3:"Lo siento."

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-Sube- volví a variar mi mirada entre Diego y su moto.

-No.

-Por favor Kate, ¿Vas a decirme porque no quieres subirte?- lo mire sin poder creer que él no supiera la respuesta.

-¿Quieres que te diga porque? Uno: - levante mi pulgar y me dispuse a enumerar con mis dedos las diferentes y lógicas razones que tenía para no subirme a esa bonita pero aterrorizante moto:- No parece segura Dos: apenas te conozco. Tres: ¿A quien se le ocurre ayudar a alguien que acaba de conocer, sin tener segundas intenciones? Cuatro: ¡No sé qué tipo de conductor seas! Es decir, puedes ser de esos que manejan como abuela o aquellos que manejan como fueran fugitivos con complejos suicidas.

-Se te olvido mencionar un tipo de conductor,- interrumpio el con tono seductor- también hay los que conducen jodidamente bien y que siempre se ven irresistibles sobre sus motos.

-Puede ser, pero dudo que pertenezcas a ese grupo- Diego se sujetó el pecho y puso una cara adolorida.

-Oh, ese golpe fue incluso más bajo que tu estatura- me quede boquiabierta-. Vamos, confía en mí- me cruce de brazos.

-Olvídalo, creo que prefiero ir montando una alpaca antes que ir en moto contigo.

-¿Tu preferirías ir con un cuadrúpedo antes que...? Oye, aparte de enana eres muy fresca. ¿Te lo habían dicho ya?- ahogue un grito indignado- Solo quiero ayudarte, estas actuando como si fuera un loco a punto de raptarte- abrí mi boca pero antes de decir nada el me interrumpió-. No Kate, no lo soy- lo mire desconfiada y el suspiro, agotado de insistir-. Estoy empezando a creer que le tienes miedo a las motos, o que tu jamás te subiste a ninguna- me petrifique. Él lo noto y sonrió. Maldición, había dado justo en el clavo- ¿Es eso?- inquirió. Yo no respondí y el chisto- Descuida, como el dicho dice: Para todo hay una primera vez. Prometo no manejar muy rápido.

-Tu ganas- me encamine a la monstruosidad de metal e intente subirme. ¡Rayos! El asiento estaba muy alto. Una risa enternecida salió de su boca.

-¿Te ayudo?- lo mire rendida y asentí levemente con la cabeza.

Él se acercó y sujeto mi cintura con sus brazos. ¡Que brazos! ¡Concéntrate, no te atrevas a sonrojarte! Me levanto y me ayudo a sentarme cuidadosamente en el asiento. Mi corazoncito empezó a bombear sangre a tiempo record cuando, al sentarme, nuestros rostros quedaron a centímetros. Él sonreía y yo estaba muda, seguramente más roja que un tomate ruborizado.

Él se percató de mi incomodidad y se alejó. Saco el casco de la parte trasera de la motocicleta y acomodo mi cabello para poder colocármelo. Un cosquilleo me recorrió entera cuando lo hizo.

Luego él se subió sin ningún problema y se cerró la casaca de cuero. Seguía lloviendo y estábamos a principio de otoño. Si yo no fuera tan obstinada en ser rebelde y no abrigarme lo suficiente, también me hubiera llevado una casaca que ahora mismo podría estar cerrando.

Pero como era una mula terca, decidí llevarme solamente un anorak delgado para protegerme del viento, el cual, no servía de mucho, porque cuando me lo puse, ya estaba tan mojada que igual sentía frio.

-Vas a tener que sujetarte de algo- Diego volteo su cabeza y me miro expectante.

-¿Ósea?- él sonrió y sujeto delicadamente mis muñecas para enroscarlas alrededor de su abdomen. Trague saliva y entrelace mis dedos tímidamente.

-¿Estas bien?- asentí- Perfecto- encendió la moto y todavía pude apreciar su sonrisa de lado antes que arrancara a toda velocidad, ahogando un grito mío de la sorpresa.

(...)

-¿¡En una moto!?- desde que Julie abrió la puerta de la casa, con cuchara y helado en mano, no había dejado de gritar. No, me retracto, al principio no grito, estaba roja como un tomate cuando me vio empapada afuera, sí.

Mi Ángel OscuroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora