Capítulo 2: Conozcan al esclavo y a su amo.

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- ¡Suéltenme! -suplicaba Kirk Hammett una mañana en que unos oficiales del Zar irrumpieron en su humilde vivienda.

Ellos le negaron la opción. Había transcurrido el tiempo suficiente y Nicolás II Rómanov se enteró de la existencia de el último hijo de la familia Hammett que, eliminándolo a él, no existiría descendencia puesto que el asesinato de sus padres sería efectuado dentro de poco tiempo.

Aunque pudieran comprobar que el chiquillo moreno de apellido hereje no practicara brujería, no iban a detener su condena. Lo arrastraron en contra de su voluntad aquella mañana con la intención de llevarlo al Zar y que éste decidiera qué podían hacer con él.

Sin darle tiempo de despedirse de sus padres, el joven suplicaba al borde del llanto que le dejaran libre, a su vez que observaba a más oficiales llevarse a sus padres que serían encarcelados para morir ejecutados próximamente. No le hacían caso a sus plegarias, lo golpearon numerosas veces hasta hacerle entrar en razón acerca de su futuro, el cual no quería aceptar pero por las malas debió ceder.

Entretanto, en los pasillos del Imperio Ruso, Lars Ulrich, el burgués bastardo de muy buena suerte, se asomaba por los marcos de las habitaciones, espiando... de hace rato que oía a alguien reclamar su libertad, se quedó atónito al por fin encontrar el salón indicado, en donde estaba su "jefe" -es decir, su padre-, junto al mayor mandatario, en un charla junto al joven moreno que rogaba por ver a su familia o al menos tener el placer de despedirse.

Le daba un poco de pena ya que no conocía a este sujeto, se veía de su misma edad y muy pobre, sucio y ensangrentado, suponía que era un campesino cualquiera que pudo haber sido descubierto robando un puesto de comida y que por eso le querían condenar, eso era muy típico verse entremedio de esos pasillos.

Estaba a punto de abandonar el lugar hasta que los vellos se le erizaron y se tornó más pálido de lo normal al oír un par de frases que llamaron bastante su atención:

- No le vamos a condenar a muerte, aún... -decía el Zar con calma, mientras examinaba al pobre chiquillo.

- ¿Y qué harán con él, entonces, mi señoría? -el "jefe" o más conocido como Grigori Rasputín miró a la máxima autoridad en confusión- El trato de extinguir a todos los descendientes de esa familia... ¿sigue vigente?

- Claro que sí -sonrió y los ojos de Kirk desprendieron un par de lágrimas, seguía sin comprender que había llegado casi el día de su juicio final-. Sólo que yo deseo darle una condena un poco diferente, ¿por qué no jugar con él antes de su fallecimiento?

- ¿Se refiere a alguna tortura? -negó.

- A que sufra día a día hasta que prefiera la muerte y ahí lo ejecutamos.

- ¿Y qué sugiere usted?

- Que se mantenga como un esclavo de usted, mi estimado Rasputín, que tan respetado es por todo el pueblo y no tiene derecho a un sirviente como otros de su nivel, señor, siéntase cómodo con Kirk Hammett, que lo he decidido, desde el día de hoy se convertirá en su esclavo, de usted y su familia para lo que quiera, úsenlo sabiamente.

- ¿Esclavo? ¿Mi familia? Aparte de Lars no tengo a ningún otro hij...

- Eso es lo que cree el pueblo, por ahora -ambos rieron un poco.

Claro, lo que más a Lars le dolía -aparte de no poder llevar el apellido de su padre-, es que su "jefe" no le reconociera como su hijo en la vía pública ni que tampoco se preocupe de sus demás hijos -que no eran pocos-, sólo lo hacía cuando salía del Imperio hacia el pueblo a la dirección de sus antiguas cónyuges, ahí saludaba muy cariñoso a sus hijos no reconocidos -y a los que sí reconoció, pero los trataba de igual forma que a los bastardos-, jugaba con ellos por horas y se iba para no regresar en un buen tiempo. Más que un hombre de familia, Rasputín era un hombre de trabajo y su cargo en el zarismo era muy alto, no debía perderlo bajo ninguna circunstancia.

- Al menos que le sirva a usted y a su hijo Lars, sería una buena opción por ahora, señor Rasputín.

El consejero se llevó una mano a la barbilla, meditando, ignorando los sollozos del futuro esclavo.

- Sí, es una idea muy buena, que haga algo bueno para la Madre Rusia este sucio hereje de alguna forma -sonrió con malicia.

- Está bien, mandaré a los oficiales para que hagan el papeleo correspondiente, ahora preséntele el lugar al esclavo para que conozca bien su nuevo trabajo.

Kirk fue liberado y le colocaron unas esposas, Rasputín le tiró el brazo y lo fue arrastrando hasta llegar a la entrada del salón, rápidamente Ulrich se movió de allí, tratando de ocultarse sin tener éxito alguno, su padre lo pilló y frunció el ceño:

- ¿Y tú? ¿Qué haces aquí?

- Ehh... mi mamá tenía un recado que debía dar y... ¿se me olvidó? Ya me iba, así que no pasa nada -hizo una sonrisa nerviosa

- Espera, déjame presentarte a nuestro nuevo sirviente real, Lars -señaló al chico que iba de mala gana, cabizbajo y aguantándose las lágrimas-. Se llama Kirk Hammett y es el último heredero de la familia Hammett, ¿sabes qué es eso? -el chiquillo pálido negó- La familia más hereje y despreciada de todo el país, hijo mío, él es un brujo que quiere conspirar en contra de todos nosotros.

Los dos jóvenes conectaron miradas y el desprecio entre sus miradas hizo fuego metafórico. Rabia entre ambos, no se dieron el tiempo de saludarse ni nada, había una enorme barrera que los separaba.

El moreno de cabello rizado fue arrastrado para proseguir el "tour" por el Imperio y el pálido de cabello castaño prefirió irse a su hogar para no causar mayores problemas, algo pensativo con respecto a la idea de tener un sirviente para aumentar su poder, un tanto emocionado y apenado por el chaval, aunque no del todo, su deseo por poder le superaba en aquellos instantes.

The Slaughter Never Ends (Metallica, KLARS)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora