13: "Díselo"

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Tan solo el simple hecho de que Diego usara mi nombre completo me advertía que algo no andaba bien.

Examine su rostro, la pequeña arruga de su ceño fruncido y su mirada perdida, delataban que intentaba actuar indiferente. Me abrace a mi misma.

-¿Que quieres decirme?- sus ojos volvieron a los míos, por un segundo, creí ver en ellos la razón del porque esa actitud.

-¿Podemos dar un paseo?- señalo la puerta con su cabeza y enterró sus manos en los bolsillos traseros de sus jeans raídos. Tenia su típica casaca de cuero puesta y una camiseta gris que le quedaba increíblemente bien. Baje la mirada y observe avergonzada mis calcetines verdes.

Los cuales tenias que escoger justo para su visita...

Levante la vista y dedicándole una sonrisa asentí. Con paso apresurado recogí mi saco negro y los botines de cuero que adoraba usar. Me vestí dándole la espalda, pero no hacia falta verlo para saber que me miraba mientras lo hacia... incluso sin verlo podía sentir su vista sobre mi.

No le anuncie a nadie que saldría. Mamá y papá se encontraban de viaje y no quería molestarme en informar a Paul sobre mi salida imprevista, ya que estaba mas que segura que el insistiría en acompañarnos, y la idea no me apetecía... en absoluto.

Diego abrió la puerta por mi y dejo que saliera primero, encontrándome así con su querida e inolvidable motocicleta. Sentí nostalgia al no ver el impala con el que habíamos ido al baile esperarnos fuera. El vehículo enserio me generaba mas seguridad que la moto con la que solíamos salir, aparte que me había encantado poder ser pasajera, al menos una vez, de uno de los clásicos del siglo pasado.

-Ya me preguntaba donde la habías dejado- comente dirigiéndome a la motocicleta. Diego no respondió, espero pacientemente a que yo me subiera al monstruo de metal y luego hizo lo mismo.

Quise preguntarle a donde iríamos, pero me resigne a la idea que el no tenia gana alguna de conversar conmigo y mantuve silencio hasta que llegamos al aparcamiento del mirador central.

Era una de las locaciones con la mejor vista de la ciudad, mostrándola en todo su resplandor, rodeada de arboles y con un rio que cruzaba cerca de la misma. Ese era el rio que desembocaba en el lago Opold, el mismo en el que Zack casi había perdido la vida.

El mirador estaba vacío cuando llegamos. Para ser una tarde solada, eso era muy extraño. Normalmente a la gente le gustaba pasar tiempo aquí, por las tardes, para contemplar las bajadas del sol y los colores que los últimos rayos del día convertían el paisaje en una bella acuarela de tonos naranjas y rojos antes de esconderse tras las colinas que estaban del otro lado de la ciudad. Y por las noches, para ser parte del espectáculo que los cielos despejados daban, llenos de estrellas o en ocasiones como año nuevo u otras festividades, llenos de fuegos artificiales.

Observe una de las bancas y me senté sobre ella. Diego imito mi acción, acompañándome sobre la banca, aun un poco rígido y distante.

-¿Vas a decirme que te pasa?- pregunte cansada de su indiferencia. El tomo aire profundamente y se puso de pie para poder encararme de mejor manera.

-Katherine, necesito que entiendas... no te lo dije porque quería mantenerte lo mas posible alejada de toda esta mierda- respondió el, dejándome confundida.- Yo, no quise mentirte, pero tenia que hacerlo, créeme, era por tu propio bien. Pero cuando me entere de tus pesadillas...yo...

-Wow, un momento- interrumpí bruscamente cuando el hizo mención de mis pesadillas, recordándome así, todas las preguntas que se suponía debía hacerle a el-. Primero que nada, explícate bien- fruncio sus labios y me dedico una expresión confusa de explicar-. Quiero la verdad, Diego.

Mi Ángel OscuroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora