Vuelvo a casa con la dicha que siempre me trae saber que es viernes. Estoy pensado en que hace mucho que no hago algo divertido por lo que tomo el celular para armar planes con Alex y me encuentro con un mensaje en la bandeja de entrada.
Subo las escaleras despacio, concentrada en la pantalla del teléfono y supongo, por la carencia de ruidos externos, que no hay nadie en casa. Mientras me dirijo hacia mi habitación, le respondo el mensaje a Tess y la sonrisita habitual se me planta en el rostro. La puerta del dormitorio, cerrada, me da en las narices y trastabillo. Al mismo tiempo en que me froto el rostro, miro extrañada y ofendida la madera de la puerta porque no acostumbro a dejarla cerrada. Dejarla abierta significa para mí algo así como la libre entrada a mi mundo, es signo de que me enorgullece saber que no tengo nada que ocultar, o por lo menos no tenía nada hace un mes atrás.Coloco la mano en el picaporte y lo bajo con lentitud asomando sólo la nariz y un ojo por la rendija abierta y me sorprende que la sala esté en penumbras. Alguien ha corrido las cortinas que no permiten el paso ni del más mínimo rayo de luz. Me introduzco con cuidado, hasta con precaución, como si algún bicho fuera a saltarme al cuello en cualquier momento. Extiendo mi mano hacia la izquierda y mis dedos tocan la textura áspera de la pared para deslizarse por la superficie plana hasta que chocan con el interruptor de la luz. Lo presiono y mi habitación me devuelve una versión distorsionada de la que suele ser.
La cama y los muebles están donde siempre, mis cosas no se encuentran muy ordenadas pero eso no es más que lo normal. Lo que capta mi atención de una manera casi inmediata son las paredes, o en realidad, la pared que se encuentra a mi derecha.
Hasta hace unas cinco horas estaba pintada de un uniforme color verde agua. Pero ahora, unas grandes y desgarbadas letras carmesí contaminan toda la pared.
Mis manos comienzan a sudar y la adrenalina sube por mi cuello como si de mil arañas se tratara. Me estoy diciendo a mí misma que esto es una alucinación cuando dos golpes en la puerta me hacen girar de redondo.
-¿April? ¿Hace mucho que llegaste? Me quedé dormida y no te oí entrar, cariño.-La voz de mi madre detrás de la puerta se oye muy lejana aunque solo se encuentra a dos pasos de distancia, pero es suficiente para hacerme reaccionar.
-Hola, mami-Digo componiendo mi mejor cara de tranquilidad y cerrando la puerta a mis espaldas. Dios sabrá porqué de improviso, me entran unas ganas tremendas de tomar por los hombros a mi madre, zarandearla, y suplicarle que me explique qué está pasando. Como es obvio que no puedo hacer eso, por lo menos voy a avisarle que cambiaré un poco mi habitación. Algo perfectamente normal, supongo. - ¿Sabías que estaba pensado en remodelar mi habitación? Tal vez cambiar un poco el color de las paredes y eso ¿Qué te parece?
-Mmm supongo que está bien, llevan varios años del mismo tono. Quizá podamos agregar algún cuadro, espera déjame ver.-dice haciendo ademán de querer entrar y yo me interpongo en su camino cubriendo la entrada con mi cuerpo.
-¡No!-exclamo sin pensar y ella me mira sorprendida-Digo, no ahora, tengo que ordenar un poco, pero el fin de semana podremos empezar, lo prometo.
-April, ¿Te sientes bien?-yo asiento de forma efusiva- Bueno, no creo que estemos aquí el fin de semana, mañana tenemos que controlar el progreso del tratamiento de tu abuela pero pídele ayuda a tu hermana, seguro te da una mano con eso.
-Claro que sí, no te preocupes.
Mi madre sonríe y se dirige de vuelta a la cocina mientras yo me quedo parada en mitad del pasillo preguntándome cómo voy a enfrentarme al escalofriante desafío que me espera: tapar ese horrible mensaje.
**
-Te acoso porque te amo.-Vuelve a leer por enésima vez Alexia. No sé cuánto tiempo lleva parada frente a la pared pero no ha movido ni un dedo por bastante rato. He llegado a creer que ha entrado en estado de shock.
Y yo no tengo tiempo para estados de shock, ni para pensar en cómo llegó el mensaje hasta allí, o si la persona que lo escribió se está regocijando con mi desesperación en este momento. Nada de eso. Lo único que debe preocuparme ahora es cómo demonios vamos a cubrir esas desagradables letras.
El rojo de su color es tan parecido al de la sangre que me pone los pelos de punta y me hace caminar de una punta de la habitación a la otra mientras espero a mis demás ayudantes. O tal vez debería decir salvadores, porque si logramos hacer desaparecer el espeluznante mensaje antes del anochecer los consideraré héroes toda mi vida.
El ya familiar ronroneo del motor de Tess me hace frenar en seco y bajar corriendo las escaleras. No me interesa que me vean como la desquiciada que me estoy sintiendo porque no hay nadie en casa. Mamá se ha ido hace un rato diciendo que pasaría por el trabajo de papá y Josefine simplemente se escabulló nada más llegar del colegio. Eso nos deja una larga tarde (y noche al parecer) para trabajar en mi habitación.
Abro la puerta con demasiada fuerza e imagino la cara de lunática que debo llevar. Recibo con el típico abrazo a Teseo y por una vez ignoro las reacciones de mi cuerpo en su presencia, además aprieto el hombro de Vicco con agradecimiento.
Una vez arriba ambos se quedan pasmados y se unen a la estatua rubia. Desde la puerta, observo sus espaldas, el cabello rubio de Alexia en una cola de caballo, Victorio con su inmaculado peinado y esos cabellos desordenados que tanto me gustan de Teseo. Ellos son como una especie de 'trío de la salvación' y por un momento las esperanzas de solucionar esto se ven muy cercanas.
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The stalker
Teen FictionSe supone que una persona que lo tiene todo debe ser feliz. Se supone que tus amigos te acompañan hasta el final. Se supone que enamorarse es fácil, sin complicaciones. Se supone que si hay amor no hay mentiras. Pero en la vida de April, mejor es no...