capítulo 4

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La sangre que brota de mis heridas cae por mi brazo. Me quedo mirándola fijamente, sin expresión. No parpadeo por miedo a perderme algo, lo he vuelto a hacer. He vuelto a caer en algo en lo que dije que no volvería a meterme. Tengo ganas de llorar, me las aguanto y sigo haciendo pequeños cortes para intercambiar los dolores, prefiero el dolor físico al psicológico. El dolor psicológico te come por dentro. Te sientes vacia y no hay forma de llenar ese gran vacío de ninguna manera. Tienes ganas de meterte en la cama y no salir nunca pero tienes que enfrentarte a la vida. El dolor físico en cambio se pasa, además que me ayuda a distraerme.
Cuando decido que ya es suficiente dejo la cuchilla del sacapuntas en la toalla que Laura ha traído. Limpio mis heridas con la toalla y las limpio con alcohol.
Escuece.
Escuece tanto que cierro los ojos hasta que me duelen, es un dolor amargo... Me vicia.

- Te sientes mejor, ¿verdad?

Levanto la mirada para ver a mi amiga. Esta sería. Y tiene tantos cortes como yo, pero los suyos más profundos. No se que decirle, no me salen las palabras.

- Helena, cariño. ¿Estas bien? -al ver que no contesto frunce el ceño y sigue hablando- ven aquí, dejame ver tu muñeca.

Me coge la muñeca y la inspecciona con cuidado. Me dice que lo he hecho bien, que no me preocupe. Tiene razon, me siento mucho mejor. Le quito mi muñeca de su vista. Y me pongo mis pulseras.

- Estoy bien Laura, no te preocupes. Solo estaba pensando.

- De acuerdo. Si quieres hablar acerca de esto dímelo ¿vale?

- Si, tranquila. ¿Qué te apetece hacer?

Laura se queda pensativa y al cabo de cinco minutos dice...

- Me apetece ver una peli. ¿Buscamos una de risa y nos tiramos en el sofá?

- Buen plan, vamos.

Media hora después nos estamos riendo a más no poder con espias. Una película cómica nueva del cine. Me lo estoy pasando en grande. Hacia tiempo que no me reía tanto. Me siento libre en este momento nada puede hacerme daño. Le debo mucho a Laura y a sus cuchillas. Ella fue quien me dio a conocer a gente como ella. Gente triste, gente que piensa demasiado.

Al final de la tarde ya no sabemos que hacer para pasar el tiempo. Así que nos tumbamos en la cama con nuestros respectivos móviles.

- Helena, creo que me voy a ir yendo. Se está haciendo tarde y mañana tengo que estudiar. ¿Nos vemos la semana que viene?

- Claro podemos repetír la tarde. Me lo he pasado genial. Gracias.

Laura coge su abrigo y se va. No volveré a verla en una semana aproximadamente. Me siento muy sola de repente, es como si me faltase algo.
Decido salir a dar una vuelta al parque ya que todavía es pronto.

El parque esta desierto, no hay niños jugando a la pelota ni personas mayores hablando en los bancos. Voy directa a los columpios y me balanceo durante un rato.

- ¿No es muy tarde para que estés aquí sola?

Me levanto del columpio a toda prisa para ver quien es el chico al que tengo detrás.

- Tranquila, no voy a hacerte nada. -Se ríe.

- ¿Quién eres? -Estoy confusa y aun me recuperó del susto.

- Me llamo Adrián. Me acabo de mudar a esta zona y he salido a dar una vuelta. ¿Y tu... Eres?

- Soy Helena. Vivo a un par de calles de aquí.

Que guapo es. Es alto, de pelo castaños claro y despeinado. Tiene buen cuerpo, tonificado. Y creo... Que tiene los ojos verdes. Si, es guapo. Más que guapo.

- Encantado Helena. Podríamos quedar un día y me enseñas esto.

- Eh.. Si bueno. Podría ser. Me tengo que ir a cenar y esas cosas. Ya nos veremos.

Me doy la vuelta para salir corriendo de allí, le oigo reírse.

- Pero si ni siquiera sabes donde vivo Helena.

Sigo caminando, ignorandole. Me tenía que pasar esto ami. Como no.

Cuando llego a casa les pongo la excusa de que estoy muy cansada y me subo a dormir. Estoy agotada. Mañana será otro día. Me quedo dormida en dos minutos, necesitaba dormir.

Tras mi oscuridad, estabas tú Donde viven las historias. Descúbrelo ahora