Capítulo 27: Te escribiré

42.4K 1.8K 60
                                    

(Narrador omnisciente)

13 de julio de 1989

-Aquí tenéis -dijo la joven camarera dejando los batidos de chocolate en la mesa que compartía la joven pareja.

La rubia comenzó a jugar con el bordadillo de la falda de su vestido azul. ¿Qué estaba haciendo? Se preguntaba. Se iba a casar dentro de unos meses y ahí estaba, sentada frente a un atractivo texano que había dejado más que claro sus intenciones respecto a ella.

-Este batido te cambiará la vida -dijo el joven tras darle un trago a su bebida-. Te lo aseguro, esta es la mejor cafetería del mundo, nunca probarás nada mejor que esto.

-¿Alguna vez has salido del país? -preguntó jugueteando con la bajita azul y blanca. Frunció el ceño cuando el joven negó con la cabeza-. ¿Entonces cómo sabes que no hay ningún otro sitio mejor que este?

-Porque lo sé. Cuando sabes que algo es perfecto simplemente sabes que no encontrarás nada mejor en el mundo. Es como el amor, cuando sabes que alguien es la persona idónea, no te preguntas si habrá algo mejor por ahí. Es lo que me pasa con este batido, sé que no hay ninguno mejor, y ni me lo planteo.

-Interesante. Nunca había tenido una cita con un filósofo amante de los batidos de chocolate.

Le dio un sorbo a la bebida. Era cierto, el americano tenía razón respecto a lo bueno que estaba la bebida, pero había algo que le impedía disfrutar del todo del increíble sabor. Lo había dicho sin querer, sin pensarlo, pero lo había dicho. Había dicho que aquello era una cita, y de pronto cayó en la cuenta del increíble error que iba a cometer.

¿De verdad iba a casarse con Richard si sabía que no era el amor de su vida? Era un chico guapo, atento y divertido, y sin embargo, había accedido a tener una cita con un chico al que acababa de conocer hacía un día. No amaba a Richard, y sabía que cometería el peor error de su vida si accedía a casarse con alguien a quien no amaba.

-Eh, rubita, ¿estás bien? ¿te ocurre algo?

Sacudió la cabeza y se centró en el chico y en el batido que tenía delante. Luego tendría tiempo de sobra para martirizarse y agobiarse pensando en qué tenía que hacer, pero por el momento, decidió que lo mejor que podía hacer era disfrutar de la compañía del chocolate, y ya de paso, del vaquero.

(***)

28 de diciembre de 1989

-Heather, ¿estás bien? -le preguntó el rubio a su novia la cual se había puesto pálida de repente.

La londinense guardó rápidamente el sobre en el interior de su bolso negro.

-Sí, sí, estoy bien. Bueno, no -rectificó-. Creo que algo me ha sentado mal, habrá sido el ponche. Creo que me iré a descansar a mi habitación.

-¿Quieres que te acompañe? Estás pálida y temblorosa, me preocupa que te puedas desmayar de camino a la cama.

-Tranquilo estaré bien, podré subir unas pocas escaleras.

Le dedicó una sonrisa a su novio. Él siempre era tan gentil con ella. Richard había aceptado posponer la boda. Comprendió que aun eran muy jóvenes y que la carrera de medicina era en aquel momento lo más importante para Heather. Así que si ella necesitaba un poco más de tiempo antes de unirse en santo matrimonio con él, le daría todo el tiempo necesario.

Sin embargo, ni a los padres de él ni a los de ella les hizo ni pizca de gracia que la ceremonia se pospusiese, aunque Richard, quien siempre había sido muy habilidoso en la elocuencia, les hizo ver que no había por qué preocuparse y que su relación iba viento en popa. O al menos, eso era lo que él creía.

El amor conlleva sacrificioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora