Vigesimoquinto Capítulo

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De pronto, dentro de mi estado de coma, comencé a escuchar unos gritos muy fuertes. No veía de donde provenían, pero los escuchaba tan fuertes que parecía que estuviesen produciendose dentro de mi propio oido. Desperté repentinamente atemorizada y gritando mucho. Segun parece, finalmente y para sorpresa de los doctores, sólo había estado en coma durante 2 días. Mi madre me abrazó emocionada e incluso mi padre vino y me dio un beso. Pero para mi sorpresa, mi hermano no estaba allí en ningún lado. Me fijé entonces en el cristal de mi puerta. La anciana esa me que encontré en la salida del hospital y que me advirtió sobre las fuerzas paranormales que me perseguían estaba fuera observandome con cara de pena. Ignoré a todos totalmente y me fui directamente a hablar con esa señora, que percibía, tenía algo que contarme. Me levanté y me dirigí muy seria hasta ella, arrancandome los cables que me unían a una máquina. Todo el mundo se quedó atónito mirando mi forma de comportarme. Me dirigí hacia la anciana que me miraba con cara de miedo y comencé a hablarle.

-Qué está pasando.
-Ha comenzado... ya es tarde.
-Dime de que hablas. Yo se que sabes lo que me está pasando y por qué.
-Tu hermano... ha comenzado el ritual.
-¿Qué ritual?
-Tú... estabas siendo victima de unas fuerzas malignas horribles que iban a acabar llevandote a la muerte.
-Entonces... no ha sido solo un sueño, ¿verdad?
-No... Lo que te ha pasado sí, ha sido un sueño, pero un sueño en el que esas presencias te encerraron. La única manera de salvarte era alejar a esas presencias de ti llamando la atención de los espíritus.
-¿De qué está hablando, señora?
-Que la única forma que había de salvarte de ese coma era realizar un sacrificio... Un sacrificio humano y voluntario.
-¿Qué? ¿Estás diciendo que mi hermano ha...?
-No... los espíritus se van tiempo antes para intentar llevarse el alma de la persona... creo que no habrá muerto pero estará a punto... Corre niña, salva a tu hermano.

Me fui corriendo al único lugar donde podía estar entonces, a casa, pero no estaba allí. Comencé a buscar como loca por todos los lugares donde solía estar, pero por ningún lado aparecia. Desesperada, comencé a llorar sin saber a donde ir. Pero entonces, se me ocurrió el sitio en el que seguro que estaba: el sitio donde todo había comenzado.

El Mensaje: Primera ParteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora