de azúcar -cogí otro para mí y guardé el paquete-. Pediremos alguna cosa en el avión.

Al cabo de unos diez minutos avisaron por megafonía que podíamos embarcar en el avión. Cogimos nuestro equipaje de mano y salimos al exterior para entrar. Nuestros padres caminaban por delante mientras subíamos las escaleras para acceder al avión.

Mi asiento era el 7E y el de Daniel el 7F, los asientos de nuestros padres eran los de la fila de en frente.

-¿Prefieres ventanilla o en medio? -le pregunté.

-En medio.

-¿Seguro? ¿No quieres mirar por la ventanilla?

-No, créeme, estaré muy bien en medio.

-Vale, si estás seguro está bien.

Me senté en mi asiento y saqué mi móvil. Lo puse en modo avión y volví a guardarlo en el bolsillo de mi cazadora.

Nos avisaron que desconectásemos nuestros dispositivos móviles y que nos abrochásemos los cinturones pues en breve íbamos a despegar. Vi como Daniel se aferraba con fuerza a los posabrazos del asiento cuando el avión comenzó el despegue.

-Respira hondo. Estoy contigo, no va a pasar nada -intenté tranquilizarlo.

-Ya, ya lo sé -me cogió la mano y me la apretó con fuerza.

-En cuanto lleguemos iremos a dar una vuelta a caballo.

-¿Bromeas? -me miró horrorizado.

-Sí, tranquilo -reí-, te doy un día antes de obligarte a montar.

En cuanto nos elevamos lo suficiente, saqué mi móvil y le saqué una foto al ala del avión. Sí, sé que la foto del ala de un avión entre las nubes es una de las fotos más típicas de instagram, pero me daba igual e iba a subirla igualmente.

-Dime, ¿qué quieres comer? -le pregunté.

Saqué de la cesta que tenía el respaldo del asiento de delante una carpeta negra y saqué de ella un menú plastificado. Se la di a Dani y mientras me puse a ojear los papeles que había dentro. Una de ellos era un pequeño folleto en el que se señalizaba la normativa del comportamiento en el avión. Lo guardé y saqué el papel en el que explicaban qué debíamos de hacer en caso de emergencia.

-¿Compartimos un sándwich de atún? -preguntó.

-Yo ya he cenado -guardé la carpeta en sitio y al girarme me encontré con Daniel que me ponía ojos de cordero degollado-. Luego te quejas cuando te hago "chantaje emocional"-hice comillas en el aire-. Vale, compartiremos ese sándwich, pero ahora no te libras de la vuelta en caballo.

-Bueno, si no quieres...

-¡Eh! Ya es tarde para echarse atrás -reí.

(***)

-Katy, despierta -murmuró Dani en mi oído.

-¿Hemos llegado? -pregunté en medio de un bostezo.

-No, aun no -respondió una voz grave.

Abrí los ojos y vi que Rob se había sentado en el asiento que había a la izquierda de Daniel. Tuvimos mucha suerte al tener un asiento libre en nuestra fila.

-¿Qué hora es?

El avión estaba casi a oscuras, lo único que lo iluminaba eran las luces de emergencia y las que iluminaban los pasillos hacia el baño.

-Son las cinco, aun nos quedan algo más de tres horas antes de llegar -me contestó.

-¿Qué ocurre?

-Quería hablar contigo sobre tu madre -miró hacia adelante para asegurarse que mi madre seguía dormida.

-Vale, pero, ¿tú por qué estás despierto? -miré a Daniel con el ceño fruncido.

-Porque elegí en medio en vez de al lado de la ventana -me dedicó una pequeña sonrisa. No pude evitar en pensar en lo guapo que estaba en aquel instante, con el pelo alborotado y los ojos entrecerrados; Daniel era muy pero que muy guapo cuando estaba adormilado.

-Bueno, ¿qué querías decirme?

-¿Qué tal ves a tu madre?

-¿A mi madre? Bueno, teniendo en cuenta que va a ir a Houston después de cuatro años sin ir, yo diría que bastante bien. A estas alturas creía que ya habría sufrido algún ataque de pánico.

-Lleva casi una semana tomando ansiolíticos -se encogió de hombros.

-Eso tiene más lógica. Mira, no tengo ni idea de qué va a pasar cuando bajemos de este avión. Puede que reaccione bien, se alegre de estar aquí y actúe como si no hubiese cambiado nada.

-¿O? -preguntó Daniel.

-O, puede darse cuenta de que han pasado cuatro años desde que dejó de ir, puede darse cuenta de que todos han seguido con sus vidas como si ella no formase parte de la familia y puede acabar sufriendo un ataque de pánico que le provocará un ataque de asma y acabaremos todos en un hospital.

-¿Tu madre tiene asma? -Rob le propino una colleja ante el comentario-. ¿En serio? ¿Me despiertas a las cinco de la madrugada y encima me pegas?

-Deberías de empezar a fijarte más en la gente a tu alrededor, para algo tienes ojos -le dijo para después dirigirse a mí-. Eres su hija, la conoces mejor que nosotros, ¿qué crees que deberíamos de hacer?

-Yo actuaría con normalidad, trataría de integrarla, si vamos a la ciudad invitarla, preguntarle si quiere ir al lago con nosotros... intentar que se siente integrada y no marginada. No maneja nada bien la soledad.

-Ya lo sé -asintió-. Estoy nervioso, y preocupado.

-Yo también. Por eso vamos a intentar ayudarla. Esto va a ser mucho más duro de lo que creemos para ella.

-¿Has conseguido que te cuente algo de lo que le pasó? -le preguntó su hijo.

-Vamos, no se lo contó a su hija, ¿crees que me lo va a contar a mí? Además, desde que aceptó a ir en este viaje hemos hablado poco, y so que dormimos en la misma cama.

-Es lo que intentaré averiguar durante estos meses -intervine.

El amor conlleva sacrificioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora