‘La valentía y la locura se miden en la cantidad de veces que hacemos cosas sin pensar.’
Todo se detiene, mi respiración se paraliza. De reojo veo las agujas del reloj, lentas, incesantes. Tic, tac, tic, tac. Comienzan a zumbar mis oídos, mi corazón está contraído dolorosamente. No puedo creerlo, tiene que haber una explicación, una muy buena explicación. Mis ideas giran, chocan y se mezclan entre sí.
Mi conciencia me dice que tengo la verdad ante mis ojos y me niego a mirarla. Es como observar fijamente el sol, te lastima y por más que cierres los parpados con fuerza sigues viendo ese color intenso de las heridas. Y cuando los abres todo es confusión, el paisaje está cubierto de manchas borrosas. Pero eso dura solo un segundo, porque después puedes verlo todo con más claridad que antes.
Y la claridad ha llegado, señores y señoras, les presento a X con su verdadero nombre: Teseo Fletcher.
No lo creo, ¿pero quien más sino podría tener mi lápiz labial? No hay duda, es él.
No me atrevo a mirarlo, la cartuchera descansa sobre mis muslos, tengo que poner todo mi empeño en no volcar nada de su contenido porque mis manos tiemblan.
En la lejanía oigo el timbre que indica el final de la primera hora.
-¿Y? ¿Encontraste la birome, Pril?
< ¡¿CÓMO SE ATREVE A HABLARME?! >Me escandalizo ¿Cómo hace si quiera para estar parado junto a mí? Así, tan tranquilo y sonriente.
La indignación y el odio me arden en las venas. La cabeza amenaza con explotárseme y tengo que salir pitando de allí antes de que explote yo también.
Estampo la cartuchera contra el banco. Todos me miran atónitos, no entienden mi brutal actitud.
Arranco de la silla mi mochila, me la cuelgo al hombro y recibo un golpe al hacerlo con tanta ferocidad. El piso repica bajo mis Converse y la puerta del lavabo es lo último que sacudo antes de entrar en un cubículo y derrumbarme sobre las baldosas contaminadas de microbios.
No sé cuánto tiempo hace que estoy aquí.
Veo entrar y salir millones de pares de pies que se detienen frente al espejo antes de salir, no hay duda de que sólo son muchachas del instituto.
Cada tanto alguna golpea a mi puerta cerrada y yo las ignoro, mas si se vuelven insistentes un buen grito surte efecto para alejarlas.
No lloro, porque mi estado de confusión es tal que no deja espacio dentro de mi cuerpo para otra emoción.
En este preciso momento me encuentro leyendo los mensajes ridículos que se hallan grabados en las paredes de mi nuevo hábitat. Hace tiempo que mi nariz se ha acostumbrado al hedor de desecho humano. He perdido mi sentido del olfato, el tacto parece negarse a funcionar, mi lengua tiene un regusto amargo y mis oídos zumban.
Solo conservo el sentido de la vista que ya se ha aburrido de tanto azulejo verde y grafiti.
Y allí sentada sobre el pringoso suelo puedo percibir cómo la puerta del lavabo se abre una vez más. En lo que va de mi estadía aquí he pensado unas cien veces en correr el cerrojo y dejar inhabilitado el baño pero el simple hecho de que mis piernas no funcionen correctamente me hace desistir.Los pasos se acercan de a poco y creo notar cierta vacilación en ellos, como si dudaran en adentrarse en terreno desconocido.
Solo puedo ver a través de un pequeño rectángulo que hay entre el piso y la puerta de mi cubículo y siento como si estuviera bajo la cama de aquel sótano mugroso otra vez. La situación no se parece en nada hasta que logro ver un par de borceguís acercándose por uno de los bordes del rectángulo. Están manchados de barro.
Y puedo jurarlo, son exactamente iguales a los que vi la noche pasada.
El labial, los borceguís, X, Teseo. Ya no puedo más.
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The stalker
Novela JuvenilSe supone que una persona que lo tiene todo debe ser feliz. Se supone que tus amigos te acompañan hasta el final. Se supone que enamorarse es fácil, sin complicaciones. Se supone que si hay amor no hay mentiras. Pero en la vida de April, mejor es no...