#7: La realidad supera a la ficción

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- Tras eso, fui entrenada por Sinbad y los Ocho Generales hasta ser quien soy ahora- finalicé la historia-. Soy una de las armas secretas de Sindria cuando nos atacan. Por lo demás, no me incluyo en guerras externas ya que no me atrevo a regresar a Kou por accidente, pero sí he participado en el campo de batalla en Reim un par de veces. 

Al no oír respuesta de los príncipes, alcé la vista y me sorprendí de verlos con una expresión tan cargada de... ¿lástima?

- Todo... Todo lo que nos has contado...- Kouha no encontraba las palabras.

Para Kougyoku, éstas no eran necesarias. Con los ojos vidriosos, se puso en pie y me abrazó con fuerza, dejándome fuera de lugar. Algo confusa aún, le devolví el abrazo, sintiendo que derramaba algunas lágrimas sobre mi hombro.

- Te prometo que haremos lo imposible para que retiren la recompensa por tu cabeza- juró en cuanto se alejó, recobrando la compostura.

- Podrás volver a Kou- apoyó Kouha, ahora de pie y con una sonrisa amigable.

- Es un honor- la idea me resultó algo muy bonito de su parte-. Pero me temo que no regresaré- me hundí de hombros-. Mi hogar está ahora en Sindria, no tengo nada que rescatar de mi patria.

- Lo entendemos- dijeron a la vez.

- Me parece algo hermoso que después de tanto tiempo por fin una pequeña parte de la realeza de Kou sepa mi postura ante lo que hice. 

- Tenías motivos, es todo lo que necesitamos para retirar esa amenaza hacia tu persona. Sin embargo, no podremos hacer cambiar de opinión al emperador en lo que a ti respecta.

- Amenacé de muerte a su familia, es normal- reí con humor negro-. Él me quitó a mis padres, pretendió quitarme también mi libertad, no podía quedarme bajo ningún concepto. Incluso si eso ponía mi cuello en la soga. 

Ser comprendida por dos miembros tan jóvenes de la realeza de Kou me aliviaba bastante. Aunque ahora pudiese regresar a mi país natal sin poner en riesgo mi vida, mi sitio estaba en Sindria. Aquí tenía a mis amigos, a los que consideraba mi familia, y a la persona que consiguió hacer que mi corazón se alterase en su presencia. 

Lo tenía todo en un lugar al que llegué sin nada.

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Pasada la estancia de Kouha y Kougyoku, sentí un lastre irse de mi vida. Los dos príncipes retirarían todos mis cargos y podría ir en paz a Kou, fuese de viaje de negocios o como visita. No pude evitar sonreír al saludarlos con la mano en el puerto, mientras su barco ya zarpaba. Sinbad se dio cuenta de esto, y también Sphintus.

- ¿Y esa felicidad?- cuestionó Sin.

- ¿No habías dicho que odiabas a la realeza de Kou?

- Ellos dos han cambiado las cosas... Saben lo que pasó en verdad, me han prometido que al llegar anularán la recompensa por mi cabeza. Ahora podré volver a mi tierra.

- ¿Te irás?- no pude evitar reír ante la cara de angustia que puso Sphintus. 

- No. Mi hogar está aquí, en Sindria. Con Sinbad, con los Generales... Contigo- lo abracé, dejándome invadir por su calidez. Este gesto de cariño confirmó lo que todos llevaban sospechando desde hacía días: estábamos juntos.

- Si es que no puedes resistirte a los nuestros, Reena- Sharrkan, como siempre, rompió el momento, dándome una fuerte palmada en la espalda y casi haciéndonos caer a Sphintus y a mí. 

- Calla, imbécil- gruñí.

Las cosas ya volvían a ser como antes. Durante la estancia de los príncipes el ambiente en palacio se tornó muy pesado, ya que todo el mundo sabía lo que ocurría. Ahora que se habían ido, y dejando una sensación de paz en mi corazón, podíamos relajarnos nuevamente. 

Gemas amatistasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora