- Madre, os lo suplico. No estéis cerca del Magi- le rogué a mi madre al día siguiente por la mañana, apenas me enteré que aquella noche nos iban a separar: los niños se quedarían en otra sala, y sólo los que tuviesen de 18 años para arriba serían admitidos en el gran salón del festejo principal. Eso significaba que estaría con otros de mi edad y menores.
- Mi vida... Ya creo que no debería decirlo más, pero eso del Rukh negro te ha dejado algo trastocada...- ella tensó la mandíbula, pero yo me mantenía en mi lugar. No le había contado nada más después de habernos quedado en nuestras respectivas habitaciones, quería ahorrarle el disgusto para que disfrutase junto con mi padre de una velada agradable, sin preocuparse por mí.
- Sólo quiero evitar que se le vaya la cabeza cerca de vosotros... Es peligroso, incluso el Rukh negro es inquieto a su alrededor. Posee un gran poder y puedo sentirlo, si pierde la paciencia su entorno cercano estará en peligro.
- Reena- si me llamaba por mi nombre ya era hora de callarse-. Ésta es una ocasión especial que puedes disfrutar una vez en la vida, ya que no sabes si se repetirá. Por favor, relájate y déjalo estar. Hay guardias aquí y ese chico no osará rebelarse en medio de una fiesta.
Me dio un beso en la frente y me indicó que regresase a mi habitación a desayunar en paz, que nos veíamos luego. Le hice caso, pero iba por el pasillo cabizbaja y apenada por no lograr convencer a mi madre de que estuviese alerta en todo momento.
- Yo sólo quiero evitar una desgracia- sollocé al cerrar mi puerta, notando una lágrima de amargura recorrer mi mejilla.
Por raro que pudiese parecer, el día se hizo increíblemente corto, tanto que cuando quise darme cuenta me estaban tocando en la puerta para avisarme que me fuese preparando, que en un rato empezaría la fiesta y todos debíamos estar en nuestros sitios para entonces.
Suspiré y me puse mi yukata limpio, dejando mi cabello suelto como de costumbre hasta medio muslo, dejándolo caer libremente. Ni me molesté en maquillarme, no me gustaba eso de llevar pintura en la cara para verse más guapa, me gustaba mi cara como un lienzo en blanco, al natural.
Poco tiempo después, los mismos niños que me habían llevado las comidas desde el día anterior volvieron a llamar a mi puerta, los dos delante de mí para guiarme derecho a la sala que me correspondía. Me sorprendió ver que no éramos más de unos 30 jóvenes, contando niños pequeños, aunque después supuse que no muchas familias tendrían más de un hijo, como era mi caso. Podía percibirse la tranquilidad y los buenos modales en aquel lugar, todos saludándose a medida que llegaban los últimos. Y como no había bebidas alcohólicas, sería una cena tranquila. Sin embargo, no estaba relajada como me había dicho mi madre. ¿El problema?
No había visto a Judal en todo el día.
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Judal
Sonreí de lado, cuando por fin conseguí mezclar todas las órdenes necesarias para lanzar un rayo a gran distancia y hacerlo invisible. Esa chica lo habría visto aunque usase magia regular para que los demás ni se diesen cuenta, por lo que estuve un buen rato perfeccionando magia de alto nivel para camuflar mi magoi y mis hechizos ante los ojos de un mismísimo Djinn. Técnica que llevaba tiempo intentando desarrollar y que ahora tenía más motivos para perfeccionar.
Si no me había presentado en ningún momento ante ella fue porque quería evitar que mantuviese aún más alta su alerta, porque entonces sí que sería imposible pasar desapercibido. Ese poder... Lo quería, a toda costa. Por una vez, no se lo entregaría a Al-Thamen, sería mío. Sería mucho más fácil captar Rukh negro de gente sumida en la corrupción y recibir respuestas de los ya fallecidos.
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Gemas amatistas
HumorNo es maga, pero hace milagros No es una conquistadora de calabozos, pero tiene un poder oculto. No tiene familia, pero sí amigos en quienes confiar hasta la muerte. Reena nunca pensó que lo perdería todo ese día. Una humilde invitación al palacio d...