Undécimo Capítulo

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Me llevé las manos a mi dañada y dolorida garganta mientras tosía bruscamente. Paula, la cuál lloraba atemorizada, fue a encender la luz. Yo seguí tosiendo durante aproximádamente 20 o 30 segundos más. Cuando paré de toser me levanté aturdida y agotada y caminé a duras penas hasta el cuarto de baño. Me miré en el espejo para ver qué me había pasado. Unas marcas de manos gigantes me rodeaban toda la garganta, llegando incluso al cuello. Entonces, recordé la mano que había quedado en la colcha de Raúl cuando ésta salió ardiendo. Fui al cuarto de mi hermano, en el cuál seguía dicha colcha en el mismo lugar. Mientras tanto, Paula venía detrás mía, asustada y preguntándome que qué estaba ocurriendo. La mano que había en la colcha, formada por la quemadura del accidente, coincidía inquietantemente bién con las marcas que habían quedado en mi garganta. En ese momento, me volví hacia Paula y le pregunté que qué era lo que ella había visto.

-Bueno pues... no sé, yo estaba dormida y me desperté oyendo tus quejidos, entonces me sente a tu lado en la cama y comenzaste a... convulsionar y tenías las manos en la garganta y era como... si estuvieses asfixiandote.

Sus palabras coincidían, de nuevo inquietántemente, con todo lo que había ocurrido en mi sueño. Yo continuaba estando bastante aturdida por lo que había sucedido, así que le pedí a Paula por favor que me llevase de vuelta a la habitación. Una vez allí me senté sobre mi cama, junto a Paula, y nos abrazamos. Hubiera querido arrancarme a llorar intensamente de no haber sido por el tremendo miedo que tenía en ese momento, el cuál me impedía incluso soltar una lágrima. Seguía muy confundida y no tenía ni idea de lo que había pasado.

Decidimos entonces no volvernos a dormir en toda la noche. Paula me dijo que llamase a mi madre, pero suficiente estaba ya pasando la pobre como para encima preocuparla con algo más. La noche se me hizo eterna. No pensaba en nada más que no fuese el sol de la mañana. Quería sobre todas las cosas del mundo que esa horrible noche acabase de una vez. Ni siquiera intenté darle explicación alguna al suceso, sólo pensaba en que llegara el amanecer. Pasamos gran parte de la noche abrazadas sin decir ni una palabra, mientras en lo más profundo de mi ser, no sé qué me decía que algo malo estaba por pasar, y mejor dicho, algo peor a lo ya ocurrido estaba a punto de suceder.

El Mensaje: Primera ParteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora