#3: Nueva vida en Sindria

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********Dos años después********

- ¡Sharrkan! ¡Vuelve aquí, idiota!- grité corriendo detrás del peliblanco por los pasillos del palacio de Sindria, hirviendo de rabia otra vez gracias a él. ¿La jugarreta de la semana? Esperarme escondido a la vuelta de la esquina para abofetearme con un pescado y dejarme todas las escamas pegadas en la cara y el pelo. Y eso, sin mencionar el asqueroso olor.

Por culpa de reírse tanto, Sharrkan terminó resbalándose y cayendo de culo, impidiéndome frenar a tiempo y provocando una dura caída encima de él que nos arrastró por todo el suelo hasta caernos rodando por las escaleras, cayendo estrepitosamente en el rellano medio de las escaleras hasta el palacio.

- ¡Te voy a matar!- ladré agarrándolo del pelo y sacudiendo su cabeza como un melón.

- ¡Reena! ¡Sharrkan! ¿¡Qué habéis hecho ahora!?- regañó Jafar, apareciendo detrás de nosotros fruto del escándalo de nuestra caída.

- ¡Este imbécil me ha pegado con un pescado!- mi protesta hizo que una gota de exasperación resbalase por la frente del mosqueado Jafar. En eso sí que nos parecíamos: paciencia cero, nos enfadábamos con mucha facilidad.

- Sólo ha sido una broma, Ree-Chan- defendió Pisti ayudándonos a poner en pie. Era cómico, teniendo en cuenta que estaba muy desproporcionada en cuanto a edad y altura (Pisti será una renacuaja del tamaño de Aladdin, pero tiene 18-20 años xD).

- Ahora tendré que ir de nuevo a bañarme, estúpido- golpeé el hombro de Sharrkan quitándome con la otra mano las escamas que podía de la cara.

- Es mediodía, estás sudando, ¿de qué te quejas?- le quitó importancia al asunto. Decidí callarme porque si hablaba ofendería a su madre, y me marché de regreso a los baños por segunda vez.

Desde hacía dos años, mi llegada a Sindria, mi vestuario típico del yukata había variado y bastante: ahora, usaba una minifalda dorada que cubría lo justo con dos tiras largas hasta los tobillos por los costados de color blanco. Mi vientre al descubierto, y una especie de sujetador también dorado que poco dejaba a la imaginación rodeaba mi espalda (lo suficiente para cubrir el sello maldito) y se enganchaba a mis brazos con dos finos tirantes similares a brazaletes bajo los hombros. Mi pelo, simplemente lo llevaba suelto como había hecho toda mi vida. No me gustaban mucho los adornos y menos para el pelo. En los pies, unas sandalias planas cuyas cintas rodeaban mi pie y subían por las pantorillas hasta casi las rodillas, con un lazo detrás de éstas.

Tras quitármelo todo otra vez, me metí en la piscina de agua caliente y me sumergí hasta los hombros, nadando en medio del vapor que tanto dificultaba la visión hasta mi sitio, al fondo del baño y sentada en el muro de la esquina. Tomé una piedra de jabón y me froté la cara con ella hasta que me quité por completo la peste a pescado.

Para ahorrarme otra absurda pelea, como todas las que teníamos Sharrkan y yo, decidí quedarme bajo el agua un rato. No me faltaba mucho para ir a la tienda de Ranja-San a ayudarlo, así que no importaba si esos pocos minutos me quedaba en el baño.

- Sé que estás nadando hacía mí...- murmuré con aire cansino, sonriendo al ver la cabeza azulada de Yamuraiha asomarse justo delante de mí.

- A ti es imposible pillarte desprevenida, ¿eh?- rio mi mejor amiga sentándose a mi lado-. ¿Qué, otra de las bromitas de Sharrkan?

- Me abofeteó con un pescado- resoplé, haciéndola reír.

- A veces se pasa, pero has de reconocer que es original.

- Originalmente insufrible, eso es lo que es- reí de vuelta, mirándola a través del vapor.

- Parece mentira que ya hayan pasado dos años desde que llegaste aquí...- sonrió Yamuraiha con nostalgia-. Cuando Sinbad nos contó lo que te había ocurrido en el Imperio Kou...

Gemas amatistasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora